Tajada de sandía, una fruta prohibitiva
Ojalá que bajen los precios del pollo, de la sandía y de todo lo demás, porque la población más débil está arruinada, entristecida y debilitada
Hace unos días fui a echar gasolina al coche. Busqué una con ahínco, que me garantizaba un precio mejor que mi gasolinera habitual. Llenar el depósito llegó a las tres cifras, un hecho insólito en la vida de mi coche y hasta en la mía.
En la gasolinera solamente había una chica, bastante joven y con aspecto de avispada. Le pagué y con guasa le dije que el precio de la gasolina estaba imposible. Jamás hubiera imaginado lo que ocurrió después, porque de inmediato la joven se conmovió, hizo un par de pucheros (sí, vestida con su precioso mono rojo) y me dijo en un tono imposible: «Sí, sí, la gasolina está cara, ¡pero no se come! Yo soy pobre y ya no puedo comprar pollo, y ahora… ahora (más compungida) ¡¡Ni siquiera puedo comprar sandía!! Que era el consuelo de los pobres en verano».
Entonces se echó a llorar.
Nunca me he visto, lo confieso, en una situación similar. Miré hacia atrás, por si era una broma, pero no. Era un llanto sincero, la joven, de melenaza negra trataba de recuperarse. Se ve que la conversación tocó alguna tecla secreta. Entonces se limpió las lágrimas y me contó lo que le gustaba la sandía, pero al precio que estaba no podía ni pensar en sandías. Y no tenía vacaciones. Me pareció tan conmovedora su situación que pagué sin remilgos, le dije unas palabras amables, animándola porque esto acabaría pronto y salí. Francamente, ahora dudo en volver, aunque me ahorré unos euros, pero quisiera evitarle a la chica el mal rato del recuerdo de su desahogo.
Salí pensando sobre lo extraño del caso, lo increíblemente insólito que resulta que, en Andalucía, donde las sandías y los melones tienen una calidad y un precio buenísimo, y se podían comprar de cinco en cinco, ahora sean un bien de consumo restringido. ¿Qué está pasando? ¿qué pasa para que una joven llore en el hombro de un cliente en una gasolinera por culpa del precio de la sandía? Es una situación chocante y perturbadora.
Iba a contarles la historia de la sandía. Otro día será. Porque esta historia es mucho más verídica, más real, más palpitante. Y me tocó el corazón. Ojalá que bajen los precios del pollo, de la sandía y de todo lo demás, porque la población más débil está arruinada, entristecida y debilitada. ¿Es que no lo ven?