Resistencia de San Rafael
«Gracias en gran medida a su custodio, Córdoba quizá sea sin exagerar una de las ciudades más católicas del mundo actual»
«EL cristianismo de una sociedad es directamente proporcional al número de abadías que funda», dice uno de los escolios de Nicolás Gómez Dávila. En Córdoba, quizá más humildes, se basa en los triunfos de San Rafael que se erigen. Pocas ciudades tienen la suerte de que uno de los arcángeles más importantes se aparezca en reiteradas ocasiones, jurando en una de ellas que, entre sus diversas misiones, se cuenta la de ser su guarda.
Vemos hoy en ese juramento no sólo la efectiva protección contra las calamidades, sino algo aún más complicado, la resistencia al influjo de los valores que rigen las sociedades occidentales, esencialmente anticristianos y, a la postre, por tanto, anti-humanos. Gracias en gran medida a su custodio, Córdoba quizá sea sin exagerar una de las ciudades más católicas del mundo actual, a pesar del asedio por doquier de todo tipo de ideologías dañinas, algunas de la cuales, por cierto, ya afectaron a los propios triunfos de San Rafael.
Y es que el último de ellos data de 2014, el situado en la calle Sebastián Cuevas, donde antaño estuvo precisamente el San Rafael del antiguo estadio de fútbol El Arcángel. Esta obra colectiva está ya imbuida del narcisismo de los artistas que han de dejar su impronta por encima de la tradición. Cuenta por tanto no con un punto irreverente o transgresor, sino voluntaria y manifiestamente irrespetuoso, sobre todo al tratarse, además, de una reivindicación vecinal de entonces.
Entre ese San Rafael y el primero, el del Puente Romano, de 1651, vemos cierta efervescencia en el siglo XVIII, con la construcción de siete de estas estatuas. Del triunfo de la Plaza del Potro pasan cuarenta años hasta el de la Fuenseca, y de ahí nada más y nada menos que casi siglo y medio hasta el del puente de San Rafael. El de Sebastián Cuevas llegaría 61 años después. Pero también ha habido uno que se ha marchado y no se sabe donde está, el del Alpargate, también del siglo XVIII, derribado por una tempestad en vísperas del día de su celebración el año pasado.
Vemos en todo lo que implica San Rafael en Córdoba, desde los nombres de los niños a la tradición del perol en familia el 24 de octubre, desde las iglesias a los cultos, desde las celebraciones a las obras de arte, una obstinación en la resistencia, entereza ante lo nocivo y confianza en la Verdad, como si el propio custodio ejemplificase el primero dichas cualidades. Y así debe ser.
Indicaba estos días Juanjo Roig, autor del libro ‘Los triunfos de San Rafael’, que sería necesaria una restauración de la mayoría debido a su mal estado. Y añade el que suscribe estas líneas que una modificación de la escultura de la calle Sebastián Cuevas y algún nuevo proyecto para que no pase otro siglo hasta el siguiente triunfo. Engalanemos estas estatuas por las que circula el aire de la verdadera libertad, la que representa Jesús de Nazaret, aquel sobre el que realizó su juramento en Córdoba un arcángel en 1578.