En el pasado pleno ordinario del Ayuntamiento de Córdoba, la portavoz del grupo municipal de Vox, Paula Badanelli, llamó ‘tonto útil’ al concejal popular Julián Urbano. En concreto la expresión usada por la edil fue ‘tonto útil de la izquierda’, devolviendo de esta manera el apelativo a su origen soviético, ya que los así llamados (tontos útiles) eran aquellos comunistas del bloque occidental que simpatizaban y ayudaban a la extinta URSS y los países del Este, cuando lo de la Guerra Fría. Para el régimen soviético eran útiles porque se convertían en aliados más allá del muro, pero unos idiotas porque en realidad sufrían sin darse cuenta manipulación por parte de los líderes de la causa que creían defender. Algunas fuentes sitúan a Lenin como inventor del descriptivo ‘tonto útil’ pero cuesta imaginar a Badanelli usando expresiones leninistas, ciertamente. Tampoco demostró mucho ojo clínico la señora portavoz cuando defendió hace poco más de un año al que entonces era número dos de Vox, costándole a ella ser la número uno cuando a Urbano lo refichó Bellido. Mercado electoral y lealtad, agua y aceite.

El tonto útil como apelativo también saltó en su momento al ámbito político norteamericano, cruzando el telón de acero como solo las palabras afiladas, los refranes certeros y los chistes buenos saben hacerlo: con carácter global. En el fondo los humanos no somos tan distintos. Para los norteamericanos los useful idiots generalmente están en la socialdemocracia, en el centroizquierda e incluso en un tipo determinado de liberalismo, aunque allí sí posee un significado más peyorativo que, en principio, pueda tener por estas tierras. No llamamos tonto útil a alguien con ánimo de insulto. De hecho, el tonto útil, a diferencia del tonto del ciruelo o el tonto de baba, es un idiota anodino, en el que en el fondo no merece la pena ni reparar pero al que de alguna manera se le tiene algo de compasión porque no sabe que a la postre está siendo utilizado.

Así que posiblemente lo que la edil Badanelli quiso hacer en el pleno fue una advertencia a su excompañero de filas. Por ejemplo, Urbano podría haber sido definido por la portavoz de la oposición voxista como ideólogo de ida y vuelta, tal que un cantaor por colombianas, porque como hemos apuntado don Julián del PP pasó a Vox y regresó de nuevo al PP en un ejercicio de circularidad ciertamente efectista. Si a los militares se les supone el valor, en el político la habilidad es una actitud indiscutible. ¡Ay de aquel en el oficio de la política que no sepa cambiar de chaqueta como de principios, sin que apenas se le note en el careto! En el ámbito local tenemos varios ejemplos notables de un tancredismo mutante con aires de toreo sobrio pero productivo para sus platos y despensa. Así que tontos, lo que se dice tontos, hay pocos en ese sector. Pero qué duda cabe que a veces, sobre todo si uno se pasa de listo, acabe mereciendo el descriptivo – que no peyorativo- título de tonto útil.

En el caso de Urbano, además de conocer con destreza varios oficios y practicar diversas habilidades artístico-marciales, se está dando últimamente el efecto imán de aquél que reúne apelativos sabrosos con la misma frecuencia que le cambian responsabilidades municipales. Hace poco el maestro Rafa Ruiz lo llamó licenciado vidriera en una de sus estupendas columnas en el ABC, lo cual es un homenaje a Cervantes (y su posible cordobesía) y un rescate culto y emocional de un apelativo desusado, ya casi perdido en estos digitales y logsianos tiempos. No creo, ni mucho menos, que al edil le hayan molestado tales remoquetes y que don Julián agradecerá esas muestras de cariño como los contribuyentes apreciamos la sal y la pimienta en las intervenciones de nuestros munícipes durante los plenos ordinarios, recordando así mismo el señor concejal que torea en esa plaza por voluntad propia. Ya se sabe que el que con sus manos se capa, buenas verbenas se deja.

Y conviene matizar de nuevo que no es lo mismo un tonto útil que, por ejemplo, un tonto a las tres o un tonto a la hora de almorzar. Ni mucho menos.