En ocasiones muy puntuales, casi extremas, uno toma una decisión arriesgada. En ese riesgo va implícito que no hay antecedentes personales de la medida y el miedo a equivocarte aparece. Así, hace unos años, decidí que -en la medida que mi trabajo me lo permitía- me iba a alejar de las cofradías lo suficiente, con la esperanza de recuperar algún día ese escalofrío.

Créanme que no es sencillo renunciar a lo que más te gusta y, aunque argumentos de peso -subjetivos, pero suficientes- hubo, duele dejar atrás lo que una vez te hizo tan feliz.

Todo fue llevadero hasta hace unos meses, cuando al mediodía de un sábado me enteré de que el pregonero de la Semana Santa era Paco Román.Poco después, entre las felicitaciones, Paco me pidió que fuera su presentador y, pese a la distancia infinita con las cofradías, dije que sí sin dudarlo.

A otro le hubiera dicho que no, pero Paco es mucho más que un pregonero, es un gran amigo y de esos tengo tan pocos que los puedo contar con los dedos de la mano.

Aquel mediodía de sábado estaba a pocos metros de la redacción del periódico, en un acto de comunidad y, como no lo sabes te lo cuento, me costó mucho contener la emoción, por eso que les he dicho, porque cuando un amigo te pide algo tan importante para él es porque tú ocupas un lugar privilegiado en su alma.

Ese día volvió el escalofrío y recordé aquellos años del Alto Guadalquivir, del Córdoba Cofrade, de tantos momentos compartidos que parece que pasaron ayer. Mañana les contaré mucho más de Paco en el atril del Gran Teatro, pero tengan clara una cosa el pregón es magnífico, pero mucho más que consiga en quienes lo tienen como amigo, sentirse especiales. Ese es Paco Román, mucho más que un pregonero.