Europa, grande otra vez
El vicepresidente de los Estados Unidos, J.D. Vance, ha pronunciado, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, un interesante y muy moderado discurso que, como es previsible, ya está siendo acerbamente criticado por los difusos dirigentes de Europa, por los medios de comunicación mayoritarios, y por muchos opinantes desinformados o parciales que, a buen seguro, ni tan siquiera lo han escuchado.
El discurso del señor Vance se compone de una amable yuxtaposición de verdades que son difícilmente refutables. Con tono amistoso y cercano, el vicepresidente de los Estados Unidos ha animado a Europa ( a sus actuales líderes, se entiende ) a que asuman sus obligaciones como gobernantes las cuales consisten, poco más o menos, en respetar los mandatos del pueblo al que se deben y garantizar la libertad de pensamiento individual de los europeos. Y les ha dicho sin tapujos que el problema no viene del exterior ( China, Rusia…) sino que el problema está dentro, o sea, que el problema son ellos. Esto, espetado a tenazón en la misma cara de los referidos dirigentes y sin anestesia alguna, ha provocado el natural sarpullido. Pero los ejemplos con que el señor Vance ha ilustrado su discurso hacen prueba de la realidad incontrovertible de sus afirmaciones. El vicepresidente ha traído a colación casos aislados que se producen en Europa, que son muy significativos y que, unidos a otros muchos, explican nuestra crisis y nuestra depauperación como continente, como civilización y como institución política supranacional. Ahí queda el caso de las elecciones celebradas en Rumania que, como quiera que no ofrecieran el resultado deseado para la oligarquía europea, han sido anuladas y pospuestas en la seguridad, ya avanzada por altos funcionarios, que si el resultado de las próximas convocatorias no les satisface volverán a ser anuladas de nuevo. O el ejemplo de un ciudadano británico condenado por rezar en silencio en las cercanías de una clínica abortista , ¡¡ atención !!, rezar por su propio hijo, abortado años atrás por él y su pareja. Y, por seguir poniendo ejemplos sin abandonar las islas británicas: la disposición legal escocesa que prohíbe rezar privadamente dentro de la propia casa, si esta casa se encuentra en las llamadas “ zonas de seguridad “ que se delimitan alrededor de las clínicas abortistas.
No se podrá acusar a la Administración Trump de ser confusa, diluida o evanescente. Las cosas las dice claras. Además de que hay cosas que, aunque no se pronuncien expresamente, quedan igual de patentes. Parece evidente que el vicepresidente, con toda cordialidad, nos han dado un lacerante ( y humillante ) tirón de orejas. O Europa espabila, se deja de gilipolleces variadas ( por ejemplo : agenda verde, la burocracia atosigante que lastra a nuestros agricultores, la sobre imposición tributaria para mantener a una Administración hipertrofiada e inútil…. ) y cuida sus fronteras para evitar la creciente pérdida de su valores históricos debida a la inmigración descontrolada, o el hermano americano verá en lejanía nuestra decadencia sin interferir demasiado, sin sacarnos las castañas del fuego, como ha hecho tantas veces a lo largo de los años: en la primera y en la segunda guerra mundial y durante la llamada “ Guerra Fría “, entre otras. Una muestra de que la cosa va en serio se deduce de las últimas declaraciones de von der Leyen que reconoce ahora ( ¡ qué curioso ¡ ) la necesidad de armar un ejército europeo potente, aunque a la par se lamenta de que no hay fondos para ello. Convendría recordarle las inabarcables estupideces de orden burocrático y buenista en que Europa ha dilapidado ( y sigue dilapidando ) la pasta esto últimos decenios.
Citaba Vance también a Juan Pablo II en uno de sus alegatos más célebres: ¡¡ No tengáis miedo ¡! Lo suscribo plenamente. Porque la crisis de Europa arranca del miedo. Del miedo a sí misma; del miedo a confrontar sus valores con los contrarios; del miedo a luchar, a reconquistar nuestras ideas, incluso a morir por ellas; del miedo a perder la comodidad y la humillante ración de pienso que en forma de paguitas y protecciones estatales tenemos prácticamente aseguradas; del miedo a la lucha por principios valiosos; en suma, como decía Don Miguel de Unamuno en memorable y simplísimo verso que desentraña el origen de la cosa : “ del miedo a la verdad “
Completo el recuerdo a Juan Pablo II, citando su alegato en Santiago de Compostela, el ya lejano 9 de noviembre de 1982. Reproduzco su ruego vital. Un ruego que tal vez fuese una amable provocación que hoy tiene más sentido que nunca: “Europa, sé tú misma “. Porque, al cabo, de eso se trata, de ser nosotros mismos de nuevo. Orillemos toda soberbia, toda estúpida vanidad, también todo complejo y empeñémonos en esta misión de volver a nuestros valores tradicionales, en esta misión que, curiosamente, es el lema del grupo parlamentario europeo Patriots y que no es otra que hacer a Europa grande otra vez.