Effetá
Confluyeron multitud de elementos: espacio, música, guion, actores, dirección, vestuario…, para que fuera una noche especial. El impacto positivo de una obra de teatro, de un auto sacramental en este caso, que provocó en mí la necesidad de dedicar apenas unas torpes palabras a la brillante representación que ponía en escena la Compañía de Teatro Universitario de la Universidad Loyola Andalucía el pasado jueves, Effetá, cuyo significado en hebreo es «ábrete». Una propuesta teatral que hacía una invitación a la apertura del corazón, del oído y de la mente; y una invitación, también, a la reflexión del tránsito de nuestra vida, a la posibilidad de elección continua que se nos ofrece a la hora de escoger entre el bien y el mal.
Las tablas se elevaban en el Patio de los Naranjos de la Mezquita-Catedral de Córdoba en una tarde suave y agradable del mes de junio; un marco perfecto para sentir la extraordinaria actuación que iba a hacer posible el reparto, para recapacitar sobre nuestras acciones diarias y analizar nuestra propia conducta a nivel individual y social.
El texto del guion, una espléndida creación de Daniel Cotta, recogía, con un lenguaje actual, la palabra precisa, medida, fácil de entender. Sin perder de vista el estilo de los autos sacramentales de Calderón, pero utilizando un código comprensible para todos. En el transcurso de la función se fueron mostrando la ira, soberbia, lujuria, avaricia, gula, envidia y pereza, que no sólo hacían presentes de una forma viva la revisión de los pecados capitales, sino que permitían que cayeras en la cuenta de la posible transformación que el hombre puede experimentar para sí convirtiéndose en un ser paciente, humilde, casto, generoso, moderado, caritativo y diligente; es decir, la posibilidad real de llevar a cabo el cambio con el único requisito de la propia voluntad.
La orquesta y el coro de la catedral se ocuparon del apartado musical. Sin necesidad de resaltar sus magníficas cualidades, fruto del trabajo bien hecho, aportaron el complemento ideal al espectador, la banda sonora perfecta para la ocasión. Sublime, quizá, el que para mí fue el momento culmen, la interpretación de una pieza tan memorable como la de la película La misión.
Me atrevería a decir que éste es uno de los autos sacramentales más completos y didácticos que he presenciado, una oportunidad excepcional de apelar a la conciencia y, por qué no, hacer una revisión de la moral.