Grupo de niños ante la puerta de San Lorenzo

Grupo de niños ante la puerta de San Lorenzo

El portalón de San Lorenzo

El sello de nuestra Semana Santa de Córdoba

«Todos los chiquillos, con la ayuda de nuestras madres, nos procurábamos un montón de latas para, mediante una cuerda, poder arrastrarlas en señal de alegría»

¿Qué simboliza el sello en la Biblia? En los tiempos bíblicos un sello se usaba como marca indeleble para significar una propiedad, para dar fe de algo, o para proteger el contenido de una carta o documento de la manipulación. Por ello, fue un elemento esencial en la organización de un poder tan ligado al derecho y a los contratos pactados como era el romano. Baste recordar la espléndida escena de la película 'Ben-Hur' de la carrera de cuadrigas, ambientada en los tiempos del emperador Tiberio, cuando el árabe Sheikh Ilderim, dueño de aquellos espléndidos caballos blancos, al pedirle al tribuno Mesala que aceptase una apuesta de mil talentos éste la confirma simplemente empleando su sello personal.

Por tanto, el sello es sinónimo de confianza, de que se asegura que lo que venga después estará confirmado por la autoridad.

Momento en que el tribuno Mesala sella el acuerdo de la apuesta

Momento en que el tribuno Mesala sella el acuerdo de la apuesta

El ambiente de la Semana Santa de hoy

Aquí no vamos a hablar del ambiente de aquel lejano Imperio Romano, sino a intentar reflejar el de la Semana Santa en el barrio de San Lorenzo, posiblemente el más cofrade de Córdoba.

Ya el Domingo de Ramos, la primera de todas, sale desde el templo parroquial la Borriquita, que es como el sello que nos da tranquilidad al confirmarnos que estamos ante el comienzo de una nueva Semana Santa, con todo lo que viene detrás. Esa tarde-noche sale el Rescatado desde los Trinitarios, que estremece a los que acuden a contemplar devotamente su recorrido. El Lunes Santo es el turno, también desde la iglesia de San Lorenzo, del Cristo del Remedio de Ánimas, que protagoniza una de las salidas más sonadas con un silencio que contagia. Antes, ese mismo Lunes, tenemos la oportunidad de admirar la procesión de la Virgen de la Merced que nos viene desde el Zumbacón, y cuyo nombre nos es muy familiar y querido, pues allá en el año 1955 salió en despedida de la parroquia de San Lorenzo para entronizarse en la pequeña capilla del barrio de Miraflores, antes de trasladarse años después a San Antonio de Padua.

El Martes Santo se llenan de nuevo las calles para ver al Prendimiento, que concita a mucha gente joven, igual que la sobrecogedora Universitaria, que sale desde San Rafael. El Miércoles Santo se puede decir (y que me perdonen los devotos de las otras hermandades) que es cuando el barrio se reencuentra a sí mismo presenciando la salida de su Cristo del Calvario, el Señor de la Dulce Mirada, el Señor de los Panaderos, pero fundamentalmente el Señor de nuestros mayores. Y, al fin, el Jueves Santo, el día culminante, con la salida del imponente Nazareno, junto a la Nazarena que tantos años acompañó al Calvario, así como del popular Esparraguero, nuestro Cristo de Gracia tan entrañable, siempre en los corazones. El Viernes Santo, día de recogimiento, el barrio descansa, aunque en los últimos años la franciscana Soledad, transitando por la linde del colegio salesiano nos recuerda que la Semana Santa aún no ha terminado.

Aquellas costumbres ya perdidas

Era costumbre de los chiquillos de los años 50 del siglo XX recorrer al día siguiente los lugares por donde habían transcurrido las procesiones. El recorrido ideal iba desde San Lorenzo hasta San Pablo, ya que por allí pasaba la mayoría de las hermandades al ser Capitulares (entonces Calvo Sotelo) parte de la Carrera Oficial. Íbamos pacientemente arrancando de los adoquines las gotas de cera que habían dejado caer los cirios de los nazarenos, lo que además entrañaba poco peligro, porque apenas había circulación de vehículos. En esa tarea agradecíamos el que las procesiones se parasen más de la cuenta, porque ello repercutía en la acumulación de cera en un mismo sitio.

