Al tenazónRafael del Campo

Dios viene a vernos

Estará con nosotros en lo importante, en lo prosaico, en lo trascendental y en lo cotidiano

Yo creo que no hay cosa más complicada que escribir una columna para un día de Nochebuena: nos pongamos como nos pongamos, en este día tiene uno los pálpitos muy delicados y añorantes y si no se aplica con mucha voluntad y bastante tino, lo escrito puede deslizarse por el siempre prosaico camino de lo elemental o, lo que es peor, de lo sensiblero.

Si uno aborda (es un poner ) esta festividad desde el punto de vista religioso, podría hacer una disquisición sobre el sentido autentico de la Navidad, sobre cómo se corrompe año a año y sobre cómo hemos conseguido ( especialmente los cristianos con nuestra molicie y conformismo ) que esta efeméride, de hondísimo sentido teológico, sea ya una imagen del consumo, de la superficialidad y del buenismo.

También podríamos reflexionar desde una perspectiva política ajena a lo religioso. En tal caso, si consideramos la Navidad como una simple tradición, deberíamos enfatizar que tiene los días contados : quienes mandan en Europa desde hace años siguen empeñados en imponer la agenda 2030 y en acabar con lo tradicional, con lo arraigado en el corazón del pueblo…De seguir así las cosas, en unos años, Europa dictaminará que la Navidad ofende a los pueblos que de modo silencioso y soterrado nos están invadiendo ( sí, invadiendo ) y que, por ello, debe ser sustituida por otra fiesta de distinta denominación y significado. Tiempo al tiempo…

Sobre cualquiera de los enfoques que apunto más atrás, y otros que omito por no hacerme pesado, escriben en el día de Nochebuena plumas de primer nivel que, por hacerlo no pierden su calidad literaria, pero sí, al menos, su originalidad.

Por ello yo quería trasladaros un recuerdo personal, algo íntimo, de un día de Nochebuena. No hay en este recuerdo ni buenos propósitos, ni reflexiones más o menos aprovechables, ni crítica al sistema…no hay nada de eso. Hay, eso sí, memoria, que no es poco. Y evocación. Si me apuran, hasta un poco de melancolía.

Vamos allá: aquel día de Nochebuena mi padre y yo almorzamos pronto y escaso, echamos los achacales a la maleta del coche y todavía con el gustillo del café en el paladar, culebreamos ascendiendo por la carretera de Trassierra, hasta llegar a una finca donde teníamos un coto con un buen paso de zorzales.

La línea de puestos estaba vacía: ninguno de los socios había subido aquella tarde a tirar, se conoce que andaban ocupados con cosas de la cena y otros compromisos familiares. Por ello, mi padre y yo elegimos los pasos mejores. Recuerdo que la tarde era luminosa y fresca y, como había llovido bien, el campo estaba hermoso. Desde mi posición, a media ladera de un cerro, se veían las caídas de monte verdísimo que buscaban la vega del Guadalquivir y, tras remansarse en el río, se enseñaban las fértiles tierras de la campiña cordobesa resubiéndose hasta llegar a la línea del horizonte, donde se confundían con el cielo azul y desaparecían.

Pronto empezaron a pasar los zorzales. Mi padre siempre ha sido una buena escopeta pero, en aquellos tiempos, aun estaba joven y había pocos pájaros que se le resistieran: el que medio pasaba a jurisdicción tenía poco que hacer, aparte de rezar lo que supiera. Yo veía un punto negro en el cielo azul; la figura de mi padre se arrugaba un poco y se pegaba a la pantalla; luego se desencogía, apuntaba y pom, el pájaro hacia una pirueta, se desenganchaba de su volar, y caía al suelo. Y en seguida a cobrarlo, que el zorzal es chico y el terreno estaba sucio de arbustos y si uno no era diligente el pájaro se perdía. Entre zorzal y zorzal también se descuidaron otros pájaros: cascanueces, mirlos...en fin. En aquellos tiempos (hace muchos años, ya está todo prescrito) no teníamos gran conciencia de lo que era proteger a cierta clase de fringílidos o tordos y, si la teníamos, no la respetábamos…¡ para qué nos vamos a engañar¡ Así que había poca contención: si el pájaro era gordezuelo seguía la misma suerte que el zorzal : pom y al suelo.

