La revuelta agrícola europea
A pesar de la acción imponente de miles de agricultores y ganaderos en toda Europa, han obtenido pequeñas concesiones, pero no el cambio estructural que la situación requiere
La historia humana está salpicada de ciclos que se repiten, y reiteran una y otra vez ciertos acontecimientos y acciones, aunque cada uno de ellos tiene sus propias peculiaridades. Por eso la historia recurre a estas grandes efemérides como ayuda en forma de hitos, para ordenar y comprender el transcurso de los acontecimientos. Y así, hablamos de jalones como guerras, el ascenso al trono de un rey o de un Papa, de la caída de un imperio o de una gran batalla.
Causa asombro ver cómo una y otra vez los seres humanos somos capaces de destruir cosas valiosas, cosas que hemos construido con infinito esfuerzo y que proporcionan a una sociedad estabilidad, confort, seguridad, ¡libertad! Y somos capaces de demolerlos posteriormente. Hoy, la falta de respeto a la opinión divergente, los argumentos anodinos, el rechazo por el diálogo civilizado, el intento de destrucción de valores va más allá de lo tolerable para convertirse en un enrocamiento en torno a importantes cuestiones, y no es menor la que hace referencia a la producción de alimentos y al estilo de productos de consumo.
Aunque inevitablemente el esfuerzo realizado por los agricultores con sus manifestaciones pierde fuerza con el paso de las semanas, y esa es la confianza que se tenía para su destrucción, la revuelta agrícola europea no ha terminado de calar ni de convertirse en la palanca que la situación merecía. A pesar de la acción imponente de miles de agricultores y ganaderos en toda Europa, que se han manifestado en todos los países, desde Holanda hasta España, desde Francia a Alemania, Italia y el Reino Unido. Han obtenido pequeñas concesiones, pero no el cambio estructural que la situación requiere. Y esto sólo significa que hay que seguir.
Falta de apoyos
Lo peor es que el consumidor final, que es quién se debía haber unido a estos colectivos, no ha apoyado todo lo que hubiera sido necesario su propia estabilidad en la producción de alimentos buenos, sanos y que remocen el mundo rural europeo. Lo que manifiesta una inconsciencia pasmosa que va más allá de todo lo razonable.
La revuelta agrícola europea del 2024 es una de las muchas rebeliones de este calado que han sucedido a lo largo de la historia. Como les decía al principio, este es un ciclo que se repite, y con frecuencia las revueltas agrícolas han sido el precedente de revoluciones sociales. El gran cambio de nuestro ciclo histórico es que la sociedad se ha desentendido de la revolución agrícola, lo que desgraciadamente, devendrá en males mayores. En muchos aspectos, y especialmente en la alimentación, no hay línea de separación entre la naturaleza y nosotros ¿se ha olvidado el mundo de que el ser humano es fruto de esa propia naturaleza?
Por otro lado, la aburrida cantinela de que cada uno no puede hacer nada por sí mismo está obsoleta. Es que todos juntos sí podremos hacer mucho por nuestra propia alimentación, que a fin de cuentas representa la subsistencia, el ánima de nuestra vitalidad. Muchas gotas hacen un mar, siempre que las gotas se tomen la pequeña molestia de encauzarse correctamente.
En cualquier caso, el historiador observa este ciclo: los actores en primera instancia, agricultores y ganaderos, están asistiendo a un mundo que es desintegrado intencionadamente y ellos, mejor que nadie, lo saben. Y conocen de primera mano los problemas, dificultades y desafíos del sistema de producción. Mientras la revolución agrícola concita en las carreteras europeas a miles de profesionales, la sociedad no termina de apoyar su esfuerzo. Que es visible en los arrestos por alimentar a esa propia comunidad. Esta es la paradoja de nuestro siglo en el que se cierran los ojos ante las mentiras disfrazadas, ante las verdades a medio gas, en la preocupante falta de libertad, que se encoje por aquí y por allá como si no tuviera importancia. Vivimos confortablemente ubicados -de momento- en un engaño que no es más que una gran trampa.