Fundado en 1910

Hay que coger todos los racimos de una cepa uno a uno, sin tirar de las ramas

El ascenso de la fruta roja a capitán general

Nos enfundamos las botas, cogemos las tijeras de poda, el canasto y nos perdemos entre las hileras de vides

Cuando uno conoce de cerca el trabajo que encierra el mundo del vino, lo aprecia mucho más. Abrir una botella para que salga la tierra y entonces sientes cómo la fruta roja asciende a capitán general y entra con educación por la boca y cómo tranquilamente, se va dando las buenas tardes por el esófago. Eso es sentir el vino y hasta ese momento, el riesgo es total.

Desde abril hasta septiembre el agricultor está pendiente del tiempo. Una tormenta de granizo, un invierno suave, un verano extremo de calor o una inapropiada lluvia en la recta final, pueden dar al traste con el trabajo de la temporada. Viven y dependen del cielo. Hay circunstancias que pueden prever, una poda en verde, un terreno arcilloso, calizo o una altitud determinada, pero otras son imprevisibles.

Sólo si uno tiene ocasión de vivir una vendimia y visitar una bodega, puede acercarse a ese mundo y entender lo que ocurre desde el mes de abril en una cepa hasta septiembre. Así que en El Debate, nos enfundamos las botas, cogemos las tijeras de poda, el canasto y nos perdemos entre las hileras de vides. Hay que coger todos los racimos de una cepa uno a uno, sin tirar de las ramas y con un corte limpio. Una vez terminada la recolección, se vierten los racimos en unas enormes cubas y en grupos de dos personas descalzas, se van pisando las uvas. Tienes que cogerte al compañero para mantener el equilibrio. El destilado que va saliendo es un mosto de color granate, denso, fresco y dulce.

José Moro

Con él comienza la magia de las levaduras, ellas harán su trabajo en los depósitos, en silencio y a oscuras. Es hora de lavarse los pies, tomar un refrigerio con algunas referencias señeras de la bodega; su Hito rosado bien fresquito que es una maravilla o el tinto Cepa21 con emanada, pan con aceite y unos quesos de oveja espectaculares. Con las fuerzas recuperadas entramos en la bodega. Allí el enólogo nos relata qué está ocurriendo en cada lugar por los que vamos atravesando. Han pasado dos horas que se nos han hecho muy cortas, pero muy intensas. El olor, el frío, la tensión del momento, la incertidumbre, las caras castellanas recias, el ruido del trajín de los tractores, las tolvas en movimiento y también, el silencio de las cavas donde descansan los toneles de madera perfectamente apilados esperando a ser embotellados.

Su propietario, José Moro, está convencido de que cuanto más se divulgue cómo se elabora el vino, más personas lo apreciaran y por eso, abre un año más las puertas de su bodega para poder participar en el Taller de Vendimia, «quiero acercar a la gente a nuestras raíces, que se emocionen como yo me emociono y que, cada vez que abran una botella de Cepa 21, recuerden de dónde viene y que sea un catalizador de relaciones humanas. Con este taller de Vendimia damos la oportunidad de disfrutar de un día de vendimia tradicional; de tocar, pisar y sentir nuestra tierra y su excelente uva. Se establece una conexión única con el campo, la naturaleza y el entorno, lo que nos hace ser conscientes del importante valor que tiene el medio natural».