La aceraAntonio Cañadillas Muñoz

Vivir nuestra Navidad

Hay que recordarle al mundo que quien nació en Belén no fue Papá Noel

El paseo por la acera de hoy ha sido nocturno. He querido comprobar la exteriorización y vivencia popular de nuestra Navidad. Así, mi primera parada ha sido en el Palacio de Orive, donde un grupo de amigos que conforman el grupo «Reencuentros» cantaba dentro de la XXXII Muestra de corales que promueve cada año el ayuntamiento. Me apetecía escuchar villancicos.

Según algunos historiadores, este canto surgió por el siglo XIII, siendo difundido en España en los siglos XV y XVI. En sus inicios fue una forma poética española y lo usaban como registro de los principales hechos de una comarca. En el tiempo sufrió muchas transformaciones, hasta que en el siglo XIX su nombre quedó con la denominación de «canción de Navidad». Su temática se centra en el Niño Jesús, la Virgen María, San José, los Reyes Magos, los pastores y la Estrella de Belén.

Terminado el concierto, seguí mi paseo por el Centro de la ciudad. Y me di cuenta que la Navidad de la calle ya estaba aquí. Vi el nuevo espectáculo de luz y sonido, los pasacalles navideños, el mercadillo de Navidad, el Belén municipal, la Zambomba Flamenca, y hasta llegué a tiempo de ver la Navidad en los Patios. Son muchas las actividades programadas para estos días. Desde el concierto de Navidad de la Orquesta de Córdoba, hasta los numerosos Belenes expuestos en diferentes puntos de la ciudad, peñas y entidades privadas.

Todas las calles presumían de luces que también indicaban que está aquí la Navidad. Por cierto, ya en el Evangelio de San Juan, Jesús dijo a los judíos: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.» Ese es su significado. Tenemos la oportunidad de ir por la calle y ser conscientes de que esas luces no representan en realidad un «boom» comercial, sino más bien identificarlas con la luz de Cristo y también la nuestra, porque no olvidemos que los cristianos, en nuestro afán de querer parecernos a Jesús, estamos llamados a ser luz del mundo.

Pero también debemos hacer algunas reflexiones en estas fiestas de celebración. En una sociedad que intenta eclipsar el nacimiento de Cristo, adornando esta festividad de consumismo y «nuevas tradiciones», ante una vida que se vuelve egoísta, derrochando en cosas insignificantes, en cosas que nos hace creernos más importantes o queridos porque figure una marca en nuestra ropa, o porque el cilindraje que tenga nuestro vehículo sea de mayor potencia, … Los creyentes debemos seguir anunciando el nacimiento de Jesús.

Con esta columna de opinión quiero unir mi voz a la de los profetas, que durante siglos preparaban al pueblo de Israel para la llegada del Mesías. Hoy vengo para pregonaros que la gran señal esperada ya ha llegado, que Dios viene a nacer entre nosotros.

Esta Navidad debemos vivirla de una forma natural, como siempre se recuerda, en la que se revive el nacimiento de Jesús… Una Navidad, en la que María y José, seguirán buscando un establo donde refugiarse… Una Navidad de celebraciones y fiesta cristiana, que con la llegada del Niño, nos ayude a renovar nuestro compromiso de cristianos, convirtiéndonos no solo en seguidores de quien nacerá, sino en fieles imitadores de su vida.

En este momento histórico, en los que la desesperanza y el sinsentido se han convertido en la gran amenaza para el hombre de hoy debemos mirar al cielo y pedir que esta Navidad, el Señor venga con su alforja rebosando paz… y volver a renacer como un hombre para recordarnos nuestra propia Humanidad. Os pido que metamos la Navidad en nuestras vidas y la hagamos nuestra, sintiendo que está dentro de nosotros.

Estas fiestas de la Navidad son más cosas: la soledad que encarcela al que no tiene dónde ni con quién huir y la desesperación del que habita lejos de su estirpe. La Navidad se sufre, también se sufre. Es la agonía del que se come lo que no tiene. La hipocresía del que aparenta lo que no es. La fogata de los sin papeles. El comedor del pobre. La maldición del que quiere y no puede. En Navidad nos sentimos amados, inundados por una esperanza nueva que nos invita a hacernos sencillos, como los pastores…. Pensemos también en esta otra Navidad.

Muchas personas y familias experimentan una verdadera alegría en Navidad. Hay una atmósfera especial que invita a ello: las calles se llenan de luces preciosas y por todas partes suenan villancicos. Nos invade el espíritu navideño con sus intensas emociones, su ilusión, añoranza, amor, tristeza, esperanza, culpa, vergüenza y felicidad.

Sí, eso es verdad, pero la realidad es que para muchas familias esta Navidad no será la deseada sino la real de este tiempo que les ha tocado vivir. La que no se puede compartir con tranquilidad y felicidad por muchos motivos: porque hay conflictos aún abiertos que han hecho mella en la relación familiar, porque estamos físicamente lejos o porque no hay medios económicos suficientes…

Cuando no podemos vivir estas experiencias no solo estamos perdiendo una cena rica, un regalo o una conversación interesante, estamos perdiendo el amor que se recibe y se da a través de estos. El deseo de amar y ser amado está inscrito en nuestros corazones, y a eso no se puede renunciar.

El mismo Papa Francisco dijo que en Navidades también debemos pensar en los pobres, en los olvidados, en los niños abusados y explotados y en los que están enfermos, en las mujeres y hombres maltratados, y todos los que pasarán estas fiestas en los hospitales.

Repensemos nuestras prioridades y concentrémonos en el verdadero signo de esta Navidad. El Niño que viene entre nosotros. Esta Navidad debe ser la de compasión, y de solidaridad, porque existen personas que perdieron todo y sus familias se fracturaron, se rompieron en mil pedazos, y se verán durante un tiempo rodeados de ruinas por todas partes. Me refiero a la dichosa DANA. Por todo esto, este año debe ser el de entender y celebrar el verdadero significado de la Navidad.

Por cierto, Papá Noel, tal como lo conocemos en la actualidad, nació en 1931 de la mano del dibujante Haddon Sundblom tras recibir el encargo de D'Arcy, la agencia de publicidad de Coca‑Cola. El objetivo era crear un personaje a medio camino entre lo simbólico y lo real, la personificación del espíritu navideño y la felicidad de Coca‑Cola. Para ello, el ilustrador se inspiró en el poema A Visit From St. Nicholas, de Clement Clark Moore.

Vivamos nuestra Navidad, la del nacimiento del Niño Jesús que culmina con la visita de los Reyes Magos. Hay que recordarle al mundo que quien nació en Belén no fue Papé Noel.

Queridos lectores, os deseo la mejor Navidad. Vivámosla.