No era poca la cera recogida, y con ayuda de los mayores fabricábamos nuestras propias velas. Si sobraba sabíamos que en el barrio del Gavilán había un tal Machaca que nos las compraría, pues se dedicaba a elaborar velones y a venderlos por aquella humilde zona, muy dada a los apagones de la luz de perra-gorda, sobre todo cuando azotaba cualquier tormenta o ventolera.

Otro capítulo era el de las latas. Por aquellos años la liturgia de la Iglesia nos enseñaba que el Señor resucitaba a las doce de la mañana del Sábado Santo, y todos los chiquillos, con la ayuda de nuestras madres, nos procurábamos un montón de latas para, mediante una cuerda, poder arrastrarlas en señal de alegría. Desde el Realejo para abajo un tropel de niños jugaba con sus latas disfrutando de esa piadosa tradición. Todos los vecinos aceptaban de buen grado aquel bullicio ensordecedor, e incluso se destacaba a aquellos que tuvieran más latas y, por tanto, hiciesen más ruido.

Pero siempre recordaremos que un año de finales de los 50, un tal Pillo, aprovechando que las latas estaban poco menos que descansando, se apropió por su cuenta de una gran parte de ellas para llevarlas a la chatarrería del Huerto del Rosal en la calle Ruano Girón y venderlas. Aquello marcó el final del arrastre de latas para muchos de nosotros.

Fotografía de un barrio cofrade

Fotografía de un barrio cofradeJosé Aguilera

Respecto a las procesiones, el día grande de esa Semana Santa en San Lorenzo era el Miércoles, cuando los vecinos se solían poner sus mejores prendas de vestir. La salida de Nuestro Padre Jesús del Calvario lo movilizaba todo. Allí acudían los numerosos vecinos de las Costanillas, San Agustín, San Juan de Letrán, El Marrubial, San Rafael, calles Montero, Agua, Queso, Frailes… además de muchos que se acababan de mudar a los flamantes barrios de Cañero o del Campo de la Verdad. En la terraza que hoy ocupa el bar Tu Momento se ponía Concha González Ruiz, la jeringuera, que despachaba sin parar. Las tabernas como Casa Manolo, Casa Miguel Cosano, Casa Minguitos, Casa Huevos Fritos, Casa Ordóñez, Los Perros… permanecían abiertas todo el día y gran parte de la noche. Todavía se recuerda que por aquellos tiempos una escuadra de romanos montados a caballo escoltaba el paso del Cristo dándole un toque de suntuosidad.

La calle Santa María de Gracia se convertía en una avenida por donde iban y venían las gentes que disfrutaban con la Semana Santa, porque hay que tener en cuenta lo ya señalado anteriormente, que al empezar la Carrera Oficial en las puertas del Ayuntamiento la mayoría de los pasos debían pasar por allí hasta San Pablo. Ello daba lugar a que ambas aceras las ocupasen con sus sillas los menores de las casas desde primeras horas de la tarde para ver pasar los distintos desfiles. Los que tenemos edad recordamos perfectamente contemplar el maravilloso paso de Nuestra Señora de las Angustias salir por el Arroyo de San Rafael para encarar la calle Santa María de Gracia, donde las monjas del homónimo convento le ofrecían un conmovedor 'Salve Regina'.

Pero en esa Semana Santa cordobesa de los 50, tan distinta a la actual, todavía faltaba el sello que significara el comienzo de la Pasión. Faltaba la Borriquita.

La Borriquita saliendo de San Lorenzo

La Borriquita saliendo de San LorenzoM. Estévez

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén

Este tipo de hermandades o cofradías que representan la Entrada Triunfal son populares únicamente en España, donde en sitios como Zamora ya se sacaban en procesión durante el siglo XIX, si bien la gran mayoría se organizaron a mediados del XX, como fue el caso en Córdoba.

