Hay un profundo pasaje del Fedro de Platón sobre el que, tal vez, sea especialmente útil volver y, volviendo, puede que se produzca ese elemental chispazo mental por el que uno reconoce la vigencia de un pensamiento con el consabido esto «ya lo dijo Platón» en su momento. En el pasaje, Sócrates narra a Fedro una historia que él había escuchado de los antiguos, que sabían lo que era verdadero. Al rey egipcio Thamus vino a verle una vez Toth, el «padre de las letras» y el «dios del tiempo». Él habría instruido al soberano en diversas artes de su invención y, especialmente, en el arte de escribir ideado por él. Gloriándose de su invento, había dicho el dios al rey:

-«Este conocimiento, oh rey, hará a los egipcios más sabios y más dignos de ser recordados, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y de la sabiduría».

Pero el rey no se deja impresionar. Precisamente prevé lo contrario como consecuencia del conocimiento del arte de escribir:

-«Porque es olvido lo que producirá en el alma de quienes lo aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de los escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por si mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes, y difíciles además de tratar, porque han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de ser sabios de verdad» (Platón, Fedro 274d-275b).

La claridad del Platón, que habla por boca del rey egipcio vía Sócrates, es tal que el mismo relato no necesitaría de moraleja o explicación. Es obvio que, como considera H. Schade, Platón nos pone en guardia contra una cierta «pérdida de realidad». Pongamos unos ejemplos para clarificar esto de la «pérdida de realidad». Los canales temáticos de la Televisión y los programas de viajes, en la versión que sea, obviamente nos llenan de informaciones; pero, ¿hacen que seamos más «hombres de mundo»[añado también «mujeres de mundo» para no generar suspicacias pero no termina de sonar bien el neologismo]? Vayamos a la wikipedia de turno o a la biblioteca digital de turno de potente buscador. No se puede dudar que me brindan una cantidad ingente de información – la que no sería capaz de analizar ni en muchas vidas- pero, ¿producen sabios o «sabios aparentemente»? En estas lides siempre me ha dado muchísima luz el pensamiento del teólogo Ratzinger: «[…] aquel que piense en las extensas posibilidades de los ordenadores y de internet, que permiten, por ejemplo, tener a mano inmediatamente todos los textos de un padre de la Iglesia sobre un término, pero sin haber penetrado a fondo en el pensamiento del mismo», es oportuno que por lo pronto no considere exagerada una cierta advertencia o precaución. Prosigue Ratzinger: «Platón no rechaza la escritura como tal, de la misma manera que nosotros no rechazamos tampoco las nuevas posibilidades de la información, sino que hacemos uso juiciosamente de ellas». Volviendo a algo ya citado anteriormente: «Contra lo que Platón nos pone en guardia es […] contra la pérdida de realidad que dicha utilización lleva consigo» (Ratzinger, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones, 158-159). Salta a la vista que el fármaco que aparentemente remienda los males de la memoria y la sabiduría es, en principio, contraproducente.

Aviso para navegantes (Creo que nunca mejor dicho lo de navegantes). Ya lo dijo el mismísimo Platón.