Nancy Chacón en su puesto de venta de cupones de la ONCE en la plaza de Colón de Córdoba.ONCE

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Historias de la ONCE | La caída que salvó a Nancy

Una joven peruana que llegó a Córdoba hace 16 años alcanza la inserción laboral gracias a la organización tras quedarse ciega por una rara enfermedad

No es que sean vidas paralelas, pero desde luego con un poco de imaginación se pueden ver las similitudes entre Saulo de Tarso y Nancy de Perú. Ambos vivieron en un solo instante un hecho extraordinario y aparentemente fortuito. Si el apóstol de los gentiles se cayó del caballo camino de Damasco mientras perseguía a la Iglesia, a la protagonista de esta historia la atropelló una bicicleta en Torre del Mar a la salida de una iglesia. Saulo Paulo vio entonces la luz y se quedó ciego durante tres días; Nancy, por el contrario, ha perdido la vista para siempre. A San Pablo le cambió la vida el Cristianismo, y a la joven andina lo ha hecho la ONCE.

En la historia de Nancy Chacón hay penas, alegrías, esfuerzo y superación. Su accidente con la bicicleta no tiene que ver con su ceguera, sino con su transformación vital. Nacida y criada hace 37 primaveras en un pequeño y pobre pueblo de Perú, ya en la adolescencia se percató de que no veía nada durante la noche. Los médicos le dieron el diagnóstico fatal: retinosis pigmentaria, una enfermedad genética muy poco común que afecta al modo en que el ojo capta la luz. Los pacientes pierden la vista poco a poco, de forma silenciosa pero inexorable, y en el caso de Nancy la situación se agravó más tarde con unas cataratas. «No me lo creí porque veía más o menos bien», recuerda entre lágrimas la joven. El tiempo le dio la razón a los médicos.

Hace 16 años que Nancy llegó a España, primero a Córdoba y luego a Málaga, para trabajar cuidando a personas mayores. De esa época recuerda que «pasaron los años y fui perdiendo poco a poco la vista. Hace tres años, me quedé viendo borroso. Fui al médico y me dijo que perdería más vista por las cataratas. Hubo un momento en que no veía nada. En el trabajo me dijeron que no podía seguir».

Con la vista ya casi perdida por completo, Nancy intentaba hacer una vida normal penando sus cuitas en soledad. Fue entonces cuando le ocurrió el accidente con la bicicleta. «Yo no la vi porque bajaba los escalones calculando. Había gente que no sabía que estaba ciega y me pedían que tuviera más cuidado. Y yo con pena pedía perdón», rememora, también entre lágrimas, la joven peruana.

El cambio vital

A raíz de aquel percance, que le costó algunas magulladuras de importancia, Nancy se dio cuenta de que tenía que pedir ayuda. Su vida no podía seguir en la oscuridad, menos aún cuando se había quedado embarazada. «Quería ver la cara de mi hijo antes de perder la vista por completo», declara.

La cuidadora social conocía de oídas la ONCE porque, como millones de personas en España, compraba de vez en cuando el cupón. Lo que no sabía es que esa organización social se dedica precisamente a ayudar a personas en su situación, que se cuentan por miles en el país año tras año (sólo en Córdoba perdieron la vista 45 personas en 2022).

«Gracias a Dios me afiliaron y en eso empezó mi vida», explica Nancy Fernández ahora con lágrimas de alegría. No fue un proceso sencillo porque la joven se topó con el mal endémico del país, la burocracia. La administración tardó un año, tiempo en el que estuvo embarazada, en reconocerle oficialmente la discapacidad, un trámite sin el cual la ONCE no podía darle trabajo.

En el ínterin Nancy se mudó de nuevo a Córdoba para vivir con su hermana, ya que «perdí por completo la visión, no veía nada y no podía hacer nada por mi misma». Y lo que es peor, «nadie quería darme trabajo porque me caía o no hacía las cosas bien. No servía como persona y así me lo hacían creer».

Nadie quería darme trabajo porque me caía o no hacía las cosas bien. No servía como persona y así me lo hacían creer"Nancy ChacónVendedora de cupones de la ONCE

La ONCE le cambió la vida y su forma de ver las cosas. La alegría le llegó cuando tras la larga espera por fin consiguió un contrato con la organización para vender cupones en Córdoba. Lo hace cada día con ilusión en la plaza de Colón desde hace apenas tres semanas. Aún no ha tenido tiempo de dar un premio importante, pero todo llegará.

Tras todas sus penurias, ahora Nancy se revela optimista y hasta dicharachera. «Me siento realizada como mujer y hago todo lo posible por atender a la gente y sentirme bien», declara con una sonrisa. Por eso su relato termina con un sincero agradecimiento, porque aunque «unos nacen con estrella y otros estrellados, yo tengo suerte porque me aceptáis como soy y me dais trabajo»; «a lo mejor hay muchas personas como yo que os necesitan». Y termina con un solo deseo para el futuro: «Dios quiera que llegue a ser viejita». Es un ruego al mismo Dios que «con magnífica ironía», parafraseando a Borges en su Poema de los dones, le dio a la vez a Nancy los cupones y la noche.

Emilio Caballero: «Creía que no me iba a gustar vender cupones»

Emilio Caballero es un joven cordobés que lleva cuatro años afiliado a la ONCE y es uno de los 8.500 españoles que el año pasado firmaron un contrato indefinido con la organización. Al contrario de otras personas con discapacidad, Emilio ve perfectamente. Su problema está en un accidente laboral ocurrido hace ocho años que la causó una fractura en una vértebra que podía afectarle a la médula espinal. Antes del siniestro realizada trabajos de fuerza como repartidor, albañil o panadero, pero tras una operación quirúrgica los médicos le dijeron que nunca podría cargar más de cinco kilos. «Tuve que cambiar mi vida», recuerda. La salvación le llegó gracias a la ONCE cuando empezó a vender cupones, un trabajo al que llegó, reconoce, con reticencias. «Creía que no me iba a gustar, pero cuando me puse me gustó mucho. Muchas personas vienen no sólo por el cupón, también por charlar un poco contigo, te cuentan sus problemas… y eso te hace sentir orgulloso».