La historia del alcantarillado de Madrid: cuatro siglos lidiando con las lluvias de la capital
Ha surgido un debate sobre si esta infraestructura es suficiente para hacer frente a episodios de lluvias intensas
El otoño ya ha llegado a Madrid y con él las fuertes tormentas que han dejado lluvias en toda la región. Para dar salida al agua, la capital cuenta con un sistema de alcantarillado que se implementó hace siglos para mejorar la higiene y el flujo de aguas residuales. De esta manera se evitaba la proliferación de malos olores e infecciones gracias a los poceros baratos.
Este sistema cambió por completo la vida de los madrileños cuando se instauró un plan moderno en 1618, ya que durante el periodo anterior la ciudad tenía unas cuantas alcantarillas para canalizar las aguas, pero era insuficiente.
Para deshacerse de las aguas residuales domésticas, los madrileños antiguamente solían lanzarlas desde sus ventanas, lo que dio origen al famoso grito de «¡agua va!». Las calles de la ciudad se convertían en el lugar donde estos desechos se acumulaban y, en parte, se evaporaban.
La ausencia de sistemas de saneamiento adecuados hizo que numerosos viajeros europeos criticaran duramente las condiciones de las calles de Madrid, llegando a considerarla una de las ciudades más insalubres del continente.
En respuesta a esta situación, en 1618 se presentó un primer intento de mejorar la higiene urbana, con un plan que proponía la construcción de alcantarillas en algunas áreas específicas de la ciudad.
Un siglo después, en 1717, Teodoro Ardemans presentó la primera propuesta técnica para instalar una red de tuberías en los edificios, que conectaría los retretes con un pozo común.
A partir de ahí, un sistema de canales transportaría las aguas residuales hasta otro pozo, esta vez exterior. Sin embargo, este proyecto generó rechazo entre los madrileños, quienes temían que afectara negativamente al subsuelo y a sus viviendas.
Fue durante el reinado de Carlos III cuando se inició un sistema más organizado de alcantarillado, fundamental para mejorar la salud pública en la ciudad.
Posteriormente, con Isabel II, se produjo un avance decisivo: se estableció una red de saneamiento más completa y, en 1851, se modernizaron los sistemas para canalizar el agua usada, distribuyendo las primeras tapas de alcantarilla.
Ya en 1977, se aprobó el primer plan integral de saneamiento, cuyo objetivo era gestionar el 100 % de las aguas residuales.
Con el crecimiento de Madrid y el avance de la tecnología, la red ha tenido que adaptarse constantemente para afrontar los desafíos de una ciudad en expansión.
En la actualidad, la red de alcantarillado es de tipo unitario y cuenta con una extensión de 4.500 kilómetros, capaz de transportar un promedio de 9.000 litros por segundo de aguas pluviales y residuales.
Sin embargo, ha surgido un debate sobre si esta infraestructura es suficiente para hacer frente a episodios de lluvias intensas, como el que se ha vivido en la última semana.