Por derechoLuis Marín Sicilia

La capucha se ha caído

«La morcilla de la indecencia se ha indigestado y solo queda que los jueces cumplan su misión»

Según su segunda acepción, la Real Academia Española define a la capucha como una prenda de tela que cubre la cabeza y el rostro. En la época medieval, la capucha o caperuza era una prenda de uso habitual y fueron muy utilizadas caperuzas adecuadas para la cetrería, una actividad de caza con aves rapaces (halcones, azores y otras especies de aves de presa) en la que se producía una profunda ligazón con el hombre que las amaestra e impone sus propios reflejos y absoluta fidelidad.

Victor de Aldama es un empresario, abogado, asesor y otras muchas cosas que lo encumbraron con su verdadera actividad, la de «conseguidor». Parece ser que Aldama disponía de muchos elementos depredadores que, como aves de rapiña, agenciaban lo ajeno. Son muy conocidas las imágenes suyas entrando, con una capucha, a sedes ministeriales, como Pedro entraría por su casa. Víctor de Aldama lleva unos días durmiendo en la prisión de Soto del Real por orden del juez Santiago Pedraz. A partir de su ingreso en prisión se ha abierto un proceso informativo sobre las distintas actuaciones de Aldama que involucran al exministro José Luis Abalos y a un amplio abanico de responsables políticos cuya involucracion o inocencia deberá determinarse, con todas las garantías, en sede judicial.

En mayo de 2018 se hizo pública una sentencia del caso Gurtell sobre financiación del PP en la que un juez, de reconocida profesión izquierdista, introducía una morcilla, luego declarada improcedente, para involucrar indirectamente al presidente Rajoy. Esa morcilla sirvió a Sánchez de pretexto para presentar una moción de censura que lo aupó a la presidencia del Gobierno, con el compromiso de acabar con la corrupción. Antes de ello, en el primer debate electoral que lo enfrentó a Rajoy, Sánchez no tuvo empacho en tildar al entonces presidente como indecente: «usted no es un hombre decente» llegó a achacarle.

Seis años después de aquella sentencia, el empeño de quien acusó a su antecesor de indecente ha sido dividir a los españoles construyendo muros; invadir las instituciones privándolas de su función esencial de control democrático; comprar voluntades; incrementar la deuda a niveles difícilmente sostenibles; desarmar al Estado derogando delitos que atentan a la soberanía nacional; condicionar su permanencia en el poder a cesiones continuas a quienes odian a España, atentaron contra ella o pretenden esquilmarla; favorecer a las regiones rebeldes y castigar a las leales y, por último, intentar doblegar a los últimos diques que garantizan la igualdad de derechos y la libre expresión del pensamiento: el poder judicial y los medios informativos.

Hoy, con la entrada de Aldama en prisión, se han disparado las adversidades de quien decía que venía a combatir la corrupción y ahora está rodeado de ella: Los tejemanejes de su esposa, las andanzas de su hermano, el concierto inconstitucional pactado con ERC, el pacto con Batasuna para ver pronto a Txapote y otros lacayos en la calle, la imputación cantada de quien fue su mano derecha, la probable de su Fiscal General, la trama Koldo que evoluciona hacia la trama Abalos y posiblemente PSOE y Sánchez, la connivencia, vía Zapatero, con el dictador Maduro, las inexplicadas cesiones con el rey de Marruecos y un largo etcétera de adversidades de quien vendió su alma al diablo por tal de ser presidente a costa de todos los valores que hacen a un hombre y a un Estado libre y democrático.

La capucha de los depredadores se ha caído, la morcilla de la indecencia se ha indigestado y solo queda que los jueces cumplan su misión, la prensa informe desde la libertad y la sociedad española acredite su voluntad de que los indecentes se vayan a su casa sin más legado que haber crispado a la sociedad, desprestigiado a las instituciones y dejado una estela de miseria moral inaceptable.