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Cama vacía de un hospital

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Máquinas de veneno en los hospitales

Las máquinas de vending suponen una alta concentración calórica, ingredientes ultraprocesados y otros motivos que demuestran que son «veneno puro»

Aunque un hospital no es mejor sitio para pasear, observaba con detenimiento en un hospital público español la enorme oferta de máquinas de vending. Café, agua (bien hasta aquí), y… bebidas carbonatadas de todo tipo, leches con fruta sin leche ni fruta, barritas energéticas, azúcares, chocolates cargados de todo menos de cacao, frutos secos repletos de sal, preelaborados con jarabe de glucosa, aperitivos con altas concentraciones calóricas, patatas fritas con grasas imposibles. Productos conocidos por todos nosotros, cuyas marcas comerciales son muy populares.

Las estancias de pacientes, acompañantes e ingresados, en un hospital son enormemente tediosas cuando no inquietantes. La salud nos preocupa, y mucho. Y tantas horas requieren reponerse, tomar un bocado, beber; a veces incluso tomar algo caliente, ya que las cafeterías, por amplios que sean sus horarios, no cubren toda la jornada, y debido al enorme tamaño de estos hospitales, se agradece que haya disposición de algún alimento en diferentes zonas.

Además de los enfermos, el personal sanitario también necesita reponer fuerzas a lo largo de jornadas que suelen ser fatigosas. Pero este sistema es directamente tóxico para la salud, al ofrecer posibilidades dentro de un único marco de alimentos con: elevada concentración calórica, práctica desaparición de elementos nutritivos, presencia de producto de grandes cantidades de aditivos propios de ultraprocesados.

Máquina de vending

Máquina de vendingGTRES

Además, ingredientes ultra refinados, adictivos glutamatos, grasas saturadas, repostería industrial, bocados todos ellos verdaderamente desaconsejables. El médico que se los prohíbe en consulta los come en la esquina de su despacho, porque no hay otra cosa. Avanzan los alimentos ultraprocesados hasta en las dietas de personas que están en los hospitales, con preocupantes efectos para la salud, como la capacidad de hacer que desarrollemos enfermedades crónicas.

Es decir, puro veneno si además se consumen recurrentemente. La recomendación médica y la práctica se contradicen en el corazón del hospital. Claro que para los sistemas de vending es mucho más cómodo no tener que reponer cada día, como sucedería si los productos fueran frescos y tuvieran fechas de caducidad más ajustadas.

Hay soluciones, pero también hay que querer implementarlas. Si la salud empieza en la boca, y en los hospitales se busca la curación, hay algo en este ciclo que no encaja, algo que no sólo interrumpe, sino que deteriora la salud. Siendo tan necesarios, un bocado o una bebida deben ser, en el entorno hospitalario, saludables. Y buenos. Pónganse a trabajar, pero ya, porque hay profesionales capaces de conseguir buenos resultados.

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