El rodadero de los lobosJesús Cabrera

¿Y ahora qué?

No me extraña que entren en depresión quienes fijan su meta en lo accesorio y no en lo fundamental

La llegada del Domingo de Resurrección es, por una parte, el fin del Triduo Sacro y, por otra, el inicio de la Pascua; es decir, termina la Semana Santa y comienza la fiesta principal para todo católico, tan importante que se repite durante siete días. Esto, que es tan fácil de explicar, es difícil de asimilar para una buena parte de los cofrades que simplifican e interpretan a su manera lo que debería estar más que aprendido..

Si usted hoy o mañana se da un garbeo por cualquiera de las redes sociales al uso verá que muchos de los que vibran en estos días han pasado a un estado de postración porque este Domingo de Resurrección es la última oportunidad que tienen de ver un paso en la calle con todos sus perejiles. No me extraña que entren en depresión quienes fijan su meta en lo accesorio y no en lo fundamental, porque para ellos el ciclo litúrgico no alcanza su cenit en la Pascua sino cada vez que suena un llamador.

Después de la Semana Santa hay mucho de lo que disfrutar y no lo saben. Desde hace unos años se dice que estamos en el ciclo de las Glorias, que no es otra cosa que aquellas imágenes que eran de toda la vida las devociones principales de sus templos, por encima, incluso, de las imágenes pasionistas. También tienen cultos, patrimonio, procesiones.

Pero esto es algo secundario, cuando no prescindible, para aquellos que se quedan con lo superfluo y no disfrutan con la esencia. Qué le vamos a hacer. Ellos se pierden la rica expresión de la piedad popular a través de las romerías y de las patronas de los pueblos que se suceden desde ahora hasta el otoño. Es la oportunidad de viajar un poquito, tan cerca o tan lejos como se quiera, para disfrutar de los múltiples matices, muchos de ellos valiosísimos, que puede alcanzar la expresión popular de la religiosidad.

Si este desdén es lo habitual año tras año, este año adquiere características especiales debido a que el mal tiempo se ha llevado por delante la práctica totalidad de la Semana Santa y ha dejado inéditos varios días. Como ocurrió tras la pandemia del covid, ahora se descubre de forma súbita que hay ganas de pasos en la calle, que cualquier momento del año es bueno para revivir aquello que impidió la lluvia y el viento.

Que nadie se sorprenda si en cuestión de días o de horas se comienza por ahí a insinuar que hay que organizar algo, lo que sea, para curar los efectos de la abstinencia. Las razones son lo de menos, porque lo importante es la parafernalia, el oropel, la cáscara. Ya no basta el casete en la playa. Para los próximos meses no da tiempo, pero seguro que para otoño se cocerá algo, llámese extraordinaria, magna o como se quiera. La excusa será que este año casi no se han visto pasos en la calle, aunque tampoco se les haya visto a ellos en los Oficios.