Claves para entender el legado del diseñador Issey Miyake, el rey del plisado
Fabricante de ilusiones y novedades, dedicó su vida a llevar a cabo creaciones, ideas abstractas y moda, todo rodeado de un baño de optimismo
El proyecto balístico «Manhattan», liderado por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, produjo dos tipos diferentes de bomba atómica: la Little Boy, un isótopo de uranio, fue la que cayó en Hiroshima ante los sorprendidos ojos del pequeño Issey Miyake y su hermana, que vivían junto a sus padres en las colinas de la ciudad. Quizás fuese esa infancia tan impactante la que hizo de Miyake un fabricante de ilusiones y novedades que dedicó su vida a llevar a cabo creaciones, ideas abstractas y moda, todo rodeado de un baño de optimismo. Ahora que ha muerto a los 83 años, repasamos su legado.
Educado en Artes Gráficas en la Tama Art University de Tokio, al graduarse se marchó a continuar sus estudios en la escuela de la Chambre Syndicale de la Couture Parisienne. Un par de años después consiguió unas prácticas en Guy Laroche para de allí pasar a trabajar para Givenchy. En 1969, se marchó a Nueva York, donde colaboró con Geoffrey Beene. Volvió al poco tiempo a Tokio y abrió su propio taller. Experimentaba allí con telas, técnicas de corte e hilado y diversos tipos de punto de jersey. En 1971, fundó Miyake International Incorporated desfilando en Nueva York y algo más tarde en París.
Nunca adoptó modas y tendencias, sino que más bien de su estudio salían prendas conceptuales e intemporales. Curioso y siempre pionero, supo combinar las artesanías tradicionales con la tecnología más puntera. Sus vestidos geométricos se sucedieron en los años 80 por prendas más prácticas, con su lema de «plieges, por favor» O «Pleats, please», piezas con plisados y arrugas que destacaron entre la multitud de diseños del mercado y con las que Miyake quiso crear un básico asiático que se pudiera comparar al vaquero estadounidense.
En su obsesión por simplificar y aprovechar cualquier avance tecnológico consiguió casi desterrar las costuras y botones de muchas de sus prendas. Con colecciones que han influido a marcas y creadores posteriores, como «A-POC», que significa «A piece of clothing» o bien «una pieza de ropa» en español, revolucionó los conceptos e incluso el marketing, trabajando con telares automáticos en 3D controlados por ordenador. Su exitosa colección de perfumes, lanzada en 1992, fue un éxito rotundo.
Sus tiendas, austeras hasta decir basta y dotadas de poca decoración, albergaban en algunos casos incluso uno de los telares en 3D con los que se fabricaban las prendas y se creaban los pliegues. Recibió el Kyoto Prize in Arts and Philosophy, y los galardones de la Orden de la Cultura del Japón y el Praemium Imperiale otorgado por la familia imperial japonesa. Fue premiado también como Honorary Royal Designer for Industry – el más alto galardón artístico en el Reino Unido– y con la Legión de Honor francesa. Tras meses luchando contra un cáncer hepático, ha levado anclas en Tokio rodeado de sus colaboradores más estrechos y amigos más cercanos.