Puede que sea cierto que toda belleza descansa siempre en un poso de fragilidad, o que a veces la vida se vuelve en contra de aquellos dotados de ese más x que nos hace mirarlos sin remedio. La realidad es que en la década de los 80 en España no hubo una mujer más bella, más elegante, moderna, envidiada, admirada y deseada que Marta Chávarri, con todo lo bueno y lo malo que para ella pudiese conllevar. Con la esclavitud que supone ser la víctima del deporte nacional, que no es el fútbol sino la envidia, imaginamos que muchas épocas de su vida no debieron ser sencillas.
Ahora que Marta se ha marchado, qué menos que agradecerle sus enseñanzas en cuanto a moda y estilo, ya que se anticipó décadas a varias tendencias y estilismo. Y cómo no apreciar y valorar su discreción, su ausencia de ansia de protagonismo y esa clase natural que tan poca gente destila entre los personajes del candelero actual.