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Viernes Santo: «Mirad el Árbol de la Cruz»

Actualizada 04:30

La Liturgia de los Oficios de este día, junto con la catequesis que nos ofrecen las Hermandades en las calles, nos permiten de una manera única profundizar en el Misterio de la Cruz, en la Muerte del Dios hecho Hombre. Si sabemos combinar ambas realidades, en verdad este día Santo será para los creyentes un momento de fe, que tampoco puede dejar indiferentes, como simples espectadores, a tantas personas que en las calles acompañan o contemplan nuestras estaciones de penitencia.

Una vez un extranjero me preguntó que cómo podíamos acompañar con flores y velas, con música de bandas y cantos de saetas, con vivas y aplausos, a una Mujer que lloraba por la cruel muerte de su Hijo. No lo entendía… porque no tenía fe, no abría sus ojos y sus oídos, su corazón, para entrar en ese Misterio de Amor y de Vida que así celebramos. Cuando le hablé de la Liturgia de este día, hecha de sobriedad, humillación, respeto, dolor, silencio… tampoco pudo entenderlo.

Sólo quien se acerca a la Cruz y a la Muerte del Salvador para unirse a estas realidades con un corazón atrapado por el Amor de Dios puede vislumbrar algo de este Misterio. Porque siempre se nos escapará algo de su profundidad, de la redención que nos trae ese Varón de Dolores, ese Siervo sufriente de Yahveh que carga sobre sí todo el dolor y la muerte del mundo. Y lo que es más importante, sigue con su Cruz elevándose por encima del tiempo y del espacio, para que oigamos su invitación por medio de la Iglesia: «¡Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo!». Y esa misma Iglesia responde a esa invitación con apremiante deseo y anhelo: «¡Venid a adorarlo!».

Como sacerdote no deja de conmoverme y asombrarme el primer rito de los Oficios del Viernes Santo, al inicio de la celebración, cuando el sacerdote se postra en silencio ante el altar, y los fieles le acompañan de rodillas. Es un rito muy expresivo, que refleja la humillación de quienes vamos a celebrar la Pascua de Cristo, el paso de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, de estar lejos de Dios a ser sus hijos en el Hijo. ¡Nunca podremos agradecer al Padre estos regalos que nos hace, a costa del gran precio de la Sangre del Hijo!

Tampoco la Lectura de la Pasión según San Juan puede dejarnos indiferentes; ¡a mí me llega a lo más profundo del corazón! Jesús en el Prendimiento, el Juicio, los Azotes y la Coronación de Espinas, sus Palabras desde la Cruz, cuando exhala el Espíritu y muere… Y los personajes que acompañan este drama humano y divino, en los cuales podemos reconocernos, removiendo también nuestros sentimientos y actitudes ante Él. No es una narración más de un simple hecho histórico: es la conjunción de todo el proyecto redentor de Dios por nosotros, que sigue traspasando tiempo e historia y se nos hace cercano para que también nosotros nos podamos beneficiar de él.

El silencio de los Oficios se verá roto cuando salgamos a calles y plazas. Pero debe quedar como un rescoldo de amor, vida y esperanza porque vamos a ir cogidos de la mano de la Virgen María. Nuestra Señora, sí, pero también Nuestra Madre, ¡que ya somos hijos suyos desde el Árbol de la Cruz! Nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en la Muerte de su Hijo, con María a nuestro lado.

¡Miremos el Árbol de la Cruz! No dejemos de hacerlo, porque aún sigue ahí clavado el Salvador del mundo…

Miguel Varona Villar

Sacerdote

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