El aceite de José Andrés que seguro les encanta a los Obama
Hace unos años el chef José Andrés cató un aceite toledano que no pudo olvidar. Fue a visitar la Finca Hualdo y les pidió que envasaran su aceite. Y hasta Estados Unidos parten litros de AOVE que enriquecen sus viandas
En las faldas de los Montes de Toledo, las 4.000 hectáreas de la finca Hualdo, regadas por el río Tajo, son un ejemplo de eficacia agrícola. Aquí conviven olivos y pistachos. Campos de cereales y leguminosas. 300.000 olivos con almazara y 2000 ovejas manchegas con quesería. Lo mismo tienen huerta de verduras, que huerta solar para abastecer de energía a la finca. Monte de encinas y jaras por los que se intuyen corzos, mufones, linces o una pareja de águilas imperiales que dan nombre a uno de los mejores aceites del mundo. El aceite que se produce aquí es el que usa el cocinero José Andrés en sus restaurantes. Con la cornicabra, la manzanilla y la picual toledana el chef asturiano, ha guisado para media constelación hollywoodiense y por supuesto, para los Obama. El cotizado chef tiene su propio AOVE y el de Hualdo juega en la primera división de honor.
En la finca no cuentan con más misterio que recuperar la tradición agrícola española, el buen hacer adquirido por siglos de experiencia. Descanso de cultivos, ovejas que pastan las malas hierbas y de paso abonan la tierra, además de ser una brigada de bomberas. En Hualdo usan los restos de poda para mantener la humedad del terreno, cuentan con pastores y mastines que custodian a las ovejas. No labran el terreno y con los restos de aceitunas hacen biomasa para el combustible de la almazara y de la quesería. Ahora a todo esto le llaman agricultura circular, pues bien, llamémoslo como lo llamemos, el resultado es de una calidad extraordinaria.
Y además son un pulmón laboral importante para fijar población en la zona. 50 personas trabajan en la finca y su número aumenta en época de recolección. Y van más allá, no sólo recuperan semillas tradicionales, descartadas por ser feas o de escaso rendimiento pero de sabor y calidad inigualable, es que su compromiso se extiende, por ejemplo, a la universidad politécnica de Madrid, porque en Finca Casas de Hualdo, ayudan a formar agricultores y técnicos.
¿Y cómo podemos disfrutar directamente de todo esto? Pues además de hacer una visita guiada por la finca, lo que es un verdadero planazo familiar, los niños pueden acompañar al pastor, ver los corderitos recién nacidos, aprender a hacer queso porque aquí se recogen 5.000 litros diarios. Ordeñan a las seis de la mañana y a las cuatro de la tarde y en tres horas tienen queso fresco. Yo les aconsejaría que prueben los quesos blandos ( los tienen de corteza lavada y de corteza enmohecida) y los duros (el manchego y el de pasta semicocida). Son un espectáculo de sabor, olor y textura. Que no me vengan los franceses con sus cuitas, que aquí tenemos unos quesazos de medalla de platino aunque ellos se sepan vender mejor que nosotros.
Ya les aseguro que ustedes disfrutarán con los quesos pero los niños no olvidaran el día que pasaron de granjeros recogiendo fresas o disfrutando al observar la fauna salvaje con sus prismáticos. Y por supuesto, también pueden consumir directamente los productos que la huerta y el invernadero proporcionan todo el año. Se compran on line y llegan a casa en una caja a las pocas horas de haber sido recolectado, siempre que se viva a unos cien kilómetros a la redonda.
Berenjenas prietas, calabacines españoles, tomates de varias clases, pimientos, lechugas, cebollas, puerros, las últimas judías y habas de la temporada, fresas, nísperos, cerezas y dentro de poco calabacines, sandías, melones, brócoli, kales, plantas aromáticas y etc, etc. una orgía de hortalizas, frutas y verduras. Todo cultivado sin químicos. Por ejemplo, el despliegue de mariquitas controlan a los pulgones y la próxima instalación de colmenas aumentará la llegada de abejas polinizadoras para los frutales
En fin, que es un plan estupendo pasar un día en esta finca agropecuaria a menos de 100 kilómetros de Madrid y regresar lleno de tesoros que nos hacen recuperar el sabor de los alimentos y la satisfacción de haberlos visto crecer con tanta honestidad.