La verónicaAdolfo Ariza

En la muerte de David Lodge

El pasado 1 de enero fallecía en Birmingham el novelista, crítico y guionista inglés David Lodge (1935-2025). Acerca de él y de su novela Almas y cuerpos ya he glosado algo en esta misma «Verónica» sobre todo en lo que atañe a unos personajes de la misma en los que, por un lado, nunca ha habido una verdadera experiencia de creer «Él con el corazón» y, por, otro lado, un hecho como que «no solo debemos creer, sino que también debemos ser conscientes de que creemos: vivir nuestra fe y al mismo tiempo verla desde fuera». En este sentido, es especialmente sugestivo el relato de la experiencia de uno de los protagonistas de la novela: -«Junto a las aguas de Disneylandia me senté y lloré. Encontré lo que andaba buscando».

En Lodge, he de decir que he encontrado una singular capacidad para hacer relato de las búsquedas propias de aquel que en el horizonte de su mirada ve aparecer un Alguien que le hace pasar del más relativo o absoluto de los desprecios a una no comprensión de la existencia sin Él. Este mismo dato lo he encontrado en otra de las novelas de Lodge, Un hombre con atributos. En esta novela, Hebert George Wells – el celebérrimo autor La máquina del tiempo y El hombre invisible – desgrana, a través de la prosa de Lodge, su larga existencia, toda ella surcada por actitudes contradictorias que han marcado su evolución como persona. De Wells el mismísimo Chesterton llego a decir en Herejes que no estaba «suficientemente despojado de la visión científica más estrecha para ver que hay algunas cosas que realmente no deberían ser científicas». Chesterton percibe en sus personajes la paradoja de hombres que «tienen dignidad, si es que son hombres» pero que no alcanzan la autentica felicidad puesto que esta está «en la pérdida de la dignidad, ante Dios o ante el hombre». Chesterton lo tiene muy claro en su juicio a Wells: «En su nueva Utopía dice, por ejemplo, que un punto original de la Utopía sería no creer en el pecado original. Si hubiese empezado por el alma humana – es decir, si hubiese empezado por él mismo – habría encontrado el pecado original casi como la primera cosa en la que creer».

Pero, si bien Wells «sostiene que no hay ideas seguras y dignas de confianza sobre las cuales podamos apoyar una satisfacción mental definitiva» (sigo con Chesterton), no se puede decir que datos biográficos como el reseñado sean inamovibles para la Gracia. De ello da buena fe el relato biográfico de Lodge. En el punto álgido de la biografía, y en la ficción de que se trata de una entrevista de Lodge a Wells, resuena con especial fuerza un interrogante de Lodge a raíz de la novela de Wells El señor Britling -¿También autobiográfico en Lodge?-: “¿de verdad te creías todo ese rollo teológico que aparece al final? ¿O era solo una hábil estrategia para congraciarte con el público británico?

El caso es que el personaje Britling, que ha afirmado que cree en Dios pero «no en el Dios de los teólogos», ha descubierto que hace un tiempo que cree en «un pobre Dios ridiculizado y herido, clavado en una cruz material»; que este Dios «algún día, triunfará». «Pero ahora no es justo decir que él es la causa de todo lo que sucede. Dios no es absoluto; Dios es finito (…). Un Dios finito que lucha a su manera, grandiosa y extensa, como nosotros luchamos a la nuestra, débil y tonta». A sí mismo se pregunta: «¿Para qué?» y a sí mismo se responde: «Si yo pensara que existe un Dios omnipotente que contempla desde lo altos las batallas y las muertes y toda la devastación y todo el horror de esta guerra, un Dios capaz de evitar estas cosas, le escupiría en su inexpresivo rostro. Dios se encuentra en la Naturaleza y en la Necesidad. La Necesidad es lo más extremo, pero Dios es lo más íntimo».

Tal vez pueda que en el ficticio Britling y en los reales Wells y Lodge se encuentre el sempiterno y no tan infrecuente fenómeno: «Se avanza constantemente hacia un misterio impenetrable, hacia una oscuridad silenciosa e ilimitada, contra la cual los obstinados apremios de nuestras mentes insatisfechas pueden luchar durante un tiempo, aunque al final serán derrotados».