Feliz Navidad
En la pequeñez y humildad, en una cuna que acoge al Dios de la humanidad, hoy se ha encendido una luz
Maravillosa casualidad. Maravillosa coyuntura la que me ofrece esta ventana para poder felicitarte hoy, a ti, amigo lector. Sé que sois bastantes los que, cada miércoles, dedicáis unos minutos a leer uno de mis pensamientos que se desarrolla a lo largo de unas pocas palabras. A todos vosotros, así como a los que de manera esporádica también lo hacéis, gracias y feliz Navidad.
Qué hermosa circunstancia, qué suerte disfrutar de una festividad que, pese a ser cristiana, es celebrada incluso por quienes se consideran ateos. Pocos renuncian a vivir unos días en familia, dedicar una palabra sincera, obsequiar un detalle…, en definitiva, a pensar un poco en los demás si no se ha hecho en otro momento del año. Es una ocasión para detenerse, meditar y hacer balance del tiempo que pasó. Y también es tiempo de tradiciones: de preparar la mesa de un modo especial; de volver a cocinar ese plato que solamente se come en Navidad y hacerlo en casa; de reencuentros; de visitar Belenes y palpar el ambiente alegre en la calle; de escuchar y cantar villancicos; de ver películas como Cuento de Navidad o Qué bello es vivir. Todo eso y mucho más encierra la conmemoración del nacimiento de Jesucristo. Para mí, una de las fechas más bonitas y esenciales del calendario.
Quizá estos días se hayan convertido en la fiesta del consumismo, pero también son días para cultivar la interioridad. Las Jornaditas de Belén, una tradición extendida siglos atrás fundamentalmente en los conventos y que ahora empieza a hacerse popular en numerosas parroquias, han resultado una oportunidad singular de preparación. Hacer memoria del recorrido de San José y la Virgen, caminando o subida en un burrillo, al ir desde Nazaret hasta Belén. Los relatos del camino se convierten en oración: sacando agua del pozo, sentados junto al fuego o pidiendo posada, se van revisando cada uno de los acontecimientos.
En la pequeñez y humildad, en una cuna que acoge al Dios de la humanidad, hoy se ha encendido una luz. En ella descubrirán la esperanza los que se encuentran lidiando batallas difíciles. En ella pongo a las personas de mi círculo más próximo y también a aquellos que, aún sin conocerlos, están viviendo la auténtica Navidad. Porque la Navidad no es tener las cosas fáciles, sino afrontar la dificultad para salir reforzado; responder con una sonrisa cuando las circunstancias no son favorables o ante personas que se merecen la mayor de las ignorancias. La Navidad es tener claro que «ningún hombre es un fracaso si tiene amigos», un gran mensaje encerrado en una frase que nos recuerda el clásico de cine citado anteriormente (Qué bello es vivir).
Mis mejores deseos para ti, tu familia y tu entorno. Feliz Navidad.