Vista del embalse del Atazar en el BerruecoEuropa Press

La evolución del abastecimiento de agua en Madrid: una proeza de la ingeniería cargada de dificultades

La construcción de embalses y presas ha sido clave para regar a Madrid de este bien necesario

El agua ha sido un factor clave en la ubicación y crecimiento de las ciudades. Madrid, situada en una meseta y lejos de grandes ríos, enfrentó problemas de abastecimiento de agua desde sus orígenes. Aunque el río Manzanares servía de referencia, su caudal irregular y su rápida contaminación lo hacían insuficiente para proveer de agua potable a la población.

Los primeros sistemas de abastecimiento en Madrid datan de la época musulmana (siglo IX-XI), cuando se establecieron los viajes de agua, una red de canales subterráneos inspirados en los qanats persas.

Estas galerías, construidas con ladrillo o barro cocido, transportaban el agua desde acuíferos subterráneos hasta fuentes y aljibes dentro de la ciudad.

El sistema dependía de la infiltración del agua de lluvia en el subsuelo y se caracterizaba por: un recorrido que podía superar los 14 km de longitud, uso de diferentes calidades de agua y la presencia de aguadores, quienes distribuían el agua a domicilio.

Sin embargo, tras convertirse Madrid en la capital de España en 1561, estos sistemas se volvieron insuficientes. Para mediados del siglo XIX, la cantidad de agua disponible se redujo a unos 6,5 litros diarios por habitante, una cifra extremadamente baja en comparación con otras ciudades.

Agua del embalse del Atazar en MadridEuropa Press

Ante la creciente escasez de agua, surgieron diversas propuestas para traer agua a Madrid desde fuentes más lejanas. Varios intentos fracasaron debido a errores técnicos o falta de financiamiento.

Sin embargo, en 1848, el ministro de Obras Públicas, Juan Bravo Murillo, encargó a los ingenieros Juan Rafo y Juan de Ribera un nuevo estudio sobre la mejor opción para el abastecimiento de Madrid.

Después de analizar varias alternativas, se determinó que el río Lozoya era la mejor opción por su calidad y abundancia. En 1851, se aprobó el proyecto del Canal de Isabel II, cuyo objetivo era traer agua de este río a la capital.

El plan consistía en la construcción de la presa del Pontón de la Oliva, con 27 metros de altura, un canal de más de 70 km de longitud para transportar el agua y un gran depósito en Madrid para almacenar y distribuir este bien.

Presa de la Pinilla en MadridEuropa Press

Una obra faraónica con muchos problemas

Las obras afrontaron múltiples dificultades. Entre ellas falta de fondos para completar la construcción, problemas técnicos, como filtraciones en la presa del Pontón de la Oliva y condiciones extremas de trabajo para los obreros, muchos de ellos presos que realizaban trabajos forzados.

El 24 de junio de 1858, las aguas del Lozoya llegaron a Madrid, con una gran inauguración en la fuente de la calle San Bernardo. El evento causó tal impacto que los ciudadanos describieron la escena como «un río puesto en pie».

A pesar del éxito del Canal de Isabel II, pronto surgieron nuevas dificultades como las filtraciones en el Pontón de la Oliva, lo que reducía su capacidad de embalse. Se le sumó el crecimiento de la población que aumentaba la demanda de agua y, por último, la necesidad de ampliar la red de distribución y almacenamiento.

Para solucionar estos problemas, se atendieron diversas obras en la presa de El Villa con 50 metros de altura, fue la más alta de España en su época; nuevos depósitos de almacenamiento, como el tercer depósito de Madrid en 1905; y la construcción de infraestructuras para distribución, como sifones y acueductos.

A comienzos del siglo XX, bajo la dirección de Ramón Aguinaga, se implementaron innovaciones clave, como la construcción de la primera central hidroeléctrica en Torrelaguna en 1913, que permitió generar ingresos mediante la venta de electricidad.

Agua del embalse del Atazar en MadridEuropa Press

Abastecimiento durante Franco

Con el inicio de la Guerra Civil, el servicio de abastecimiento se vio gravemente afectado. Las presas fueron bombardeadas y se establecieron restricciones en el consumo de agua.

Además, Canal de Isabel II jugó un papel clave en la defensa de Madrid. Se utilizó su red de túneles para el Batallón del Subsuelo, una unidad que realizaba operaciones militares en el subsuelo de la ciudad.

Tras la guerra, el Canal de Isabel II volvió a su nombre original y pasó a ser administrado por una Delegación Militar de Abastecimiento. Durante los años 40 y 50, Madrid experimentó un crecimiento acelerado.

Esto llevó a la construcción de nuevas presas, como Riosequillo y El Vado; la ampliación de la red de distribución con la creación del Canal Alto y la implementación de políticas de restricción del consumo debido a las sequías de 1944 y 1948.

A finales de los años 50 y 60, la explosión demográfica de Madrid obligó a emprender un ambicioso plan de obras, que incluyó la construcción de la presa de El Atazar (1971), la más grande del sistema.

El embalse del Atazar en el BerruecoEuropa Press

Actualidad

En 1984, Canal de Isabel II pasó a depender de la Comunidad de Madrid, lo que permitió ampliar su alcance. Se diseñó el Plan Integral del Agua en Madrid (PIAM), que impulsó la construcción de más de 30 depuradoras entre 1985 y 1989.

En el siglo XXI, Canal de Isabel II ha implementado innovaciones como: el centro de Control en Majadahonda, que monitorea el estado del agua en tiempo real; el Plan de Depuración y Reutilización (2005-2010), con nuevas depuradoras y redes de reutilización; y el Canal Voluntarios, un programa de cooperación internacional.

En 2012, la empresa se transformó en Canal de Isabel II Gestión, S.A., con participación de varios ayuntamientos. En 2016, recuperó su nombre histórico y en 2018 lanzó su Plan Estratégico 2018-2030, con enfoque en sostenibilidad y digitalización.