Fin de fiesta en París con sabor a victoria olímpica para la ciudad

París ha amanecido soleado y con cierto sabor a fin de fiesta y la pregunta en el aire ¿Y ahora qué? La prensa conversadora y la progresista se congratulan hoy en sus portadas de lo que consideran un éxito histórico para la ciudad, para Francia y para el deporte. Las imágenes de la ceremonia de clausura de ayer y del pebetero elevándose en el jardín de Las Tullerías por última vez en estos juegos, con una multitud congregada, son las más visibles en los quioscos. Las fotografías de los atletas olímpicos celebrando, ondeando banderas, haciéndose selfis o bailando en el estadio robaron el plano a la esperada aparición estelar de Tom Cruise. La de ayer fue en realidad una fiesta de estrellas deportivas, más o menos conocidas, que impregnaron de un manera contagiosa y festiva el Estadio de Francia. Lo que ayer se vivió en él, fue esa fiesta del deporte, de la unión, de lo mejor del espíritu olímpico que no se pudo celebrar en Tokio, el mejor espíritu de unión y celebración respetuosa sin provocaciones innecesarias que no venían a cuento y con referencias al olimpismo.

Fueron muchos los guiños bien resueltos a Grecia, cuya bandera ondeó en el estadio, como es costumbre, junto a la del país anfitrión y a la olímpica. La Reina Sofia siguió la ceremonia desde el palco presidencia junto las autoridades francesas, los Reyes de Suecia, el Príncipe Alberto de Mónaco, entre otros dignatarios. Es fácil imaginar su emoción dados sus vínculos con el olimpismo. Fue su bisabuelo el encargado de inaugurar los Primeros Juegos de la Edad Moderna y numerosos miembros de su familia, incluida ella misma, han sido olímpicos. La madre de Don Felipe había asistido previamente al Eliseo a la recepción que Macron ofreció a dignatarios y personalidades antes de la ceremonia. Doña Sofia puso así el broche de oro a la intensa, emotiva y aplaudida presencia de la Familia Real Española en París durante estos Juegos en apoyo a los deportistas españoles.

La mayoría de la delegación española estuve presente ayer en el estadio, en el que entraron como abanderados los medallistas Jordán Diaz y María Pérez, cuyas imágenes victoriosas se vieron en las pantallas del estadio que reproducían de cuando en cuando algunos de los mejores momentos de estas dos semanas de competición. El ambiente en la familia olímpica española fue de especial unión y celebración, como entre el resto de unas delegaciones que se van llenas de emociones por unos juegos que pasaran a la historia. «Lo que más me ha gustado de la ceremonia, contrariamente a lo que pensaba, ha sido la presencia de los atletas. Verles aquí, disfrutando, unidos. Ha sido magnífico y muy contagioso», explicaba para El Debate antes de concluir la ceremonia un visitante suizo llegado de Ginebra. La prensa destaca como momentos estelares del espectáculo la formación de los aros olímpicos que previamente habían utilizado los acróbatas, la aparición de Tom Cruise en el estadio, la intervención de Zaho de Sagazan interpretando la mítica Sous le ciel de Paris, de Edith Piaf. Uno de los momentos más emotivos y especiales fue la entrega de la medalla de oro a la atleta Sifan Hassan, campeona olímpica de maratón, en cuyo honor sonó el himno de los Países Bajos. «Qué orgullo ser hoy holandés y estar en el estadio. Esta mañana hemos ido a apoyar a Sifan, una persona de grandes valores muy querida en Holanda». Vestido de naranja, como el resto de su familia, el joven economista Beer Bohlander lo expresaba así a El Debate. «He hecho este viaje con mis padres y mis hermanos. Hemos estado cinco días en París. Inolvidable». Especialmente inolvidable lo ha sido para Goro Kido, alto directivo de una empresa japonesa. «Necesitábamos algo así. Por motivos profesionales estuve en las ceremonias de Tokio y fueron muy tristes. Necesitábamos celebrar la unión y el verdadero espíritu de los juegos de compartir». En la misma fila y a unos dos metros del tartán Alberto Vélez, llegado de Puerto Rico, se lamenta de no haber podido saludar a los atletas de su país. «Ha sido inolvidable, pero somos un país deportivamente modesto. Me hubiera gustado estrechar las manos de nuestros olímpicos, por eso cogí esta entrada». Ver al Dream Team americano a un par de metros parece que no fue suficiente consuelo.

Si los aplausos de ayer en el estadio sirven de termómetro de éxito, se puede decir que estos juegos han sido sin duda los del nadador francés Léon Marchand y los de la gimnasta norteamericana Simone Biles. Los dos subieron al escenario en el emotivo traspaso de la bandera olímpica de la alcaldesa de París a la de Los Ángeles. Pero también se llevó una ovación con sabor a oro olímpico la seguridad, cuyos militares y fuerzas policiales fueron mencionados en uno de los discursos, una participación considerada uno de los grandes éxitos de estos juegos dada la complejidad de su planteamiento urbano y el delicado escenario geopolítico en distintos frentes. «Lo que más me ha gustado de la ceremonia han sido los discursos», señala un espectador danés a El Debate. «Suelen ser aburridos, pero creo que todos necesitábamos oír estas palabras de llamada a la unidad y a la concordia, palabras de ilusión». Las ovaciones en el estadio corroboraron su opinión. Luego llegó el estruendo de los fuegos artificiales en este fin de fiesta que pasará a la historia. ¿Y ahora qué?