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Un plato de gusanos

Cómo detectar si el alimento que estás comprando contiene insectos

Los bichitos pueden presentarse enteros, gracias a lo cual los podrá observar directamente, pero también en forma de polvo y deshidratados

Durante los últimos años, la Unión Europea y el Gobierno de España han definido una serie de «nuevos alimentos», entre los que se considera a los insectos. Probablemente han considerado la entomofagia como una práctica necesaria para la población común: usted y yo. Así, encontrarán en el supermercado normal al que se dirigen cuando quieren adquirir alimentos una serie de productos elaborados que contienen insectos, como productos de panadería, en barritas proteicas, en pastas o en cereales. Los bichitos pueden presentarse de varias formas: enteros, gracias a lo cual los podrá observar directamente; también en forma de polvo y deshidratados. Bajo estas últimas formas será imposible localizarlos a simple vista y, en cualquier caso, la legislación exige que en el envase se defina la composición del producto. Otra incongruencia detectada es que productos etiquetados como vegetarianos contienen insectos.

Si no quiere comer insectos, por los problemas que ya hemos señalado y que en su día definió la autoridad sanitaria AESAN, tendrá que revisar la composición de los productos. En El Debate trataremos de ponérselo fácil y en el siguiente cuadro podrá localizar el tipo de insecto, su denominación científica y el nombre común. Como en distintos casos se usan una u otro, conocer ambas le facilitará el trabajo de localización. Sencillamente busque entre los ingredientes y localizará si el producto contiene o no algún insecto, y cuál es el insecto añadido, en ese caso.

¿Por qué no voy a comer insectos?

  • Prefiero consumir alimentos contrastados por la experiencia, la ciencia y la práctica productiva que las modas que son flor de un día y pueden provocar efectos secundarios graves, como es el caso. Y con los que además, disfruto.

  • Porque he analizado la literatura científica y entre otros, el demoledor informe de AEOSAN, que nos alerta sobre lo que conoce (alergias, contaminaciones, presencia de virus, bacterias y priones) y ¡ojo! sobre posibles efectos adversos y desconocidos que son aún más preocupantes.

  • Porque los insectos son portadores de una microbiota muy diversa, entre ellos, microorganismos que pueden ser altamente patógenos y a los que no estamos acostumbrados y que pueden ser de alto riesgo para la vida.

  • Porque mientras consumir eventualmente insectos recogidos en la naturaleza no ha perjudicado a las culturas que lo han hecho, una cuestión bien distinta es criarlos de forma artificial. Que presenta infinitas dudas y problemas, porque es una práctica escasamente testada.

  • Porque las bacterias esporuladas patógenas que presentan los insectos pueden sobrevivir a los tratamientos tecnológicos industriales y desarrollarse durante el periodo de almacenamiento, antes del consumo. Y enfermar al consumidor.

  • Porque la presencia de quitina, que es la sustancia de la que está compuesta el exoesqueleto de estos animalitos, no se puede digerir. Además, reduce la capacidad de absorción de las proteínas y otros elementos propios del insecto.

  • Porque aun no se ha contrastado con seriedad cómo es la absorción, distribución, metabolismo y excreción de los insectos. Lo desconocemos todo y aun así ¿los vamos a comer?

  • Los insectos, como el pollo o los cerdos, se alimentan de pienso ¿De verdad producirlos va a ser más barato? ¿Y más saludable? ¿Y más apetitoso?

  • Es infinitamente más deseable la opción de comer carnes de buena calidad, sabrosas, cuyo consumo esté contrastado por la historia y por la práctica. Carnes de vacuno, porcino, ovicaprino y aves, con cientos de variantes cuyo consumo nos ha proporcionado fuerzas, salud y nutrición de excelente calidad durante la historia.

  • Por último e igualmente importante: porque Europa tiene una historia alimentaria arraigada en una base agrícola, ganadera y pesquera que han sido útiles, saludables y están muy experimentadas, y que nos han traído hasta el presente sanos, satisfechos, fuertes y gozando de una deliciosa gastronomía.

¡Cómo se extrañaría Charles Dickens al ver esta nueva moda! Su obra El grillo del hogar no hablaba precisamente de grillos que se comían, la historia caminaba por otros cauces bien distintos. Probablemente se habría horrorizado, porque ni entonces ni ahora los insectos formaban parte de la alimentación de la cultura europea. Comer bien es la base de nuestra fortaleza, ¿por qué macabros intereses se está jugando con nuestra salud?