El sorprendente primer enfrentamiento olímpico entre España y Francia
Los dos países se vieron las caras por primera vez en unos Juegos en París en 1900 en un partido de pelota vasca. Uno de los jugadores españoles se convirtió luego en uno de los fundadores del Atlético de Madrid. Hoy luchan por hacerse con el oro olímpico en fútbol
Los escaparates de las librerías parisinas están repletos esos días de toda clase de libros que abarcan los más variados asuntos olímpicos: desde sus orígenes en Grecia al uso de los actuales exoesqueletos. La elegante librería Delamain, la preferida del bibliófilo Karl Lagerfeld, frente a la incomparable La Comédie – Française, consagra su vitrina a la historia y a la «cultura culta». Su extraordinario despliegue bibliográfico sobre las dos olimpiadas anteriores de París, la de 1900 y la de 1924, llama la atención. Las obras hacen alarde del gusto de los franceses por la publicación de libros de historia y de esa particular habilidad que comparte con los ingleses de contarla de la manera que salen más victoriosos. Fuera de la librería, París se ha llenado como nunca antes en estas Juegos de banderas tricolor. Ya huele a la búsqueda del oro en el balompié. El legendario teatro de La Comedie está cerrado por vacaciones y las marquesinas cercanas se adoran con la imagen de un Mbappé vestido de blanco que anuncia unas gafas de aspecto futuristas. Siempre hay cosas que contar, Señor Moliere.
Y lo que no se ha contado como se merece, ni siquiera en la abundante biografía de Delamain, es la historia de los dos primeros medallistas olímpicos españoles. Lo peor, es que tampoco lo hemos hecho nosotros. Desde 2004, el Comité Olímpico Internacional (COI) reconoce como tales a dos jugadores aficionados a la pelota vasca, sobre los que, hasta hace poco, se desconocían hasta sus nombres de pila. No ha quedado ninguna imagen de su efímero y exitoso paso por París en 1900. José de Amézola y Aspizua y Francisco Villota ganaron el oro en pelota lo que ha hecho de estos ilustres desconocidos los únicos olímpicos con medalla ganada en Paris durante 124 años, pues en la olimpiada de 1924, España no consiguió ninguna medalla.
La pelota vasca, más popular entonces que España y Francia que el fútbol, fue solo en esa ocasión olímpica de manera oficial, lo ha sido de exhibición en diferentes juegos, la última vez en Barcelona 92. En París se disputó en 1900 y en 1924 en el frontón de Neuilly, una de las pocas instalaciones olímpicas históricas que siguen en pie en París. Una reciente publicación francesa relata así aquella primera confrontación entre un combinado olímpico español y uno galo. «Aunque los dos equipos de cesta punta estuvieron presentes en Neuilly, no se jugó ningún partido, negándose los franceses a honrar el juego por oscuras razones reglamentarias, ofreciendo así a los españoles el primer título olímpico de la historia olímpica de su país, sin tener que derramar la más mínima gota de sudor». Curiosa manera de relatar que los franceses se negaron a disputar el partido.
Poco se sabe de nuestros primeros ganadores olímpicos, prácticamente nada del vasco, quizá algo más de Francisco Villota gracias al tesón de un escritor e investigador español, Ignacio Torres, cuyo tesón bien merece algún tipo de medalla. En su libro «Frontones madrileños» recoge la historia del pelotari madrileño Francisco Villota Baquiola (1873-1950), que, como se ha indicado, pasó a la historia del deporte español al ser declarado oficialmente «campeón olímpico», tras aceptar el COI la revisión histórica de los llamados «Concursos Internacionales de Ejercicios Físicos y Deportes» celebrados en París a lo largo de 1900, hoy considerados los II Juegos Olímpicos de nuestra era.
Con un espíritu encomiable y consiguiendo el tipo de valiosa información que se escapa al ChatGPT, Ramos siguió la pista de Villota, que murió sin dejar descendencia. Se recorrió todos los cementerios de la ciudad buscando la pista de un tal Villota hasta que sus pesquisas le llevaron al Cementerio de la Sacramental de San Isidro, donde está enterrado en el pabellón «Fernández de Villota». Panteón, por cierto, obra del arquitecto Antonio Palacios, lo que da idea de la posición de la familia. Con su nombre y apellidos completos, ya solo tuvo que tirar del hilo. Revistas de la época como «Gran Vida» describen a nuestro primer oro olímpico como un hombre fuerte y musculoso, «generoso, atento y bueno con los humildes». Dicen de él que provenía de una familia santanderina «muy distinguida», destacaba como deportista multidisciplinar, practicaba también el fútbol, realizó en una ocasión la caminata Madrid-El Escorial. Villota, abogado, tuvo en años siguientes relevancia deportiva como miembro fundador del Club de Sport Vasco y del Euskal Jai Club y cofundador del Athletic Club de Madrid el 26 de abril de 1903 en la Sociedad Vasco-Navarra de Madrid, según las investigaciones de los estudios del tema.
Cuando Madrid aspiraba a albergar los Juegos Olímpicos de 2020 y avanzadas las obras del futuro estadio del Atlético de Madrid, llamado a ser estadio olímpico, conocido hoy como «La peineta» hubo quien tiró de archivo y sugirió el nombre de Francisco Villota para bautizar el estadio, como manera de unir el olimpismo y la historia colchonera. El final ya se sabe, Monseur Moliere, Madrid se quedó sin olimpiadas y el señor Villota sigue siendo un completo desconocido. Pero siempre nos quedará París y, cómo no, el fútbol. Para darnos hoy la alegría, ojalá, del oro olímpico, y en el peor de los casos, la meritoria plata. Lo que está totalmente fuera de duda es que los franceses esta vez no se van a retirar. «Allez le bleu» va a sonar hoy fuerte en París, en un partido que busca el oro y la revancha de la Eurocopa. «Vamos, España», escribo desde mi buhardilla parisina con la rojigualda colgada en mi balcón. Ni que decir que es la única. El amarillo pone algo de luz en este día de cielo plomizo tan parisino.