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Boris Johnson y la polémica de sus estilismos 'antitory'
Ahora, hasta sus colegas conservadores le culpan de estar estropeando la imagen del partido
El caso Partygate así como los constantes cambios en materia de impuestos y el Brexit han puesto a Boris Johnson de nuevo en el disparadero de su propio partido. Los tories temen perder sus puestos y, tras defender a Boris por La filtración de las fiestas celebradas en plena pandemia en Downing Street, 10, muchos miembros de su propio partido traman votar su permanencia en el cargo de primer ministro.
Boris Johnson parece haber disfrutado siempre de escandalizar a propios y ajenos. El primer ministro, que conquistó en su época de alcalde de Londres (2008-2016) por sus paseos en bicicleta con traje de chaqueta de puño extra large, no se ha moderado desde que reside en el 10 de Downing Street.
Compitiendo en un momento dado con el aspecto de Donald Trump y ahora sin posible rival en este sentido, nada tiene que ver con el aséptico Emmanuel Macron, con el draculiano Biden ni con el petulante y presumido «Antonio» español.
Pero es que la distancia entre sus correligionarios de partido y de equipo ejecutivo son cada vez mayores. Si el ministro de Hacienda, Rishi Sunak, británico de origen hindú formado en Stanford, va peinado impecablemente y vestido sin mácula, el primer ministro cada vez deja más larga su alocada melena rubia, que crece en todas las direcciones y que los británicos comparan con una fregona amarilla (a la que incluso se dedican perfiles de Twitter e Instagram: @Boris_Hair y Boris Johnson Hair Truthers.
Si su antiguo rival en el partido conservador, Ian Duncan Smith, va con chaqueta impoluta y calcetines estirados, Boris viste con chaquetas que ya no le caben, arrugadas y con calcetines no parejos o puestos del revés.
Desde que entró en política en 2001, Johnson se ha hecho famoso por sus atuendos, ya haya sido haciendo jogging por la noche en Londres con zapatillas, traje de baño hawaiano, polo sucio y chaquetilla exigua, o quedándose bloqueado en una tirolina en las Olimpiadas de 2012 de Londres con arnés, traje, casco azul y dos banderines. Camisas arrugadas, cuellos abiertos y pantalones caídos de otra talla son otros de sus estilismos. Tachado por el público de «payaso» y «excéntrico», se conoce no obstante su excelente formación en Eton y Oxford. ¿No afecta todo esto a sus reuniones en el G7?
Otros primeros ministros como David Cameron e, incluso, los menos elegantes Gordon Brown o Tony Blair, nunca se hubieran atrevido a aparecer como Johnson lo hace. Boris Johnson y su gazpacho estilístico le convierten en un político de aspecto juvenil, por más kilos que le sobren. Esa actitud suya tan libre y tan locuela es algo que durante algún tiempo ha conquistado a los británicos, aunque el modo en que llegó a ser primer ministro incluyó golpes de suerte y la caída voluntaria de su predecesora, Theresa May.
La dejadez de la plancha y el descuido de políticos como Bernie Sanders (Estados Unidos) o Jeremy Corbyn (Laborista del Reino Unido) hacen pensar que una nueva era de políticos «arrugados y desgarbados» está en alza, ya que quizás este elemento les acerca mentalmente a la naturalidad o veracidad que ahora pide algún tipo de votante. El líder de los tories está diseñando la «Operación salvar al Perro Grande», haciéndose el sueco. Quizás por eso no le interese cambiar/corregir su estilo ahora y prefiere que siga el show.