La intrahistoria de la Casa de Lucio Muñoz y Amalia Avia en Torrelodones: una obra maestra de Fernando Higueras demasiado cara

En 1960 el matrimonio de pintores compuesto por los célebres Lucio Muñoz y Amalia Avia encargaron al por aquel entonces casi desconocido Fernando Higueras que les construyera una casa de fin de semana en un terreno que tenían en el municipio madrileño de Torrelodones.

Tal y como relata Avia en sus entrañables memorias De puertas adentro (Taurus), la pareja dio total libertad al arquitecto para edificar la casa. Tan sólo le puso una condición: no superar el presupuesto fijado. Ochocientas mil pesetas. Una cifra ajustada para la época por la que varias constructoras rechazaron el proyecto.

Finalmente consiguieron una y arrancaron las obras. Un proceso que la pintora describe como muy lento por la meticulosidad con la que Higueras construía una casa que, varias décadas después, en 2019, sería declarada Bien de Interés Cultural (BIC) por la Comunidad de Madrid.

Pero, volviendo a la década de los sesenta, el proyecto sufrió un traspiés que a punto estuvo de echarlo por tierra. No iba a costar ochocientas mil pesetas. Cuenta Avia que el disgusto cuando «estalló la bomba» fue «espantoso».

Sin embargo, finalmente y tras restringir al máximo los gastos, la casa salió adelante, con un interior de una «austeridad franciscana» para frenar el derroche.

La casa obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura y adquirió gran popularidad en la zona. Sin embargo, el éxito no frenó que, sin razón aparente, según la versión de la artista, el arquitecto, considerado uno de los mejores de su generación, desarrollara «aversión» hacia el matrimonio de pintores, especialmente hacia Lucio.

«No puedo encontrar más explicación a esta actitud que la de que éramos los únicos que conocíamos la verdad que había debajo de tanta gloria: nosotros podíamos, puesto que lo vivíamos, desmitificar el monumento», algo que, apunta, no hicieron «jamás».

A principios de los setenta Muñoz y Avia deciden vender la casa por las complicaciones que suponía trasladarse ahí todos los fines de semana con niños pequeños (tuvieron cuatro hijos) y con su centro neurálgico de trabajo fijado en Madrid capital.

La casa

La casa de Lucio y Amalia se sitúa en la parte superior de una ladera. Higueras decidió aprovechar el terreno para ubicarla a un nivel más bajo que la carretera de acceso, proporcionando más privacidad y protegiendo la vivienda del viento.

Una circunstancia que hizo que algunos vecinos la apodaran como «la casa en la que se entra por el tejado», aunque esto sólo era una ilusión óptica. «Se entra por la puerta, como se hace en todas», aclaró en una ocasión su propietaria a una pareja de policías.

La vivienda tenía planta en forma de T y diferenciaba dos zonas, una para el uso familiar y otro para taller de los artistas. El edificio está rodeado de un amplio alero realizado con doble vigas de hormigón que tanto Lucio como Fernando acordaron dejar al descubierto. Las vigas contrastan con las paredes de granito o el tejado cubierto de teja árabe antigua.