Las formas milagrosamente incorruptas permanecen en la parroquia de San MillánParroquia de San Millán, Moraleja de Enmedio

Madrid

El milagro eucarístico de la Guerra Civil que atrae a cientos de peregrinos a Moraleja de Enmedio

La diócesis de Getafe alberga en la parroquia de San Millán unas formas incorruptas de la época de la Guerra Civil

En el lugar menos esperado de la Comunidad de Madrid, un pequeño pueblo llamado Moraleja de Enmedio, podemos encontrar uno de los milagros eucarísticos más sorprendentes de la Guerra Civil. Aunque todavía no está reconocido oficialmente, hoy este núcleo de apenas 5.000 habitantes acoge peregrinaciones de fieles cada vez más frecuentes, en las que –según comenta Rafael de Tomás, actual párroco de San Millán– «el Señor derrama abundantes gracias».

La profecía de un sacerdote agonizante

El relato del milagro eucarístico que hoy se puede venerar en Moraleja de Enmedio comenzó con la profecía de Don Roberto García Trejo. Con tal solo 37 años, el joven sacerdote fallecía, dejando como legado la profecía de lo que allí sucedería. El 10 de enero de 1935, estando en los momentos finales de su vida, dijo a los allí presentes «que Moraleja sería un centro de peregrinaciones, que vendrían a visitar nuestra iglesia que se levantaría magnífica, para honrar el gran milagro que dentro de poco ocurriría en este pueblo; que por nuestra carretera pasarían lujosos coches y que yo (dirigiéndose a una persona concreta allí presente) pusiera un hostal para los peregrinos».

Rafael de Tomás, el párroco actual, da testimonio de que todo esto se cumplió. El milagro sucedió al poco tiempo, durante la Guerra Civil, cuando las formas consagradas fueron escondidas por los habitantes de Moraleja para evitar su profanación, y a cambio de la fe de los fieles, Dios les regaló el milagro de permanecer presente bajo la apariencia de las formas incorruptas. También se inauguró un hostal para peregrinos.

Rafael de Tomás, actual párroco de San Millán con el copón que guarda las formas incorruptas

Cronología de un milagro

  • 10 de enero de 1935: Don Roberto García Trejo profetiza el milagro en los momentos finales de su vida.
  • 16 de julio de 1936: el párroco de Moraleja de Enmedio pone en un copón 100 formas consagradas.
  • 21 de julio de 1936: ante el estallido de la guerra, el párroco entregó a su madre las formas consagradas. Ese mismo día salió del pueblo ayudado por al alcalde.
  • 29 de julio de 1936: las formas pasan a Hilaria Sánchez, María de los Sagrarios que se encargó de su custodia. Fueron pasando por el cuidado de varias fieles hasta que se trasladaron a casa de doña Isabel Zazo, donde permanecieron hasta el final del conflicto en Moraleja de Enmedio.
  • 5 de febrero de 1937: las formas fueron devueltas con toda solemnidad a la parroquia de San Millán, donde hoy permanecen incorruptas.

El estallido de la Guerra Civil

Moraleja de Enmedio es un pequeño pueblo a 30 km de Madrid. En los momentos anteriores a la Guerra Civil, los habitantes de Moraleja vivían en armonía, pues a pesar de que había personas con ideologías muy distintas todos se respetaban mutuamente. Sin embargo, el conflicto llegó con el estallido de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936.

Dos días antes, Don Clemente Díaz Arévalo, párroco de Moraleja de Enmedio, celebraba una misa en la que consagró 100 formas para repartir entre los fieles en ese día y los siguientes. Sin embargo, ante el clima de tensión, el alcalde, Don Rufino Valverde Díaz (que era del Frente Popular) ayudó al sacerdote a marcharse, y facilitó su salida proporcionándole vestimentas de pastor para que pasase desapercibido.

El párroco confió las formas consagradas a su madre con la instrucción de dárselas a las Marías de los Sagrarios

Antes de marcharse, el sacerdote, intranquilo por el temor a que profanasen las formas que aún quedaban, fue a la iglesia y tomó el copón. En él quedaban unas 50 formas, que envolvió en corporales y llevó a la casa Rectoral. Consumió algunas y las demás las depositó en un pequeño copón por si fuera necesario llevarle la comunión a algún enfermo. A continuación, se las entregó a su madre, Isidora Arévalo Díaz, con la instrucción de dárselas a las Marías de los Sagrarios.

