
Placa a Francisco Quevedo en Madrid
Comunidad de Madrid
¿Qué pasaba en Madrid en 1611?: El duelo de Quevedo en defensa de una dama
Todo madrileño ha pasado alguna vez por la Gran Vía. Esa calle con aires de gran ciudad, elegantes y modernos edificios blancos, miles de luces y pantallas, y bullicio a cualquier hora del día. Nadie podría imaginarse que al lado de ese gigantesco cartel multicolor de Schweppes en Callao, podría encontrar un Madrid más antiguo, más del ‘siglo de Oro’.
Fijándose bien, desde la propia plaza de Callao se puede ver el campanario de una iglesia barroca perfilándose en el cielo. Y dando unos pocos pasos por la Calle del Postigo de San Martín, uno se da de bruces con el siglo XVII, que le recibe con los ladrillos del Monasterio de las Descalzas Reales. Si avanza más llegará a la Plaza de San Martín y mirando con atención, encontrará una placa conmemorativa sobre uno de los personajes más míticos de nuestra historia: Don Francisco de Quevedo.

Placa a Francisco Quevedo en Madrid
El poeta y novelista nació en Madrid y pasó allí la mayor parte de su vida, que estuvo marcada por duelos, pasiones y aventuras. Su ingenio y su lengua afilada le llevaron a meterse en mil problemas y a poner patas arriba la agitada España de hace cuatro siglos.
La placa recuerda una novelesca aventura del aclamado autor: Un Jueves Santo de 1611 Don Francisco se hallaba en la iglesia de San Martín asistiendo a los oficios de la tarde. Delante de él se encontraba arrodillada una mujer de gran porte y belleza, de identidad desconocida. Según cuenta la primera biografía de Quevedo, escrita en 1663: «Un hombre, por debates que tuvo con ella, con muy poca o ninguna razón, le dio una bofetada».
Todos los presentes se indignaron ante tal injusto maltrato en un lugar santo, pero el único que dio un paso adelante fue nuestro héroe… «Tomó Don Francisco por su cuenta sosegar al hombre, que llevado de ciego furor, intentaba demostración más sangrienta contra la mujer». Al ver que el individuo no se aplacaba… «Le sacó fuera de la iglesia, donde habiéndole afeado mucho el atrevimiento, riñó con él, que resultó en dejarle tan malamente herido, que en pocas horas pagó con la muerte su osadía».
El hombre, también anónimo, era de buena familia, así que Quevedo tuvo que marcharse a Sicilia durante un tiempo tras el incidente. Allí trabajó como secretario y hombre de confianza del Duque de Osuna, virrey de Sicilia durante el reinado de Felipe III.
Libro sobre la vida de Francisco de Quevedo
Pero, ¿es esta historia realmente cierta o es solo una de esas innumerables leyendas que giran en torno al famoso autor? Vayamos a las fuentes: Este relato aparece por primera vez publicado en 1663 en la «Vida de Don Francisco de Quevedo y Villegas», escrita por Pablo Antonio de Tarsia. Este libro es la primera biografía sobre Quevedo y fue publicada 20 años después de su fallecimiento. Aunque durante siglos la anécdota fue tomada como verdadera, desde principios del siglo XX numerosos autores han declarado que no se puede comprobar su autenticidad.
Un estudio de la Universidad de Huelva de 2020 plantea la teoría de que este libro fue financiado por Pedro Aldrete, el sobrino y heredero de Francisco de Quevedo, a quien de hecho dedica Tarsia la biografía en la primera página. Aldrete tendría interés en mejorar la imagen de su tío para contrarrestar la mala fama que habían causado algunos versos, que a veces pecaban de exceso de sátira. Como sí que se tiene registro documental de que el poeta tuvo que irse a Sicilia por algún motivo, esta historia sería una bonita manera de disculpar la huida.
En cualquier caso, no hay duda de que Quevedo pasaría cientos de veces por la Plaza de San Martín. Si no se batió en duelo aquel día por una mujer, lo haría cualquier otro porque alguien habló demasiado bien de Góngora o le quitó el sitio en el Corral de Comedias. Con la ayuda de la imaginación, una simple placa puede trasladarnos a otro Madrid: el de espadachines, grandes autores, intrigas y años de gloria… Nos puede ayudar a comprender por qué las calles son como son, quién estuvo allí, qué sangre se derramó en las losas de piedra. Nos puede ayudar a entender la ciudad en la que vivimos, a entender nuestra historia, a entender de dónde venimos y quiénes somos. Y sobre todo, nos ayuda a entender qué es España.