Gastronomía
Janucá, la luz entre los conflictos
Como dijo San Juan de la Cruz, la luz termina impregnándolo todo
Janucá es la fiesta de las Luces, una celebración judía alegre, llena de promesas. Todas las fiestas que celebran la luz, como la Candelaria entre los cristianos, son festivas y tienen un significado muy hermoso: es que la luz brilla más en la oscuridad, la luz siempre vuelve, son las fiestas de la esperanza. En momentos difíciles, en esas «noches oscuras del alma», como dijo San Juan de la Cruz, la luz termina impregnándolo todo, la noche oscura siempre tiene un final en las personas y en las sociedades.
No es que la luz llegará, es que la luz está y vence a la oscuridad. Y ese significado es idéntico para un judío o para un católico, como una promesa común y con un sentido trascendente de la vida, tanto en el presente como hacia el futuro. Y cuando mejor se pueden observar las luces es en la oscuridad, cuando uno toma auténtica conciencia de sí mismo. Es el mejor momento para verlas, es cuando más se necesitan y cuando proporcionan el albor que calienta el corazón de las personas y de las sociedades. Llegarán tiempos más calmados, pero no serán un regalo, sino fruto del esfuerzo, ese es justamente el sentido de las Luminarias.
Janucá dura ocho días, es una palabra que significa en hebreo «rededicación» y tiene que ver con la recuperación del Templo de Jerusalén en su segunda etapa. Ocurrió que el monarca seléucida, Antíoco IV Epifanes, en 167 a.C. impuso una severa legislación a los judíos, haciendo que raptaran a sus hijas e incautaran los bienes de todos los judíos, celebró sacrificios a Zeus e hizo sacrificar cerdos en el Templo. Como ven, la barbarie no tiene tiempo, es independientemente del siglo en que se produzca. Además, prohibió la práctica religiosa y sus tropas profanaron el Templo de Jerusalén. Fue justo en ese momento de oscuridad terrible cuando llegó la luz, porque se produjo la rebelión de los Macabeos, una familia cuyo padre y sus cinco hijos lideraron la insurrección. Y así derrotaron a los invasores y liberaron el templo.
Trataron de restablecer el culto en el Templo, y fue entonces cuando ocurrió el milagro: al intentar encender de nuevo la Menorá, el sagrado candelabro apenas quedaba aceite puro para hacerlo, porque el resto había sido profanado, tan sólo quedaba cantidad para un día. Sin embargo, la Menorá se mantuvo encendida durante ocho días. En recuerdo de aquel acontecimiento, la Menorá de Janucá es algo distinta a las demás, porque tiene nueve brazos, y así el primer día de fiesta se enciende la vela central o shamash y cada noche otra de las velas, hasta el término de las Luminarias. La luz terminó y termina siempre venciendo.
En la mesa, Janucá es una fiesta sin restricciones, en las que abundan las ricas preparaciones como los levivot o latkes, que son variedades de croquetas o tortitas de patata que también se elaboran con verduras y pescado. Además están los sufganiot, unos bollos del estilo de las berlinesas, rellenos de mermelada. Y sobre todo, vinculándose con la luz, se consumen bastantes fritos, siempre en aceite de oliva, el oro del Mediterráneo.
Janucá es la fiesta de la luz, pero no sólo simbólicamente, sino también en la mesa. Es la fiesta del aceite de oliva, de la fritura. Y las casas están repletas de preparaciones invernales, sabrosas y llenas de sabor. En este contexto se entiende la importancia del aceite de oliva virgen extra en la alimentación del pueblo judío, no solo como alimento, sino como alegoría de su sentido vital. El aceite representa la pureza, la luz que enciende la espiritualidad del mundo; hay una auténtica mística del olivo y del aceite, que sobrevive siempre, como el pueblo de Israel, entre las dificultades.
Y es metáfora de la capacidad del pueblo judío que da lo mejor de sí en los mayores aprietos. De la misma forma que se exprime la aceituna y proporciona el valorado aceite, extraen lo mejor de sí en medio de las dificultades.
Ojalá que fueran menos (aflicciones), ojalá que el mundo recapacite ante tantas muestras de antisemitismo que evocan de manera escalofriante a los tiempos previos a la II Guerra Mundial. En estos tiempos en los que a todos nos preocupan acontecimientos que se escapan a nuestra capacidad, Janucá es un bálsamo para recapacitar y recobrar fuerzas. En la mesa y en el espíritu.
Extraído de La cocina hebrea: Alimentación del pueblo judío en la Biblia, editado por Almuzara.