Pulso legalÁlvaro Caparrós Carretero

La plaga de los patinetes eléctricos: caos rodante en nuestras calles

«Respeten las normas, piensen en los demás y quizás entonces podamos convivir en armonía»

No sé en qué momento decidimos que convertir las aceras y calzadas en circuitos de carreras para patinetes eléctricos era una buena idea. Lo que empezó como una alternativa ecológica y moderna al transporte urbano se ha convertido en una auténtica plaga que amenaza la seguridad y la paciencia de peatones y conductores por igual.

En España, los patinetes eléctricos han invadido nuestras ciudades sin control aparente. Aunque la Dirección General de Tráfico (DGT) ha intentado poner orden con normativas que limitan la velocidad a 25 km/h y prohíben su circulación por aceras y zonas peatonales, la realidad es que estas reglas se respetan tanto como las dietas. Es decir, poco o nada.

Córdoba, con sus encantadoras calles, no es la excepción. Pasear por el centro se ha convertido en una actividad de alto riesgo. Los patinetes aparecen de la nada, conducidos por individuos que parecen creer que las normas de tráfico son meras sugerencias. Peatones, turistas y hasta palomas deben estar en alerta constante para evitar ser arrollados por estos silenciosos pero peligrosos vehículos.

Los usuarios de patinetes eléctricos parecen seguir un código de circulación propio. Semáforos en rojo, señales de stop, pasos de peatones... todo es opcional. ¿Casco? ¿Para qué, si el viento en el pelo es parte de la experiencia? ¿Seguro obligatorio? Mejor invertimos ese dinero en una batería más potente para ir aún más rápido. Al final, parece que la única regla es la ley del más osado.

Las estadísticas no mienten. Los accidentes relacionados con patinetes eléctricos se han disparado en los últimos años: fracturas, contusiones y, lamentablemente, algún que otro fatal desenlace. Pero, ¿a quién le importa cuando se trata de llegar cinco minutos antes a destino?

Y no nos olvidemos de las autoridades locales, grandes responsables indirectos de la situación. La regulación existe, sí, pero su aplicación brilla por su ausencia. Las sanciones son escasas y la vigilancia, prácticamente inexistente. Es como si hubieran decidido que el caos es parte del encanto urbano. Mientras tanto, los peatones nos vemos obligados a desarrollar reflejos felinos para esquivar a estos modernos centauros eléctricos.

Propongo que, ya que estamos, instalemos semáforos especiales para patinetes que siempre estén en verde. Total, parece que los colores no importan demasiado. O mejor aún, que las aceras se conviertan en autopistas exclusivas para ellos, y los peatones nos adaptemos caminando por los tejados. Al menos tendríamos buenas vistas.

Hablando en serio, es urgente tomar medidas. Los patinetes eléctricos deben ser regulados con firmeza. No basta con normativas que nadie cumple; es necesario que se apliquen sanciones efectivas y que se realicen campañas de concienciación. Los usuarios deben entender que manejan un vehículo que puede causar daño, y que su diversión no puede estar por encima de la seguridad de los demás.

Algunos argumentarán que los patinetes eléctricos son una alternativa sostenible y eficiente al transporte tradicional. Y pueden tener razón. Pero sin regulación ni sentido común, se convierten en una amenaza más que en una solución. Es como dejar que un niño juegue con cerillas en una gasolinera porque le divierte el fuego.

Mientras tanto, los peatones seguiremos siendo los grandes perjudicados. Hemos pasado de preocuparnos por cruzar correctamente la calle a temer por nuestra integridad incluso en las aceras. Y todo porque unos cuantos deciden que las normas no van con ellos.

Es hora de recuperar nuestras calles. De exigir a las autoridades que hagan su trabajo y garanticen la seguridad de todos. De responsabilizar a los usuarios y a las empresas de patinetes por el desorden y el peligro que están causando.

Quizás suene exagerado, pero si seguimos así, pronto tendremos que equiparnos con casco y protecciones para simplemente dar un paseo. O mejor aún, quedarnos en casa y resignarnos a que el espacio público ha sido tomado por esta horda de patinetes descontrolados.

En conclusión, los patinetes eléctricos, tal y como están siendo utilizados hoy en día, representan más un problema que una solución. Es necesario poner freno a esta situación antes de que tengamos que lamentar más accidentes y pérdidas. La movilidad sostenible es importante, sí, pero no a costa de la seguridad y el bienestar de la mayoría.

Así que, estimados usuarios de patinetes eléctricos, les invito a reflexionar. Respeten las normas, piensen en los demás y quizás entonces podamos convivir en armonía. De lo contrario, seguiremos viendo cómo la anarquía sobre ruedas se apodera de nuestras ciudades, y nadie quiere vivir en un caos permanente.

Pero más que reflexión o sentido común, el menos común de los sentidos, por desgracia, esto es cuestión de una regulación eficaz, que se cumpla. Parece que el Ayuntamiento actúa con la misma ineficacia que con las terrazas de la hostelería, EXISTE IMPUNIDAD.

Es momento de actuar con responsabilidad. Recuperemos el control de nuestras calles antes de que sea demasiado tarde. Porque, al final del día, todos merecemos caminar y conducir con tranquilidad, sin temor a ser sorprendidos por un patinete fuera de control.