De comienzo en comienzoElena Murillo

Un pregón de amor a María

Actualizada 05:00

Este sábado se anunciaba el tiempo de Glorias en las cofradías cordobesas con un pregón que se encargaría de proclamar y prolongar la alegría de la resurrección. El sacerdote trinitario, Fray Manuel García López, había sido la persona designada para pronunciarlo en el presente 2024. Él mismo iba a manifestar que la muerte no tiene la última palabra, que Cristo está vivo y es el que nos lleva a la Gloria.

Natural de Villanueva del Arzobispo y con apenas dos años y medio de residencia en la comunidad de la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos (Trinitarios) de nuestra ciudad, este joven fraile ha sabido hacerse un hueco en el corazón de cuantos lo conocen por su verbo fácil y cercano. Después de haberle escuchado, casualmente, en algunas homilías, tampoco a mí me había dejado indiferente. En todas las ocasiones daba muestras de su amor a María.

Era tarde de expectación y no decepcionó con la puesta en escena de un pregón muy personal, original y diferente como distintas somos todas las personas. Así lo evidenciaría la participación de La Cuarentuna o el rezo a través de la música en la voz de miembros del coro del Redil Eucarístico de la Divina Pastora. Pero los detalles llegaron desde el acceso al teatro. Un rosario acompañado de un buen puñado de estampas de las diferentes imágenes a las que iba a dedicar el pregón, era el obsequio que tenía preparado para aquellos que íbamos a darnos cita en el acto. Quizá no estuviera claro el mensaje en ese primer momento, pero si quedaba alguna duda, al término de su intervención se podía comprender que el rosario es el modo que Fray Manuel tiene de decirle a Ella que la quiere.

Al iniciar su discurso ya daba muestras de sentirse parte de Córdoba, pues constataba que uno no es del lugar en el que nace sino de donde pace, afirmando que por esa razón es cordobés. Fue novedosa la forma de cumplimentar a los presentes, con palabras para los consagrados a los que calificó como «pregoneros en las calles»; para las autoridades civiles a las que dijo que brillan porque Dios les ha dado el poder de hablar en medio de los pobres y del pueblo; o para la presidenta de la Agrupación de Hermandades y Cofradías, Olga Caballero, utilizando un primoroso juego de palabras: «madre de todos los cofrades, todos hijos de una misma Madre».

Si tuviera que describir o sintetizar la disertación señalando las líneas trazadas, distinguiría tres aspectos: el sentido homilético, propio de un especialista en teología; su acercamiento a las Glorias cordobesas a través de lo que diversas personas le han ido relatando y descubriendo sobre la idiosincrasia de estos colectivos; y la que para mí es siempre más interesante por lo que tiene de naturalidad, la transmisión de sus experiencias, con las que llegó a una conclusión: la Virgen tiene muchos nombres pero es una sola y algo más, la evidencia de que la Virgen es milagrosa.

Hubo palabras para todas las advocaciones de Gloria, pero me quedo con una pregunta retórica que planteaba al hablar de la Virgen del Carmen de San Cayetano: «¿qué sentirá la Virgen cuando en la Torre de la Malmuerta el cielo se desgrana en flores?»

Enhorabuena Padre Manuel. Gracias por anunciar la victoria de la vida.

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