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Yacimiento

La explosión del cometa que nos condujo a la agricultura

El yacimiento de Abu-Hureyra, en Siria, fue un asentamiento humano que en la actualidad se encuentra envuelto y sumergido parcialmente por las aguas del lago Assad

Abu-Hureyra, en Siria, es un lugar especial en el que ocurrió algo insólito. Ubicado en pleno valle del Éufrates, hoy es un yacimiento arqueológico, aunque hace 13.000 años fue un asentamiento humano en el que por primera vez se ha datado la agricultura. En la actualidad se encuentra envuelto y sumergido parcialmente por las aguas del lago Assad, un montículo repleto de estratos de ocupación que tuvo que ser rápidamente excavado previamente a la construcción de la presa de Tabqa.

Los habitantes de la colina eran sencillos cazadores y recolectores que vivieron un momento apocalíptico en primera persona. Un cometa que pasó cerca de la Tierra impactó parcialmente o lo hizo la estela cálida que acompaña este tipo de fenómenos, y que provocó la fusión de minerales del suelo, a más de 3.600ºC de temperatura, una magnitud fabulosa. Aquellas temperaturas acabaron con el tipo de vida conocida por estos grupos, y con todos aquellos que se encontraban en el famoso Tell, esa colina elevada que conocemos hoy como Abu Hureyra. Tras la catástrofe, la zona cambió radicalmente, y como se puede imaginar, todos los habitantes desaparecieron incinerados por las impresionantes temperaturas; aunque otros grupos pudieron ver desde lejos algo parecido a una enorme explosión nuclear y percibir la fuerte ola de calor que acompañó la evolución del cometa.

Fue un hecho de un impacto fundamental en la historia, que afectó a toda la tierra, ya que se extinguió la megafauna que aún quedaba, como los caballos de gran tamaño y los mamuts, e impulsó a los seres humanos, que padecían las consecuencias, a poner en práctica algo que ya conocían aunque sólo marginalmente: la agricultura de los cereales. Nutritivos, polivalentes, fáciles de conservar y cocinar, fueron un auténtico cúmulo de posibilidades y representaron el auténtico estallido civilizador. Eran los tiempos del inicio del Joven Dryas, una etapa climática fría entre dos fases cálidas, que favoreció el esfuerzo humano y las condiciones naturales hacia esa nueva actividad que ha terminado proporcionándonos alimentos durante estos 15.000 últimos años.

Cereales, inteligencia, oportunidad en medio de una catástrofe, capacidad de ver los nuevos tiempos y estrategia para buscar nuevas oportunidades. No debió ser fácil, no debió ser cómodo, no debió ser visible para todos. La especie humana tiene una capacidad impresionante para la adaptación, para resolver conflictos y para buscar soluciones. Y entonces lo hicieron, y lo hicieron muy bien.

La tierra siempre ha aportado soluciones, la agricultura incluso antes de sistematizarse ya era parte de la solución de graves problemas de alimentación. El maltrato a que es sometida hoy resulta inaudito e incomprensible, una exacta representación de lo que significa «tirar piedras al propio tejado», destruyendo el origen de las explotaciones agrícolas y ganaderas en toda Europa con la excusa absurda de las emisiones de nitrógeno, véase por ejemplo el caso de los Países Bajos y a otro ritmo, pero igualmente inexorable, el de España.

Burocracia, intereses torcidos, malas gestiones, incapacidad de las clases políticas, que sumadas a tiempos con clima más complejo hacen que la situación de las fuentes de alimento sea un auténtico problema que nos estallará entre las manos para desgracia de todos. Agricultores y ganaderos, pescadores, pequeños productores… el mundo rural, en suma, sí observa en primera fila el problema que se nos viene ¿Tan lejos está la ciudad del campo? ¿Tan ciegos como para no percibir que gestionando de esta forma los recursos se genera un problema mayor? Por que la génesis de la comida que tenemos sobre el plato no está tan lejos como imagina. Pero el problema lo tenemos tan terriblemente cercano, que ya lo vemos reflejado en los precios en el corto plazo.

Esta es una cuestión que me hace reflexionar sobre cómo, por primera vez en la historia, en lugar de utilizar los recursos, la inteligencia y nuestras maravillosas capacidades como especie para prosperar, estamos utilizándolas para destruir. Para devastar lo que nos mantiene con vida: el alimento.