Canal de Isabel II
La gran proeza de la ingeniería que supuso llevar agua al centro de Madrid en tiempos de Isabel II
El 24 de junio de 1858, bajo el reinado de Isabel II, una proeza de la ingeniería del entonces recién creado Canal de Isabel II, llevó agua desde el río Lozoya hasta la calle ancha de San Bernardo en la capital. Una presa y 70 kilómetros de tubería lograron dar solución a los problemas de abastecimiento del Madrid de la época, cuando abundaban las epidemias y enfermedades por falta de agua potable.
Con la ciudad engalanada para la ocasión, el agua del Lozoya salió aquel día por una fuente con surtidor de gran altura instalada para la ocasión en la calle ancha de San Bernardo ante el entusiasmo de los congregrados, que aclamaron a la reina y su comitiva, en un ambiente entusiasta y festivo.
El Canal de Isabel II se había creado por Real Decreto el 18 de junio de 1851 y, siete años después, esta gran obra cambió la vida de Madrid, cuyas calles pasaron a estar más limpias y donde descendió muy considerablemente el número de epidemias y enfermedades ocasionados por esa falta de agua para el consumo humano.
En el siglo XIX, Madrid se enfrentaba a un problema que arrastraba desde la centuria anterior, pero que con la explosión demográfica que sufre la capital en la década de 1830 se agrava hasta convertirse en una preocupación de primer nivel: la escasez de agua potable.
Por aquel entonces, en la ciudad vivían más de 220.000 personas que se abastecían gracias a un sistema de captaciones subterráneas, los viajes del agua, que eran del todo insuficientes al proporcionar una media de 7 litros por habitante al día.
Para dar con la solución, tal y como recoge el tomo Madrid en la sociedad del siglo XIX editado por la Comunidad de Madrid, comenzaron a presentarse proyectos para paliar la falta de agua de los madrileños. Así, unos se inclinaban por traer las aguas de los ríos Jarama y Guadalix, otros por las del Lozoya, algunos por las del Manzanares, y hasta había soluciones «más simples», como la subida de las aguas de la fuente de los Once Caños, a través de una máquina de vapor.
No sería hasta el año 1851 cuando los ingenieros Juan Rafo y Juan de Rivera recibirían el encargo del presidente del Consejo de Ministros bajo el reinado de Isabel II, Juan Bravo Murillo, para construir una gran traída de aguas que se materializaría el 18 de junio de 1851, con el nacimiento del Canal de Isabel II.
Esa sería la primera gota que llevaría el agua del Lozoya al centro de Madrid en el año 1858, tras a la construcción de un embalse y de un canal de más de 70 kilómetros de longitud.
El pontón de la Oliva
Situado en el río Lozoya, el Pontón de la Oliva marcaría el inicio de la traída de aguas a Madrid. El 11 de agosto de 1851, el rey consorte, Francisco de Asís, colocó la primera piedra de esta presa, dando inicio oficial a los trabajos de la que sería considerada «la mayor obra hidráulica de Europa».
La presa de gravedad proyectada por Rafo y Ribera, una de las más emblemáticas del Canal de Isabel II, contaba con 27 metros de altura y 72,4 metros de longitud. La obra, en la que trabajaron unas 2.000 personas, estuvo marcada por el terreno, arcilloso y yesífero, características que provocaron desde el inicio filtraciones y socavaciones en la infraestructura.
El proyecto, que incluía el mencionado canal y un depósito de 48.000 metros cúbicos, se planificó para abastecer a cinco veces la población existente en la ciudad de Madrid en ese momento. En la actualidad, siguen funcionando algunas de las instalaciones originales.
A pesar de los escollos que presentó el ambicioso proyecto del Canal de Isabel II, el 24 de junio de 1858 se organizó una gran ceremonia en la calle ancha de San Bernardo para recibir las primeras gotas del Lozoya, que cambiarían por completo la vida en la capital. Así, comenzaron a crearse las primeras fuentes y parques públicos.
La expansión de Madrid
Una vez solucionada la traída de aguas, había que pensar en la mejor forma de repartirla por la ciudad. Para ello, se llevó a cabo una compleja red compuesta de arterías principales interconectadas y cañerías de hierro fundido que permitía la circulación del agua y su distribución.
Pese a los esfuerzos invertidos en el Pontón de la Oliva y en la posterior proyección del dique de Navarejos, Madrid continuaba en plena expansión en la segunda mitad del siglo XIX, por lo que procedió a la construcción de una nueva presa, la del Villar, situada en el municipio de Puentes Viejas.
Su singular construcción, obra de los ingenieros Boix y Morer, representa un verdadero hito, no solo en la historia de Canal de Isabel II, sino también en el panorama de las obras públicas españolas, puesto que se trataba de la presa más elevada a nivel nacional. Hoy, casi un siglo y medio después de su entrada en servicio, la presa sigue en perfecto estado de funcionamiento.