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Desde su inicio, han coexistido las casetas abiertas –públicas o en formato bar y restaurante– con las privadas

Feria de Abril  ¿Por qué muchas casetas en Sevilla son privadas?

El duque de Montpensier y el razonamiento que imprimió en la Feria de Sevilla

El carácter privado de la Feria de Sevilla suscita suspicacias y cabreos. Normal, en este país de todos en el que –aparentemente– el dinero público no lo pone nadie…Veamos el origen del acceso restringido a las casetas de la Feria de Sevilla, un tema que sigue causando controversia y a menudo no es entendido.

Las casetas privadas fueron el inicio de la Feria del Ganado de Sevilla en 1847. Entonces, la feria de Mairena del Alcor, entre otras, lideraba la compraventa de reses. Cuando nació el super sarao de Sevilla, fue en el Prado de San Sebastián, junto a la actual y preciosa facultad de derecho. Tras las primeras iniciativas a modo de tenderete en las que los pequeños ganaderos y agricultores mercaban con su producto acompañados de sus familiares, surgió un modus operandi más cuidado.

Fruto del elitismo y del toque de gusto del muy polémico Duque de Montpensier, cuñado de Isabel II y opositor suyo, se ideó una tienda caseta para que él recibiese a dignatarios de otras partes del mundo, amigos y familiares. Todo en un entorno más cuidado, con frescor, buenas viandas, buenos caldos, elegancia y sombra. Aunque la iniciativa pareciese elitista, era entonces incluso peligroso estar con el resto de los asistentes a la feria, siendo como era la realeza en Sevilla una fuente de discordancia.

La privacidad se convirtió en elemento clave de este tenderete de lujo que el duque montaba a escasos metros de su casa, el Palacio de Montpensier, sede actual de la Presidencia de la Junta de Andalucía, de la que su mujer, Maria Luisa, hermana de Isabel II, acabó donando gran parte de sus jardines, convertidos ahora en el famoso parque que va a su nombre.

Tras haber aceptado el Cabildo Municipal la iniciativa de las tiendas temporales para el comercio agropecuario y siguiendo la estela del duque, verdadero rey en Andalucía en aquella época, otros aristócratas y burgueses comenzaron a montar sus propias casetas alrededor, para recibir con honores, fresco y aperitivos a sus invitados.

Duque de Montpensier

Se trataba de pequeñas «sucursales» de sus casas, como clubs privados de la actualidad. La privacidad de estas casetas comenzó a ser discutida, cuando en el fondo se trataba de espacios privados pagados por la alta sociedad para sus contertulios y socios comerciales. Es por ello que, del mismo modo que uno no acude a una boda si no es invitado, ni a los Oscars si no es requerido, los espacios privados mantuvieron su estatus.

Esto se combinaba con algunas casetas creadas por bares y restaurantes de la época, que con un mero fin comercial, abastecían de comida y bebida a los tratantes de ganado y grano. Por lo tanto, en Sevilla, desde su inicio, al igual que en otras ciudades andaluzas, han coexistido las casetas abiertas –públicas o en formato bar y restaurante– con las privadas, organizadas por pequeños grupos de gremios, profesiones, familias o clubs privados.

Que la feria «de Sevilla sea para los sevillanos» es tan lógico como que si vamos a un centro privado de Valladolid, a una sociedad gastronómica vasca o a un club en Barcelona, no encontremos facilidades para entrar. Dicho sea esto, existen muchas casetas abiertas y públicas, pero no deja de ser una contradicción ir a una ciudad en la que no tenemos amigos e intentar que nos reciban con los brazos abiertos de primera.

Cuando tras su destierro se restaura la monarquía borbónica y se proclama rey en enero de 1875 a Alfonso XII, regresaron a España los duques de Montpensier, antes en destierro, volviéndose a instalar en el Palacio de San Telmo. La hija de los duques, Maria de las Mercedes, prima hermana del rey, se convirtió en su esposa y breve reina de España.

La Reina madre, Isabel II, inauguró las casetas con farolillos en la zona elegante de la calle San Fernando, mientras que las instalaciones de menos caché se fueron desarrollando a lo largo del Prado de San Sebastián. Las cigarreras inspiraron a las bailaoras vestidas de traje de gitana, un baile de flamenco que en las casetas de la nobleza no se estilaba, ya que ni siquiera se bailaban las «excesivamente populares» sevillanas.

La realidad es que, ahora como antes, aunque todos los turista e incluso extranjeros quieran apuntarse a todas las casetas de Sevilla, hay que respetar la propiedad privada y las organizaciones de amigos y familiares, que en ningún momento tienen por qué extender sus invitaciones al primer forastero que llegue. Cosas de la vida en un país democrático con propiedad privada.