Los fieles de Moraleja esconden las formas consagradas

Tras el encargo de su hijo, así lo hizo, y el 29 de julio de 1936 Isidora confió las formas a Hilaria Sánchez. En su casa permanecieron durante algún tiempo, pero el riesgo de ser descubiertos motivó al matrimonio a buscar otro lugar. Hilaria y su marido Gregorio era de la CEDA, y además, sus hijos varones estaban afiliados a la Falange y sus hijas a Acción Católica, por lo que las probabilidades de sufrir un registro eran altas. Por eso, una de las hijas, Raimunda, hizo entrega del copón a Felipa Rodríguez, que encargó el traslado de las mismas (no exento de riesgos) a su sobrina. La joven las llevó hasta una cueva de una propiedad deshabitada que poseían en la calle Real. El escondite elegido fue un hueco de la pared que tapó con un plato de porcelana. Durante los días que permaneció allí, el Sacramento solo fue visitado por Felipa, quien se acercaba a orar y a renovar las lamparillas con frecuencia.

Cuando los primeros momentos de incertidumbre por la guerra pasaron, otra María de los Sagrarios, Isabel Zazo, ofreció su casa para custodiar las formas. La ventaja que ofrecía era que sería más fácil para los fieles acercarse a venerarlas, y además, era un lugar más digno. Todos accedieron y así se hizo. El cambio lo hizo Petra, otra de las hijas de Hilaria. En esos días, varias fieles emularon el ejemplo de las santas mujeres al pie de la cruz y pasaron a dar culto al Santísimo. Tenemos constancia de que estuvieron Hilaria y sus hijas Petra, Raimunda y Ceferina; la hija casada de doña Isabel Zazo, Carmen, y las Marías de los Sagrarios Baltasara Palacios, Paula Salvador con su hija Gregoria, y María Correyero, maestra del pueblo.

Eduardo Morales Zazo escondió el copón en un hueco entre las vigas de la bodega de su casa cuando tenía 18 añosParroquia de San Millán, Moraleja de Enmedio

Pero el día 24 de octubre, los acontecimientos tomaron otro rumbo. Moraleja fue invadida por tropas republicanas y la casa de los Zazo, al ser grande y contar con un patio amplio en el que se podían aparcar vehículos, fue tomada para su uso por la Comandancia roja de las columnas internacionales. Con la casa llena de milicianos y la orden de evacuación de la población civil, Isabel Zazo insistió en llevarse el copón consigo, pero sus hijas se lo desaconsejaron por ser demasiado peligroso. Para poner a salvo al Santísimo, encargó a su hijo Eduardo, de 18 años, colocarlo entre el hueco de las vigas de la bodega. En presencia de su madre lo guardó, lo tapó con tierra y dispuso una telaraña frente a la viga para disimular el escondite. Antes de irse, dejaron una lamparilla y unas flores detrás de una tinaja, detalle imprudente pero que respondía a su amor por la Eucaristía.

Fin del conflicto en Moraleja de Enmedio

El conflicto continuó en Moraleja de Enmedio hasta que el 10 de noviembre se permitió a los evacuados a volver a sus casas. Al llegar, los habitantes encontraron el pueblo destrozado, incluida la iglesia, pero la familia Zazo encontró intacto el copón donde lo habían dejado. Su júbilo se unió al de Don Clemente, quien al regresar al pueblo lo primero que hizo fue acudir al lugar y comprobar el estado de las formas «quedando admirado al verlas intactas e incorruptas».

Actualmente las formas incorruptas se encuentran en un copón transparente en la parroquia de San MillánParroquia de San Millán, Moraleja de Enmedio

El 5 de febrero de 1937, después de la reparación de la iglesia, las formas fueron trasladadas con toda solemnidad en procesión hasta la parroquia de San Millán. Actualmente, a propuesta del anterior párroco, Jesús Parra, las 16 formas y algunos fragmentos que quedan se conservan en un copón transparente. Las que ya no están fueron consumidas por dos capellanes del ejército, un fiel, y también por diversos obispos que que comprobaron el estado de las mismas.

Desde entonces se han atribuido muchos milagros a las formas incorruptas, que atraen a cientos de fieles; y cuya devoción se ha extendido especialmente desde la visita de Don Joaquín López, anterior obispo de la Diócesis de Getafe, quien visitó la parroquia en 2013, consumió una de las formas y atestiguó: «Certifico que la forma que he probado está como si estuviera recién hecha».