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Los agricultores lusos cortan este jueves algunas autovías del país próximas a la frontera con España, como la A-25 o la A-6, para protestar por los recortes de la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea. EFE/ Carlos García

Los agricultores lusos cortan este jueves algunas autovías del país próximas a la frontera con EspañaEFE

Gastronomía

El campo, en pie de guerra

Las políticas medioambientalistas han olvidado en su lucha por la sostenibilidad las otras dos ramas indispensables del sector primario

La escalada de dificultades en el mundo agrícola y ganadero, que revela la imposibilidad de disponer libremente de negocios que dejen margen para estos colectivos, ha provocado que las asociaciones vinculadas protesten acaloradamente en toda Europa.

Hace dos semanas Alemania hacía lo propio, ahora son Bruselas y Francia las que tienen a sus agricultores en pie de guerra, aunque desgraciadamente, y en su cólera, Francia también contra España. En este caso no sólo injusta, sino erróneamente, ya que la calidad de los controles y cuidados fitosanitarios que mantiene la producción española es muy superior a la francesa. Así que el argumento que los franceses utilizan es incierto. Aunque es evidente con respecto a los países no comunitarios, como Marruecos. Ni mucho menos hay competencia desleal entre España y Francia, pero esta es una cuestión añeja y con otros intereses.

En esta marabunta se produce una cuestión clave, y es que las políticas medioambientalistas han olvidado en su lucha por la sostenibilidad las otras dos ramas indispensables del sector primario: la social y la económica. Detrás del sector primario hay personas que alimentan a personas, gente que trata de vivir de su trabajo y que los demás comamos a precios razonables.

En un ambiente convulso, agitado y confuso no sólo en España, sino en toda Europa, se perciben notoriamente las dos guerras que tenemos abiertas en puertas: Ucrania e Israel, a las que no podemos olvidar, porque ese trasfondo provoca una inquietud no exactamente larvada. Y en nuestros campos: burocracia, pérdida de la rentabilidad, falta de rigor técnico en las políticas, exceso de obligaciones administrativas y lobbies medioambientalistas, ahogando al agricultor y al ganadero.

Bien amparados por las inquietantes aberraciones de Nutriscore, por los nuevos condicionantes sobre la caza del lobo, por el acoso al consumo de carne, están provocando una subida brutal de costes y con ello la disminución de la producción, pero claro, es la dichosa agenda 2030, la que está detrás. Así se explica el dolor en el bolsillo a la hora de adquirir productos de consumo diario: la cesta de la compra que usted y yo necesitamos cada día.

Mientras España, a pie de tractor, se hace una y se prepara para una gran manifestación el día 6 de febrero en Madrid. Ya hay avanzadillas en algunas regiones y ciudades españolas, como en Extremadura, Zamora y Cataluña. Y habrá más. El sector está asfixiado. Bruselas está tomada por los agricultores y los franceses quieren colapsar París. Los gobiernos deben tomar buena nota de todo esto: no estamos dispuestos, ni un minuto más, a soportar esta presión.

Ese interés por impedir que se cultive, se críen animales y crezca –o sobreviva– el sector primario, que alimenta el resto de la maquinaria social, es absurdo y contraproducente. Crear parques temáticos o enormes barbechos en ese 4% de superficie de cultivo que Bruselas quiere sustraer a los agricultores y que es solamente la punta del iceberg, es un absurdo que nos conducirá a depender de países extracomunitarios con la paradoja de que sus productos presentan inferior calidad con respecto a la normativa alimentaria, y que contaminan mucho más, con déficit en la calidad fitosanitaria, que terminará afectando negativamente a la población. Cuidar la tierra, sí, cuidar el planeta también. Pero no olvidemos lo más importante, que es procurar el alimento que necesitamos y facilitar que el sector primario lo siga produciendo.

Es cierto que estamos en una nueva era, que la industria y la tecnología están creando cambios importantes, que ya están aquí y que es necesario adaptarse. Históricamente, en estas épocas se quedan atrás unas profesiones y aparecen nuevas posibilidades.

Eso es una cuestión y otra muy distinta la falta de libertad que desde Bruselas se está extendiendo, los estrictos controles y las decisiones que afectan a nuestras vidas privadas con la presión insoportable a que someten a este sector. A la ineficiencia y a la peor reforma de la PAC que ha habido jamás, según señalan los agricultores. La política agraria, las deficiencias que crea la nefasta gestión del agua y el ataque al sector, con unos líderes entregados a aciagas políticas medioambientalistas, consiguen el resto. Y no lo olvidemos, por mucho que la tecnología avance y que vivamos inmersos en este cambio, siempre, siempre, necesitaremos comer. A buen precio, con buenas calidades, libremente y alimentos que respeten nuestras tradiciones, nuestros gustos y nuestro patrimonio.

No maquillen, no posterguen, no suavicen, para seguir después haciendo lo mismo. Solucionen, dialoguen y escuchen a colectivos que saben muchísimo más, oigan las quejas de los ciudadanos, a cuyo servicio están. Ustedes, gobernantes, no son los amos: son los servidores. Pónganse a ello con eficacia y honestidad. Aunque quizás, y aunque yo misma no lo entienda, es demasiado pedir.

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