El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

Los a-sí-mismos-llamados-docentes

Una profesora, Rosa, manifestaba estos días a través de su cuenta de X lo siguiente: «No me parece normal tener que pelear en Bachillerato para que escriban oraciones con sujeto y predicado, las empiecen en mayúscula y escriban un punto al final» A partir de ahí surgía un pequeño debate sobre la ortografía en la escuela y el sistema educativo en general. Rosa no tenía tanto por lo que quejarse. Hace años, cuando trabajaba en un diario digital, tuve la oportunidad de contemplar una delicatessen. Un alumno de segundo de comunicación que hacía prácticas en el lugar, sencillamente no ponía los verbos. Y así, un titular de esta guisa, ‘El alcalde inaugurará mañana la exposición sobre Julio Romero de Torres’, quedaba de esta otra: ‘El alcalde mañana una exposición sobre Julio Romero de Torres’. La acción se omitía, supongo que por sobreentendida o como en una mezcla de periodismo y pasatiempo en la que el lector tuviera que hallar el término hurtado. A partir del titular, los primeros dos o tres párrafos iban sin verbos, y ya empezaba a ponerlos en el tercer o cuarto párrafo, como si cayesen por su propio peso. Aquello me maravilló. ¿Cómo había llegado esa persona a semejante curso y encima...de comunicación?

Una de las claves la ofrece el profesor y escritor Fernando Alberca en estas mismas páginas de La Voz de Córdoba. En su obra ‘La magia del esfuerzo’ aboga por la vuelta del trabajo y sacrificio a las aulas, como modo no sólo de mejorar la educación de los alumnos, sino también de combatir una infelicidad cada vez mayor que está incrementando los índices de suicidio adolescente. Para el autor, el esfuerzo, su grandeza y el sentido del deber componen un chaleco salvavidas contra el vacío que sienten los más jóvenes.

Ocurre sin embargo, que cuando se trata este asunto nos topamos con los docentes, antiguamente conocidos como profesores o maestros. Hoy los docentes se llaman a sí mismos docentes, eludiendo los otros dos vocablos en favor del más moderno, que jamás se utilizó, y que parece fundirse con la concepción pública o funcionarial de la profesión. En el ámbito de la salud ha sucedido algo parecido con la palabra sanitario, que incluye ya los trienios y los días de asuntos propios.

Y así, en toda disquisición educativa, los a-sí-mismos-llamados-docentes suelen culpar a la burocracia o las distintas leyes educativas de los males que aquejan a su labor. Sin embargo nunca entran en lo mollar: un profesor que narra en clase a un grupo de niños pequeños. ¿Qué ocurre ahí para que durante varios cursos de primaria esos niños no adquieran ni los rudimentos de su propia lengua? ¿Y cómo van siguiendo su camino escolar sin que nadie diga nada? Los a-sí-mismos-llamados-docentes les dirán que es por la nueva ley o porque tienen que rellenar un folleto.

En el mismo debate de X que comentaba en el primer párrafo, otro tuitero, José Manuel López Vega, indica: «Ignoro hasta qué punto sea 'normal' -en términos puramente estadísticos-, pero en todo caso indicaría que el alumno accedió al Bachillerato con fraude, alentado por la dejación de funciones de sucesivos evaluadores». Y ahí está la otra clave. El mismo esfuerzo que Fernando Alberca quiere para los niños, deberíamos exigirlos para los maestros. ¿Cómo llega alguien a segundo de carrera sin poner los verbos en las frases? Por ese mismo fraude cuyos responsables han de ser necesariamente un nutrido grupo de los a-sí-mismos-llamados-docentes en diversos cursos.

A lo largo de los años he asistido a multitud de debates educativos, bien en persona o a través de las redes. En ninguno de ellos vi crítica alguna de los profesores hacia su trabajo. Por ello me quedé recientemente anonadado en X ante la actitud de otro tuitero profesor, y magnífico articulista, que firma como ‘Profesor secundario’. En diversos textos realizaba autocrítica y apostaba incluso por la reducción de las vacaciones tan extensas que disfruta el gremio. Una verdadera rareza que le honra. Pero se trata de un profesor o un maestro, no de un docente-para-sí-mismo.

Toda mejora del sistema educativo debería abordarse con un estudio exhaustivo de lo que está ocurriendo en el aula, de las capacidades y aptitudes de los profesores, pero partiendo de lo nuclear: la mera comunicación en clase. Antes de que un alumno no se esfuerce hay un a-sí-mismo-llamado-docente que hizo lo propio. Pero con premeditación y alevosía.

Ahora mismo hay un trabajador adulto * los verbos por esa causa.

* Ejercicio. Que un docente-para-sí-mismo averigüe la palabra que falta en la anterior frase.