Crónicas Castizas
Un intercambio de prisioneros que nunca nadie reconoció
Tenían fusiles AK 47, además de lanzagranadas RPG 7, con cuestionables propósitos terapéuticos en favor de los heridos en los ojos que cuidaban en un piso barcelonés de la calle Muntaner, en la casa común de los mártires
Un servicio de inteligencia se lo dijo al otro, más por sus propias motivaciones, como es frecuente, que porque fueran realmente amigos a pesar de las protestas de cariño cuando tocaba que nadie creía ni hartos de Rioja. La policía española, empujada por esas informaciones foráneas de las que carecía a priori, como es costumbre que mantiene, realizó varias detenciones en la comunidad iraní presente en España: los persas presos eran miembros de la organización oficial Mártires de la Revolución Islámica, dedicada a cuidar a las víctimas del conflicto y la revolución, en clínicas españolas de Barcelona y Madrid. Les daban de comer, les hacían de traductores y les llevaban a sus citas médicas. Dos de ellos cuidaban a los heridos en la guerra impuesta por Irak desde 1980, cuando Saddam Hussein era un aliado, un amigo de Moscú a Washington.
Los jóvenes iraníes cuidaban de los heridos en la vista que eran atendidos en la prestigiosa clínica oftalmológica Barraquer de Barcelona y les resultó algo difícil y asaz molesto explicar a la policía española por qué tenían fusiles AK 47 además de lanzagranadas RPG 7, con cuestionables propósitos terapéuticos en favor de los heridos, en la casa común. Los soplones presumiblemente circuncidados que vertieron los datos en los oídos de la inteligencia española les acusaron de preparar un inverosímil atentado contra un avión de la compañía Saudi Arabian Airlines, dado que Riad y Teherán andaban a la gresca por el liderazgo islámico. En las acusaciones también salió a colación Mohammad Yafar Niknam, otro ciudadano iraní, diplomático encargado formalmente de las actividades culturales en España, vieja tapadera de los espías que son y fueron, que resultó expulsado de España mientras los demás, sin documentación diplomática, eran alojados por cuenta del Ministerio de Justicia. En esas negociaciones estuvo un destacado diplomático todo terreno que acabó de director del Centro Nacional de Inteligencia, Jorge Descallar.
Casualmente, España decidió fortalecer la seguridad de su embajada en Beirut, donde combatían drusos, chiíes, sunníes y cristianos de las falanges libanesas, el kataeb, entre otras milicias. El Ministerio del Interior y el de Asuntos Exteriores enviaron allí algunos policías del Grupo Especial de Operaciones GEO, con mucha publicidad elogiosa sobre las capacidades de esta unidad. El caso es que desapareció secuestrado uno tras aterrizar en la capital libanesa y un grupo chiíta pro iraní reivindicó el secuestro ante la rechifla de cuantos habían leído que atravesaban paredes con las manos.
España decidió fortalecer la seguridad de su embajada en Beirut, ciudad donde combatían drusos, chiíes, sunníes y cristianos de las falanges libanesas, el kataeb, entre otras milicias.
De forma misteriosa preñada de sospechas, dos de los detenidos iraníes, Sohrab y el Dr. Hosseini, fueron autorizados de forma temporal a salir de la cárcel y desplazarse a las islas Canarias, donde recaló un buque iraní que casualmente pasaba por ahí esas mismas fechas. En cuanto embarcaron en la nave persa ante la distracción y la sobrevenida torpeza de las autoridades españolas, de nuevo la casualidad, los secuestrados en Beirut por la milicia chií, geo y funcionarios, fueron liberados, como también lo fue en España Mustafá Alí Jali l, acusado del atentado al diplomático de Gaddafi en Madrid, Mohamed Aidress Hammed.
Y así quedó la cosa hasta que tiempo después, de forma curiosa e inopinada, me encontré a Niknam en el Vips de la calle Fuencarral, que disipó mi estupefacción con un pasaporte diplomático en que ponía otro nombre, ¿Niknam?, ¿qué Niknam?
Y Sohrab, de mirada intensa, Montse lo recordará en el parque Olof Palme, regresó a cumplir su palabra de hombre con una madrileña, Esther, de hermosos ojos azules, que había sido secretaria del embajador Abdul Karim Sanoi Farroji, con la que Sohrab tuvo dos hijos con nombres de emperadores: Ciro y Darío, y una empresa. Atrás quedaron sus tiempos militantes de guardia de la revolución islámica iraní en que combatió al separatismo kurdo de los Barzani en Irán en 1979 defensa de la república islámica y fue guardaespaldas y conductor de un ayatolá, que Jomeini no era el único ni todos estaban de acuerdo.
Y es que la Transición y sus aledaños también tienen su historia secreta que sabremos cien años después de que los gringos confiesen lo del Maine en Cuba.