De comienzo en comienzoElena Murillo

Las vidas de un viaje

«Al prepararlo uno sueña con el lugar, permitiendo que la imaginación vuele al modo en que lo hacemos al sumergirnos en un libro cuya trama se empieza a sentir en primera persona»

En esta vida somos muchos, por lo que hay gustos para todos los colores. Cada cual tiene sus costumbres, aficiones, pasatiempos e incluso manías que lo hacen diferente a los demás. Una de esas distracciones se proyecta en los viajes, y también ahí se encuentran diferencias entre los que prefieren quedarse en casa y los que adoran convertirse en trotamundos. Al que viaja se le llama viajante o viajero, turista o mochilero, excursionista o aventurero; cada uno de los términos goza de su matiz correspondiente, por tanto, la identificación con uno de estos modelos no será difícil.

No es que un viaje tenga siete vidas, que podría, pero sí pueden distinguirse claramente tres momentos de disfrute en los citados periplos. He oído muchas veces hablar de que un viaje se vive tres veces y no les falta razón a aquellos que defienden esta idea: la preparación, la experiencia y el recuerdo. Reconozco que es así.

Al prepararlo uno sueña con el lugar, permitiendo que la imaginación vuele al modo en que lo hacemos al sumergirnos en un libro cuya trama se empieza a sentir en primera persona. Trazamos el itinerario, planeamos las visitas, simulamos virtualmente distancias y recorremos a través de la mente los espacios de la zona a transitar. Y, así, se va organizando hasta que llega el momento real del desplazamiento.

Llega la fase esperada, la de gozar con el plan establecido. No es lo mismo imaginar que vivir; por ello, la experiencia real es el culmen de la ruta proyectada. Andar en el sitio elegido, ver y admirar; despertar los sentidos descubriendo territorios, personas, culturas y curiosidades; sacar el máximo partido a una vivencia de las más completas del mundo, de las que nos hacen enriquecernos y crecer como personas.

La tercera vida corresponde al regreso. Lo vivido se perpetúa en nosotros, el recuerdo se extiende en el tiempo, está candente en la memoria, en aquella imagen que inmortalizamos en una fotografía o que captó nuestra retina para siempre. También en la recreación de un diálogo si fue compartido con otros.

Sintamos que existimos, busquemos destinos deseados, sin prisas, con el deleite de la llegada y el radiante regreso a nuestro discurrir terreno para regocijarnos mientras recordamos días y viajes con su pertinente compañía.

En su poema 'Viaje sin llegada', Gloria Fuertes decía: La Tierra como león enjaulado / da vueltas alrededor del Sol / con su cadena de hombres. / Desde que hemos nacido viajamos / a ciento doce mil kilómetros por hora. / La Tierra no se para / y sigue dando vueltas, / por eso hay tanto viento, / por eso siempre hay olas, /por eso envejecemos tan deprisa, / por eso estamos locos, / porque toda la vida haciendo un viaje sin llegada / cansa mucho los nervios.

Que estos versos sirvan para la reflexión del tema elegido.