Ana María Knezevich, desaparecida en Madrid

Ana María Knezevich, desaparecida en Madrid

El exmarido de Ana María Henao será juzgado en Estados Unidos por secuestro mientras el cuerpo no aparece

La víctima estaba en un proceso de divorcio que se tornó «muy duro y complicado», hasta el punto de «pedir ayuda médica por depresión»

La estadounidense Ana María Henao desapareció el pasado 2 de febrero en Madrid y todavía los agentes de la Policía buscan su cuerpo. El principal sospechoso es su marido, David Knezevich, quien será juzgado por el secuestro en Estado Unidos. El juicio esta fechado para el 21 de octubre de 2024 y será crucial para determinar su culpabilidad en este delito, que podría conllevar una pena de hasta 15 años de cárcel.

La joven desaparecida estaba buscando mudarse definitivamente en medio de «un difícil proceso de divorcio». El hermano de la desaparecida, Felipe Henao, contó en entrevista con W Radio que la familia se preocupó tras recibir «una serie de mensajes» desde el teléfono móvil de la mujer desaparecida que «no parecían escritos por ella».

La asociación SOS Desaparecidos alertó entonces de la desaparición «inquietante» de la mujer, instalada hace pocos meses en Madrid desde Florida debido a su divorcio de un ciudadano serbio.

Al parecer, este proceso comenzó en enero y se tornó «muy duro y complicado», hasta el punto de «pedir ayuda médica por depresión», explicó el presidente de SOS Desaparecidos.

Para poner tierra de por medio, Ana María llegó en diciembre a Madrid, donde vive una amiga de la infancia, y se instaló en un piso cuyo alquiler caducaba en marzo. Por ello, el día antes de la desaparición ambas estuvieron mirando una nueva vivienda. La última comunicación fehaciente de la desaparecida fue el día 2 a las 11:30 horas comunicando a su amiga que no le había gustado.

Su amiga le escribió ese mismo día, sin obtener respuesta, y el siguiente. Preocupada, le llamó por teléfono sin éxito. Era muy extraño que no le contestara porque el 5 de febrero viajaban juntas a Barcelona para asistir a un evento y Ana María «estaba muy ilusionada con ello».

A las 13:00 horas del día 3 tanto esta amiga como otra que vive en Europa y que iba a visitar en breve a Ana María a su casa de Madrid recibieron un mensaje idéntico en WhatsApp provenientes del móvil de la desaparecida en los que les dice que «había conocido una persona maravillosa y que se había ido con ella a una casa de campo situada a dos horas de Madrid, pero que allí hay mala señal, por lo que ya contactarán con ellas cuando regresara».

Nunca más recibieron un mensaje alguno de ella. Además, tanto las destinatarias como la familia de Ana María no creen que lo escribiera ella, ya que no es su forma de hablar ni de escribir. «Parece como si le hubieran pasado un corrector», apunta Amills.

Alarmadas, la amiga española acudió al domicilio de la desaparecida. Al no responder nadie a la puerta, llamó a los servicios de emergencias. Tras contarles lo ocurrido, los Bomberos entraron al piso por una ventana y comprobaron que no había signos de violencia ni desorden, sino lo normal en estas estancias.

Eso sí, una vecina afirmó que había visto luz en la vivienda la madrugada del sábado 3. Y que en ese fin de semana intentaron robar en el edificio –aunque no hay denuncia alguna al respecto– y que por ello unos desconocidos taparon con un spray negro la cámara del teléfono de la entrada y la de seguridad junto al ascensor.

Tanto la amiga como los familiares aseguraron a los agentes que no encajaba con la forma de actuar de Ana María que desapareciese de esa manera, dejando colgadas a las personas tan allegadas con la que había hecho planes. Sería la primera vez que lo hiciera.

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