Daniel Sancho: Del tribunal a la televisión
Los jueces tailandeses no se han dejado influir por lo dicho en los medios españoles
El reciente caso de Daniel Sancho, más allá de la gravedad del crimen y la sentencia en Tailandia, ha servido para poner en evidencia la forma en que se mediatizan ciertos procesos judiciales y cómo ciertos abogados, más conocidos por sus apariciones en televisión que por su trabajo en los tribunales, utilizan estrategias mediáticas que no siempre benefician a sus clientes.
Desde el principio, el caso Sancho ha sido un festín para los medios. La combinación de un asesinato brutal en un destino turístico exótico, junto con un acusado de apellido conocido, ha generado un circo mediático que poco tiene que ver con la búsqueda de justicia y mucho con la necesidad de mantener a la audiencia pegada a las pantallas. Aquí, la mediatización no es un subproducto del caso, sino un componente central que ha moldeado la percepción pública desde el primer momento.
En medio de este torbellino de atención mediática, los abogados mediáticos han sabido encontrar su nicho. Aunque no tienen potestad legal para actuar en Tailandia, han asumido el rol de representantes de las partes, no en el tribunal, sino en la arena de la opinión pública española. Se presentan como expertos, críticos de un sistema legal tailandés que, según ellos, no está a la altura de los estándares occidentales. Pero, ¿es esta una estrategia efectiva?
En España, este tipo de maniobras puede ser útil. Los abogados mediáticos son maestros en moldear la percepción pública y crear una narrativa que favorezca socialmente a su cliente. No es casualidad que estos abogados recurran a este enfoque; en muchos casos, la presión pública y la simpatía generada por los medios pueden influir indirectamente en la justicia, por ejemplo, motivando cambios en la legislación o generando una mayor comprensión y apoyo hacia el acusado. Estos abogados pueden estar apostando por crear un ambiente de simpatía hacia Sancho que podría, eventualmente, generar presión diplomática o de la opinión pública que influya en el trato del caso a nivel internacional.
Sin embargo, Tailandia no es España. En un sistema judicial tan diferente, con reglas y procedimientos que no se ajustan a la lógica occidental, esta estrategia puede resultar no solo ineficaz, sino incluso perjudicial. Lo que en España podría considerarse una defensa agresiva y mediática, en Tailandia podría interpretarse como un desafío a la autoridad judicial. En un país donde la cultura y el respeto hacia las instituciones son fundamentales, el enfoque de estos abogados puede ser visto como una falta de respeto o, peor aún, como una interferencia externa en un proceso soberano.
Es aquí donde la estrategia choca con la realidad: lo que en un plató de televisión español puede ser visto como una jugada brillante, en un tribunal tailandés podría ser interpretado como un acto de arrogancia. A pesar de las posibles justificaciones que puedan esgrimir estos abogados sobre la importancia de influir en la opinión pública, el hecho es que su estrategia podría ser contraproducente en un entorno legal tan diferente. Además, hay que considerar el costo, no solo económico, sino también emocional, que esta mediatización tiene para las partes, aunque no sean realmente conscientes de ello.
Estos abogados mediáticos no son baratos, y el gasto en viajes, apariciones televisivas y estrategias de comunicación podría estar mejor invertido en una defensa legal sólida dentro del sistema tailandés. Sin embargo, parece que el objetivo es más influir en la opinión pública española que en defender eficazmente a Daniel Sancho en Tailandia. Esto no solo plantea dudas sobre la efectividad de la estrategia, sino también sobre las prioridades reales de estos abogados.
El riesgo de esta estrategia es que, mientras se juega a ganar en la corte de la opinión pública en España, se está perdiendo de vista lo más importante: el juicio real, que se desarrolla en Tailandia, lejos de los focos mediáticos. Los jueces tailandeses no se han dejado influir por lo dicho en los medios españoles, y la percepción pública en España poco o nada ha influido en la sentencia. La estrategia ha sido, cuanto menos, confusa e inútil.
Es natural que la familia Sancho busque el apoyo de abogados con renombre o, más bien, fama mediática, especialmente en un caso tan delicado. Sin embargo, hay que preguntarse si estos abogados realmente están enfocándose en la defensa legal del caso o si están más interesados en mantener su perfil mediático. Aunque es comprensible que se busque aprovechar la influencia mediática en España, la defensa de un caso tan complejo y delicado como este requiere un profundo conocimiento del sistema legal tailandés, y no está claro si estos abogados lo tienen o si están dispuestos a adquirirlo, o si su función es más bien la de calentar la opinión pública.
El caso de Daniel Sancho no solo pone en evidencia los problemas de la mediatización de los procesos judiciales, sino también los riesgos de confiar en estrategias mediáticas que pueden ser efectivas en España, pero que carecen de peso en un tribunal tailandés. Lo que está en juego no es solo la percepción pública, y en este contexto, el espectáculo mediático debería quedar en segundo plano frente a una defensa sólida y bien fundamentada en la realidad legal del país donde se está juzgando el caso, no en blanquear su imagen en televisión.
Al final, los titulares venden, pero son los jueces en Tailandia quienes tienen la última palabra, y a ellos no les impresiona lo que se diga en los platós de televisión españoles. La pregunta que queda es si la estrategia de estos abogados está realmente orientada a buscar justicia para su cliente o si están más interesados en ganar la batalla mediática en casa, a costa de sacrificar el caso en el extranjero.