La Entrada de Jesús en Jerusalén es relatada por los cuatros evangelistas, que coinciden en que lo hizo montado en un pollino como prueba de sencilla humildad, tal como había profetizado Zacarías, esposo de Isabel, la pariente de la Virgen María, y padre de Juan Bautista, el que allanó los caminos del Señor:

«¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén! Que viene a ti tu rey: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en una cría de asna. Suprimirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; será suprimido el arco de guerra, y él proclamará la paz de las naciones. Su dominio alcanzará de mar a mar, desde el río al confín de la tierra».

Montado en el pollino, Jesús fue recibido al bajar del Monte de los Olivos por las multitudes del pueblo que lo recibieron con muestras de respeto y aclamación, alfombrándole el camino, y haciéndole ostensible su júbilo aireando las ramas de olivo y de palmera, símbolos en los pueblos del Oriente Próximo de la lealtad, la devoción, la esperanza y la victoria, y también del cielo y de una nueva vida.

Le aclamaban diciendo:

“¡Bendito el rey que viene

En nombre del Señor!

Paz en el Cielo

Y gloria en las alturas”.

Algunos de los fariseos que estaban entre la gente, ante el alboroto montado, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero Él respondió: «Os digo que si estos callan gritarán en su lugar las piedras». Y no se callaron.

La hermandad de la Borriquita

Aun con la belleza que inunda toda la escena de la Entrada Triunfal, hasta 1944 no se fundó la primera hermandad que la representase en Córdoba. Fue en la parroquia San Juan y Todos los Santos (Trinidad), con el deseo de aglutinar a todos los niños cordobeses en el sentir cofrade. Hizo estación de penitencia por primera vez el domingo de Ramos de 1945, pero no llegó a cuajar, limitándose sólo a la salida procesional. La vestimenta eran túnicas infantiles de color rojo, con esclavina ribeteada con una borla continuada en color blanco. Ante el declive evidente de la hermandad, la Agrupación de Cofradías, por acuerdo unánime de su Junta General de 18 de marzo de 1957, suprimió su estación de penitencia y poco a poco fue extinguiéndose.

Unos años más tarde, durante el curso escolar 1962/63, siendo responsable de la Pastoral Juvenil del Colegio Salesiano don Francisco Acuñas del Pozo, se creó la definitiva hermandad aprovechando el empuje de la chiquillería del colegio. Se confeccionaron los estatutos, y el director del colegio, don Pacífico Medina, con oficio del 6 de enero de 1963, los envió al entonces obispo de la diócesis, don Manuel Fernández Conde, que los aprobó el 9 de febrero del mismo año.

Aparece en el decreto episcopal como consiliario de la hermandad el propio director del colegio, y como director espiritual el citado Francisco Acuñas, quien de inmediato, en oficio del 17 de febrero, comunicó a la Agrupación de Cofradías la aprobación de los estatutos por los siguientes hermanos:

Hermano Mayor: José Carlos Millán Pérez

Vice-Hermano Mayor: Miguel Navarro Campo

Secretario: Rafael Ramiro Caballero

Tesorero: Juan Manuel Molina Rodríguez

Vocales: Carlos Leandro Vizcaíno Sanz

Antonio Flores Muñoz

Juan Manuel Guerra Sanz

Ángel Suárez Castro.

Como representante en la Agrupación de Cofradías, con voz y voto, se nombraba a don Juan Calero Cantarero, de la Hermandad del Prendimiento, también incardinada en el colegio. Este pluriempleado cofrade, como curiosidad, también fue quien encargó a Juan Martínez Cerrillo la imagen de la Virgen de la Paz de Capuchinos, y la pagó de su bolsillo con mil pesetas. Poco antes de morir, y ante notario, hizo entrega oficial de la propiedad de la Virgen a la Hermandad de Capuchinos,

Siguiendo con la Borriquita, obtuvo autorización para salir el 30 de marzo de ese frenético año de 1963, lo que el director espiritual comunicó al presidente de la Agrupación de Cofradías apenas unos días más tarde, el 3 de abril, aclarando que saldría por primera vez el siguiente día 7, Domingo de Ramos.

