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Las fresas marroquíes no han sido los únicos productos contaminados

Gastronomía

Las mentiras del etiquetado de alimentos

¿Qué pasaría si todos leyéramos bien las etiquetas? ¿Conseguiríamos lanzar un mensaje al mercado?

Es alarmante asistir a irregularidades en la venta al público de diferentes alimentos, hasta el punto en que nos preguntamos si incurren en delito, ya que pueden enfermar, y gravemente, al consumidor. Y de hepatitis A, nada más y nada menos. Las fresas de Marruecos no han sido los únicos, hemos asistido a otros productos contaminados de diferente manera. La eficacia de los controles en nuestro país ha conseguido que la alerta se diera a tiempo y las partidas de fresas contaminadas no llegaran al mercado.

Aunque en realidad no deberían ni siquiera haber entrado en España, porque en los controles de aduanas se tendría que haber detectado este riesgo serio que pone en peligro la salud pública. En cuanto a la causa, es sencilla: las explotaciones agrícolas marroquíes, lugar de procedencia, se han regado con aguas fecales.

La seguridad alimentaria en la Unión Europea es extraordinaria, lo que todos los consumidores agradecemos, así como la exigencia de calidad a los agricultores y ganaderos españoles. Sin embargo, los productos que llegan desde fuera de la Unión, con un precio muy inferior al que se cultiva aquí, son más económicos por varios motivos, y no es el menos importante que las condiciones fitosanitarias y los controles son deplorables.

En este mercado de competencia desleal e, incluso, peligrosa para el consumidor español, no son pocas las personas a las que se observa en los supermercados leyendo el etiquetado detenidamente. Es una práctica que deberíamos realizar en cada compra, acostúmbrese porque esto se repetirá mientras no exijamos idénticas condiciones de calidad a los productos que importamos con respecto a los que producimos.

Así que como el problema será de larga y compleja resolución, el ciudadano puede hacer poco. Poco, sí, pero quizás bastante eficaz, y como muchos hacen ahora, hay que seguir mirando bien la etiqueta, y bien es bien. No se deje engañar por los caracteres de mayor tamaño, que provocan confusión, como ha sucedido con las etiquetas de «naranjas de Valencia», cuyo origen es Egipto. En realidad, el título «Valencia» corresponde a una variedad, no al origen, cuestión que han aprovechado con mucha eficacia para dar entrada a productos no españoles.

Busque donde pone «Origen», ahí justamente es donde vamos a encontrar la clave del cultivo de los productos frescos. Todavía podemos no solamente elegir mejores productos para evitar deteriorar la salud, también podemos con esta sencilla acción ayudar al productor español, cargado de obligaciones como bien sabemos. Para colmo, muchos de esos productos entran en la Unión Europea con arancel cero, lo que es extraordinario por que la exportación de producto español está gravada con elevados aranceles.

Y gran parte de ese producto de importación presenta altos niveles de pesticidas y falta de control de plagas en los puertos de origen y destino. Además del caso de las fresas, los productos que tienen más problemas de alertas sanitarias son los pimientos, limones, naranjas, mandarinas, pomelos, higos secos y granadas. Mientras se quedan en el campo muchos buenos productos españoles, adquirimos otros que ponen en riesgo nuestra salud.

Es una de las grandes paradojas de la alimentación actual, no la única, pero sí es grave. Podemos hacer algo: lea la etiqueta y no adquiera producto de origen no español. Quizás esto nos lleve a limitar ciertos alimentos, pero los que tomemos serán de calidad. Y quizás, si se hace de forma efectiva, podamos presionar para que esos controles y fórmulas de importación sean más beneficiosos para nuestra economía y nuestra salud.