Tutankamón: esto es lo que se encontró en la tumba más famosa de la historia hace 100 años
Entre otros productos, se hallaron treinta ánforas de los mejores vinos, en cuyos sellos se anotaba la cosecha
Después de que Howard Carter viera a través de un pequeño huevo «cosas maravillosas», se produjo la apertura de la famosa KV62. Era el 16 de febrero de 1923, momento en el que se rompieron los sellos y se accedió a la tumba del insigne faraón justo hace cien años. Con ello, se inauguraba un auténtico nicho de leyendas, de conocimiento, de misterio y de historia: la tumba del faraón más emblemático y popular, Tutankamón.
El Valle de los Reyes contiene infinidad de tumbas, que fueron en el siglo pasado objeto de un particular interés por lo inaudito de los descubrimientos y por lo atractivo de lo egiptología y la (entonces) naciente arqueología. Todavía sigue siéndolo, y ejerce un interés asombroso por la calidad de lo conservado y por lo que significa de un mundo que hoy ha desaparecido. Pero que continúa siendo vital a través de sus pinturas, de sus monumentos y hasta de su vida de ultratumba y su alimentación.
La cuestión es que, en las tumbas egipcias, como ocurría en la de Tutankamón, se almacenaban alimentos, con vistas a proporcionar recursos al difunto en su vida en el Más Allá. Desde luego, se preveía un camino largo y difícil: el recién fallecido, asediado por espíritus, se veía impelido a recuperar fuerzas, y sólo lo podía hacer si sus allegados habían dispuesto todo lo necesario para conseguirlo. Y un faraón era un faraón, así que su ajuar, los utensilios y recipientes para alimentos y la propia comida eran de alto rango.
En este real ajuar había todo tipo de representaciones figurativas y simbólicas de las necesidades del faraón en la tierra: además de los emblemas de la realeza, de imponentes máscaras de oro, de sarcófagos y sillones y hasta de ligeros carros deportivos, había vestidos de lino completos, incluso guantes y túnicas, camisas y faldellines. Y también había figuras que representaban a los sirvientes que le ayudarían en los quehaceres cotidianos de ultratumba.
Lo más interesante es que el ajuar funerario también disponía de comida no ficticia, sino perfectamente real. Entre otros productos, se encontraron treinta ánforas de los mejores vinos, en cuyos sellos se anotaba la cosecha y el tipo de vino, en un primitivo pero muy fehaciente sistema de denominación de origen que incluía hasta al vinicultor. En la tumba del rey Tutankamón había más de cinco mil objetos, parcialmente expuestos aún en el Museo de El Cairo. Aunque la cerveza era la bebida más común en Egipto, popular, refrescante y hasta nutritiva, el vino era la bebida aristocrática y elegante, culta e hija del conocimiento hasta el punto de que incluso formaba parte de las ofrendas a los dioses. Los vinos de su tumba eran muy posiblemente viejos y equilibrados, la investigación nos dice que eran tintos y la historia de la alimentación sugiere que posiblemente estuvieran enriquecidos con especias y miel, como se hacía con los vinos en la Antigüedad.
La comida era algo importante para los antiguos egipcios, tanto en la vida terrenal como en la otra vida, así que incluían numerosos alimentos para que el fallecido no padeciera de falta de fuerzas. En la tumba de Tutankamón había 116 cestas repletas de comida, casi toda productos de huerta como cebollas, ajos, cereales, frutas (uvas, higos, dátiles), legumbres, especias, aceite, carne de distintas clases e incluso pescado. También algunos platos elaborados, entre los que se encontraban panes y gachas.
Entre el ajuar funerario de las tumbas egipcias suele haber todo tipo de alimentos, desde piezas de ganado vacuno (costillas, piezas nobles…) a aves como pichones y codornices, también piezas cocinadas como hígado de cordero, por ejemplo, también cerdo (a pesar de los tabúes propios de esta carne), aves acuáticas (pato y ganso) además de quesos y todo tipo de frutas frescas como granadas e higos, más allá de las deshidratadas. A veces también volvía la familia a presentar sus respetos y ofrendas en los días festivos, llevaban comidas y también comían ellos. Es curioso cómo estas costumbres continúan en la actualidad, y en el Egipto actual siguen haciendo estos picnic funerarios en familia.
En Egipto aún se siguen repitiendo guisos tradicionales, especialmente los más sencillos, compuestos de cereales y legumbres, incluso algunos tipos de repostería. Y sabemos que los panes antiguos eran prácticamente idénticos a panes que se consumen en la actualidad, unas delicadas y ligeras tortas con un sabor a producto fresco muy agradable.
Egipto sigue teniendo algo especial que cautiva, y recordar sus prácticas milenarias con motivo de un centenario importante, es revivir esa pasión por la vida que palpita entre sus pinturas, en sus alimentos y hasta en sus ajuares funerarios. Nos queda mucho de ellos y este aniversario es una ocasión perfecta para mantener vivo su recuerdo.