Teniendo en cuenta la temprana edad de los jóvenes hermanos que iban en la procesión, ésta saldría a las doce de la mañana con el siguiente itinerario: María Auxiliadora, San Lorenzo, Realejo, San Pablo, Plaza del Cabildo, Carrera Oficial y luego regresaría por Avenida del Generalísimo, Plaza de Colón, Santa Isabel, San Andrés, San Lorenzo y María Auxiliadora.

El misterio representaba a Jesús sobre la borriquilla y era obra de Juan Martínez Cerrillo, al igual que el paso de talla policromada. El Ayuntamiento de Córdoba acordó contribuir con 5.000 pesetas para costear 25 túnicas destinadas a otros tantos niños alumnos de las escuelas gratuitas. El primer año la hermandad confeccionó otras 40 túnicas y, al curso siguiente 85 más, con lo que se llegaba a un total de 150; el resto, hasta 300, eran propiedad particular de los hermanos.

Don Francisco Acuñas no se limitó a su tarea espiritual, sino que además consiguió que unas 70 empresas de Córdoba les ayudasen como «socios protectores». A partir de 1965 solía acompañar musicalmente a la procesión la Banda de Cornetas y Tambores del colegio salesiano de Montilla, al mando de don Baldomero Berlanga, compuesta por más de 150 jóvenes músicos. Don Baldomero sería luego trasladado por los salesianos al colegio de Córdoba donde fue toda una institución en el patio y entre los alumnos hasta su fallecimiento en 1992. La organización de la procesión estaba a cargo de la Hermandad del Prendimiento, que ya era veterana en estas lides. Y así, la Hermandad siguió pujante en la sede del colegio salesiano hasta 1976.

El traslado a San Lorenzo

En los años 70, con los coletazos del Vaticano II aún en auge, la comunidad salesiana de Córdoba experimentó unos años de muchos cambios, no siempre tranquilos. Entró en vigor el nuevo sistema educativo con la EGB, el BUP y el COU, que obligaba a remodelar toda su oferta educativa. Además, el colegio vendió casi la mitad de sus instalaciones, donde se abrirían nuevas calles y se levantarían bloques de pisos.

En este ambiente, por acuerdo firmado el 19 de febrero de 1977 entre el director entonces del colegio salesiano don Felipe Acosta Rodríguez y don Ricardo Ruiz Baena, como hermano mayor de la Hermandad de Ánimas, la Hermandad de la Borriquita se trasladaba a la iglesia de San Lorenzo, con todos sus enseres y pertenencias. Este es el escrito del citado acuerdo entre la dirección del colegio y la Hermandad de Ánimas:

“En la ciudad de Córdoba, a diecinueve de febrero de mil novecientos setenta y siete. REUNIDOS: De una parte, el Director del Colegio Salesianos de Córdoba. Rvdo. PD. Felipe Acosta Rodríguez, mayor de edad, célibe y vecino de esta ciudad, con domicilio en calle María Auxiliadora, y de otra. D. Ricardo Ruiz Baena, mayor de edad, casado y vecino de Córdoba, en nombre y en representación de la Hermandad del Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas y de Nuestra Señora Madre de Dios en sus Tristezas, con residencia en la Parroquia de San Lorenzo de esta ciudad en su calidad de Hermano Mayor de la misma.

Ambos con la capacidad legal bastante, que dicen tener y mutuamente se reconocen, para la celebración de este acto y en la representación que ostentan, libre y, de forma espontáneamente DICEN:

1,-Que la comunidad de Padres Salesianos tiene constituida y es propietaria de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, conocida popularmente como la Borriquita, con todos sus accesorios y pertenencias.

2.-Que, por dificultades para su debida atención y organización, la comunidad no se puede hacer cargo para sucesivos años de la organización de la Estación de Penitencia de la citada Hermandad, por lo que considera conveniente ceder todos sus derechos de ésta con el fin de que la Imagen Titular continúe recibiendo culto.

