Fundado en 1910

Monasterio de las Descalzas Reales

Viajes

Una procesión única en el mundo entre tapices de Rubens en el corazón de Madrid

Tan solo dos días al año, el Monasterio de las Descalzas Reales muestra las magníficas obras del pintor flamenco en el emplazamiento para el que fueron concebidas. Una antiquísima bula papal permite en el Monasterio una procesión de Viernes Santos como no hay otra en la cristiandad

La Plaza de las Descalzas Reales esconde tanta historia y tesoros artísticos como desaciertos en su planificación urbanística. Desde hace décadas, los despropósitos se suceden en forma de contenedores de basura, una fea entrada a un parking y fachadas anodinas, en el que debería ser, por méritos propios y por respeto a nuestra historia, uno de los enclaves más cuidados de la Villa y Corte. El urbanismo colindante tampoco ha ayudado: grandes almacenes, bancos y oficinas empequeñecen aún más la histórica plaza, casi engullida por este bullicioso Madrid cercano a la Gran Vía y Callao.

En la Plaza de las Descalzas Reales, como recuerdan unas pequeñas placas conmemorativas situadas a más de dos metros de altura imposibles de leer, se constituyó la Real Academia Española y allí celebró sus primeras sesiones, nació el primer Monte de Piedad español, antecedente de las cajas de ahorro, y se erigió uno de los Monasterios más antiguos, históricos y hermosos de Madrid, del que la plaza toma el nombre. Fundado por Juana de Austria, hermana de Felipe II y viuda de Juan Manuel de Portugal, es un espacio único que nos traslada al Madrid de los Austrias y al espíritu de la Europa de la contrarreforma.

Interior del Monasterio de las Descalzas Reales

Entre sus tesoros alberga veinte tapices de monumental tamaño realizados en Bruselas sobre dibujos de Rubens, la única obra del maestro flamenco que pintó teniendo en cuenta su localización concreta y que tuviera especial protagonismo en dos fechas de especial relevancia para la cristiandad.

Tan solo dos días al año, hoy, Viernes Santo, y el día del Corpus Cristi, los tapices se exponen al público en el llamado Claustro de Capellanes. La entrada es libre y gratuita hasta completar el aforo, entre 11 de la mañana y 5 de la tarde, y es una oportunidad única, y muy poco conocida, para contemplar estas obras de arte en uno de los emplazamientos para el que fueron creadas.

A las 7 de la tarde, después de los oficios en la Iglesia del Monasterio, se celebra entre estos tapices una procesión verdaderamente singular, como no hay otra en el mundo. Desde hace más de 460 años, las clarisas del convento, detrás de las celosías que protegen su clausura, entonan los motetes que fueron compuestos por Tomás Luis de Vitoria hace más de cuatro siglos específicamente para esta ocasión.

Una de las estancias más destacadas es la gran escalinata

Mientras se produce el paso de cristo yaciente, una talla en madera policromada del escultor andaluz Gaspar Becerra, realizada en el Siglo XVI que lleva en un costado un viril con el Señor Sacramentado –Cristo muerto y vivo a la vez–, disfrutando así de un antiguo privilegio pontificio que permite a las monjas exponer a Jesús Eucaristía el día en que se celebra su pasión y muerte, cuando todos los sagrarios del mundo han de quedar vacíos a la espera del Domingo de Resurrección.

El cristo de Gaspar Becerra se encuentra en la Iglesia con la talla de la virgen de Juan de Mena. Una solemnidad fúnebre impresionante en un espacio lleno de arte, fe y piedad que nos devuelve a los tiempos de la fundadora Juana de Austria, un viaje en el tiempo, en un enorme contraste con todo lo que sucede a su alrededor. El ajetreo del vecino El Corte Inglés, la modernidad llegada de Nueva York del flamante hotel Edition, con una de sus puertas en la propia plaza, son ahora los vecinos de las clarisas, que siguen haciendo la misma vida de recogimiento y rezos desde hace siglos, ajenas a este mundanal ruido. Seguramente no hay muchos lugares en la Villa y Corte con una contrate tan brusco.

La colección de tapices es otra de las joyas del recorrido

Antes de convertirse en monasterio, el edificio fue el palacio tesorero del emperador Carlos I, Carlos Gutiérrez. En su interior nació la hija pequeña del Emperador, Juana, que adquirió el inmueble y en 1559 fundó el convento. Había enviudado joven y, como otras mujeres de origen real, dedicó el resto de su vida a apoyar el desarrollo de iglesias y conventos.

En el de las Descalzas Reales hubo varias hermanas de sangre azul, entre ellas, la Infanta Margarita, hija del emperador Maximiliano II de Habsburgo y de María de Austria. El Monasterio es parte de Patrimonio Nacional y por tanto uno de lugares beneficiados por la nueva normativa que permite hacer fotografías de los interiores a los visitantes.

Aquí son muchos los rincones y estancias que invitan a sacar la cámara y difundir los tesoros patrios con amigos y conocidos. La escalera principal es una de las más bellas de España, sin duda. Decorada con pinturas murales, nos sumerge en la historia del edificio. A través de un balcón en trampantojo se asoman Felipe IV; su segunda consorte, Mariana de Austria, y sus hijos Felipe Próspero y Margarita, la famosa infanta de Las Meninas.

'El triunfo de la Iglesia', de Rubens

La representación del Arcángel Jehudiel, el santo ángel protector de la comunidad, del siglo XVI, es otra de sus joyas. En las capillas de la planta alta encontramos el mencionado Cristo yacente; un belén napolitano del XVII, y un cuadro La virgen y el niño, atribuido a un discípulo de Leonardo da Vinci y un rico altar de Guadalupe, con 65 paneles de espejos pintados al óleo. Durante tres siglos estuvo en estas paredes La Anunciación de Fra Angelico, hasta que Madrazo, entonces director del Museo del Prado, consiguió, tras numerosos gestiones llevarse a la pinacoteca, de la que es hoy una de sus piezas más destacadas.

La colección de tapices, encargada por la Infanta Isabel Clara Eugenia, es otra de las joyas del recorrido. Tras las festividades de Semana Santa, la serie vuelve al antiguo dormitorio de las monjas, donde hoy se exponen. Rubens introdujo el trampantojo en los tapices, fue la primera vez en que las escenas no aparecen rodeadas por cenefas sino por arquitecturas fingidas.

Cristo Yacente de Gaspar Becerra

Con el fin de exaltar el sacramento de la eucaristía, en plena Contrarreforma, el pintor se sirvió de múltiples recursos, como metáforas, fábulas, alegorías, con un gran dramatismo al servicio de la fe. Los mejores tejedores de los talleres de Bruselas realizaron los tapices en seda y lana, que llegaron a Madrid entre 1628 y 1633. Desde entonces permanecen en el Monasterio de las Descalzas Reales. Justo hace ahora diez años, fueron trasladados al Museo del Prado con motivo de una exposición monográfica.