La tarde fue pasando pausada y feliz y, poco antes de que el sol relumbrara sus últimos estertores en el horizonte, teníamos ya recogida una variopinta percha de pájaros de diversas razas, las escopetas y los apechusques guardados coche y estábamos listos para volver. Fue entonces que barrunté el petardeo de un vehículo acercándose y cuando lo vislumbré me sacudió el escalofrío por el espinazo : la guardia civil.

Eran dos los agentes : uno atacado de carnes, con cara redonda y sonrosada, con mirar bondadoso y con chapetas. El otro, más bien magro, tenía un bigotillo ramplón sobre el labio: algo así como las cañas de un trigal miserable cuando la cosecha está malbaratada. Se nos acercaron con el señorío que caracteriza a los miembros de este benemérito cuerpo .

- Buenas tardes.

- Buenas tardes.

Yo, contaminado del buenismo que caracteriza estas fechas, pensé que todo se iba a limitar a desearnos recíprocamente una feliz Navidad. Nada más lejos de la realidad. Nos pidieron todos los papeles imaginables:

- ¿Me permiten la autorización del presidente de coto?

- Aquí tiene.

- Licencia de caza, por favor…

- Aquí tiene.

- Permiso de armas.

- Aquí está.

- ¿Seguro…?

Menos el certificado de nacimiento lo pidieron todo….

Cuando ya estábamos a punto de irnos, y ya nos había felicitado la Navidad y nos faltaba, como quien dice, darnos un abrazo, uno de los guardias, el más encanijado que lucía un bigotillo ramplón sobre el labio, tuvo una malhadada ocurrencia:

- Abran ustedes el zurrón que vamos a examinar las piezas….

Ahí ya no había salvación posible porque junto con el racimo de zorzales, y entreverados entre ellos, había en la percha algún otro pajarillo de caza prohibida que, por descuido o no, había sido abatido. Pero en Nochebuena siempre ocurren cosas felices, aunque sean menores. Se conoce que la inminencia del nacimiento de el Salvador predispone a las circunstancias para ser favorables. Por eso, antes de que yo abriera el zurrón, se acercó el guardia gordezuelo, el de la cara redonda y sonrosada, con bondadoso mirar y con chapetas. Se dirigió al compañero, que era de menos graduación, y le ordenó:

- Déjalo ya. Todo está bien. Nos vamos.

Con el susto en el cuerpo nos volvimos para Córdoba : ya había caído la tarde y las sombras se iban confundiendo con las jaras y con las copas de los chaparretes y de los acebuches, creando una visión ciega, de absoluta oscuridad. Los faros lampareaban el carril y lentamente, con la mesura que imponen los baches, llegamos a la carretera. Y luego a Córdoba

En casa ya estaba puesto el Belén. Un Belén sobrio de personajes. Estaban los esenciales : San José, la Virgen y, yaciendo en su cuna, un niño Jesús gordezuelo, con la cara redonda y sonrosada, con bondadoso mirar y con chapetas. Me recordó al guardia civil. Mi padre lo tomó en sus manos y, como hacía cada año en Nochebuena, lo besó. Luego mirándome muy serio dijo:

- Hoy Dios ha venido a vernos. No lo olvides.

Yo no pude evitar pensar que mi padre se refería al nacimiento del Niño Jesús como salvador de la humanidad, como redentor. Pero no sólo a eso. El irónico brillar de su mirada me lo confirmó: tal vez Dios nos ayudaba también en las cosas más sencillas…

- Hoy Dios ha venido a vernos. No lo olvides.

Aunque ya han pasado muchos años ( ¿ cuarenta? ) no lo he olvidado. Por ello, para todos vosotros, mis queridos lectores, tengo este deseo ferviente: que sepáis, que sintáis, que esta noche Dios viene a vernos y que estará con nosotros en lo importante, en lo prosaico, en lo trascendental y en lo cotidiano…hasta el final de los tiempos.

Feliz Nochebuena.