3.-Que la Muy Humilde y Antigua Hermandad del Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas y Nuestra Señora Madre de Dios en sus Tristezas, considerando la decisión adoptada por los Rvdos. Padres Salesianos, y atención a estar su sede ubicada en la misma barriada, considera conveniente hacerse cargo de la Hermandad citada, y trasladar la misma, junto con todos sus accesorios y pertenencias a la Parroquia de San Lorenzo.

En consecuencia, Los Padres Salesianos CEDEN gratuitamente la Hermandad de Ntro. Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, con sus imágenes accesorios y pertenencias a la Hermandad del Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas y Nuestra Señora Madre de Dios en sus Tristezas que ACEPTA esta cesión, autorizando la citada Comunidad el traslado de la Cofradía a la Parroquia de San Lorenzo, donde en los sucesivo recibirá culto.

Y en prueba de conformidad, se firma el presente por duplicado y a un solo efecto en la ciudad de Córdoba a 19 de febrero de mil novecientos setenta y siete”.

Al principio se contemplaba como una filial de Ánimas, pero después ya se configuró como Hermandad independiente. En San Lorenzo, la imagen del señor con su borriquita ocupó inicialmente unas dependencias de la sacristía donde luego Ánimas abriría su actual capilla. Posteriormente, sería colocada en una alta peana al poco de entrar en la iglesia, junto a la puerta de la torre. En las bancas próximas a esa peana se sentaba todos los días en los años 90 un hombre llamado Moisés, apodado Maíces. Había sido hortelano en la extensa huerta salesiana, y cuando ésta fue vendida siguió contratado para el mantenimiento del colegio. Ya jubilado, se sentaba allí en silencio para recordar a su borriquita Loli, con la que tantos años había trabajado en la huerta. Loli había servido de modelo a Cerrillo para realizar la imagen del animal que le había encargado el director del colegio. Y allí, en esa peana, la podía ver todos los días, montada por el Rey de Reyes.

El sello infantil de nuestra Semana Santa

Terminamos volviendo al sello. La borriquita es un sello del inicio de la Semana Santa, y también lo es de la inocencia y el bullir infantil, ese que llena de alegría la plaza de San Lorenzo y las calles de Córdoba, Sus túnicas blancas reflejan aún más el sol y se abre un horizonte de sana esperanza en el mundo cofrade.

Este carácter es una honra, pero también un problema, porque muchas veces era sólo un trampolín hacia las otras hermandades «de mayores». Aun así, la Borriquita siempre ha contado con el apoyo de gente madura sencilla, que sabían que los niños eran la razón de ser de la procesión, y echaban una mano donde fuese, muchas veces de forma anónima, porque aquellos eran los protagonistas. Quiero recordar aquí a Antonio Rey Romera, el droguero, como familiarmente se le conocía, que vivía en el Arroyo de San Rafael, en la otra esquina de Bodegas el Gallo. Hace unos años falleció a los 97 años, y por lo menos más de 85 colaboró con las hermandades del barrio saliendo de monaguillo, con la cruz de guía, con el incienso, haciendo vestimenta de diácono… en fin en todos los puestos en que se le necesitase. Pero como era humilde jamás pudo dar un pregón de Semana Santa ni ser nombrado cofrade ejemplar. Nos contaba el sacristán Pepe Bojollo que incluso estando ya en una residencia de la provincia en sus últimos años no dejaba de preocuparse de cómo le iban las cosas a sus hermandades, como la Borriquita.

Igual que los Padres Salesianos tuvieron que buscar socios protectores, y en una sociedad donde ya no hay apenas niños, quizás sería bonito que se apoyase desde algunas instancias a esta hermandad de forma particular, para que este sello de la Semana Santa de Córdoba, de alegría infantil, no se pierda, y pueda desfilar por las calles de Córdoba con la dignidad que se merece, además de atender los gastos de los cultos a sus titulares. Porque, no nos engañemos, el día que no queden niños para esta procesión, ni pueda la hermandad atender a sus necesidades, por mucho que alabemos otras cosas accesorias de los desfiles procesionales, toda nuestra Semana Santa, cortando su raíz, quedará condenada a desaparecer en poco tiempo.

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