Gastronomía
El regalo de España a América
El mejor día para celebrar los lazos que nos unen y la herencia compartida que ha dado lugar a un patrimonio gastronómico inestimable
El día de la Hispanidad es una celebración grande. En España es la Fiesta Nacional nada menos que desde el año 1892, cuando se instauró en tiempos de la reina regente María Cristina. Frente a las fiestas nacionales del resto de los países europeos, esta festividad nuestra presenta una característica singular y hermosa: no es la celebración del yo, sino la del nosotros. Y representa la herencia compartida de una lengua común que España regaló a América, y una forma de entender la vida que se inició hace más de 500 años.
Que pequeños grupos a lo largo de la historia arribaran a las costas americanas fortuitamente no tiene nada de extraño, más bien parece hasta normal. Los vientos del mar, una tempestad, un cálculo mal ajustado… pero la eventualidad de alcanzar una costa en estas condiciones es muy diferente a «aquello» que ocurrió, y que fue un descubrimiento en toda regla. Colón no llegó por azar, azotado por un viento o una tormenta. Tenía intención de encontrar un lugar concreto, había preparado su viaje durante años, y disponía del apoyo de la Corona española. Intención. Después hubo continuidad, y llegaron Hernán Cortés, las encomiendas, Fray Bernardino de Sahagún y los Reyes Católicos considerando súbditos en idénticas condiciones y con iguales derechos a los españoles de aquí y a los de allí. Sí. Hay mucho que celebrar. Y estamos orgullosos de festejarlo juntos.
América sorprendió a los españoles. Y los nativos se asombraron por lo que conocieron de España. Entonces los anglosajones aún no habían entrado en el estado de las opiniones para catalizar un pensamiento que, animado por la ignorancia que ahora abunda, animó una hispanofobia alentada por la izquierda. Sin embargo, no fue el real. Pero que, no lo duden, los historiadores serios seguirán tumbando porque las pruebas son concluyentes. Aquel año, 1492, como señala Felipe Fernández Armesto, no solo se descubrió un nuevo territorio, también nació la modernidad.
En cuanto a la alimentación y la fusión del patrimonio alimentario, desde muy temprano, los hermanos de ambas orillas compartieron productos cuando aún ni se pensaba en globalizar, sino en sumar. Y a su vez, España, no solamente recibió estos productos, sino que los participó al resto del mundo, impulsando una era de mejora alimentaria para todos. España recibió de América los siguientes:
- Cereales: maíz, amaranto, quinoa.
- Legumbres: frijol, cacahuete.
- Frutas: higo chumbo, chirimoya, aguacate, maracuyá, piña, papaya.
- Verduras y hortalizas: patata, maíz, tomate, pimiento, batata, calabaza americana.
- Animales: pavo.
- Especias: vainilla.
- Otros: cacao y tabaco.
Estos son los valiosos alimentos que América aportó al mundo y que se extendieron por su utilidad, sabor y fácil cultivo. Y como siempre hablamos de este inestimable legado, hoy, además y en reciprocidad, también pondremos en valor lo que desde España trasladó a América. Por supuesto, todos estos productos que se llevaron no eran necesariamente autóctonos, pero todos ellos sí formaban parte de la alimentación de la España de la época. Muchos de ellos eran de ámbito mediterráneo, y otros tantos provienen de una larga historia de relaciones entre culturas, civilizaciones y canales comerciales que se habían producido como poco desde dos mil años antes a través de Egipto, China e India.
Así que su valor proviene no solamente del extraordinario conocimiento y desarrollo español y mediterráneo en lo que respecta a la primera de las culturas, la agricultura; también de las antiquísimas relaciones comerciales con otras civilizaciones, de la capacidad de los navegantes y los buques, de las vías de transporte, de las relaciones diplomáticas entre estados y por supuesto, de la paciente labor de los agrónomos. Aquel era el patrimonio alimentario que se había cultivado durante milenios, gracias al que muchos productos se habían adaptado exitosamente a diferentes climas. Y por el que la alimentación se había hecho variada, rica y relativamente abundante en nuestro país.
- Cereales: trigo, cebada, centeno, arroz, avena, sorgo, mijo, alpiste.
- Legumbres: lentejas, garbanzos, haba mediterránea, guisantes, altramuces, almorta, alfalfa.
- Frutas: manzana, melocotón, peras, membrillo, albaricoque, cítricos, higos, granadas, plátanos, dátiles, granada, uvas, ciruelas, sandía, melón, calabaza mediterránea, fresas, grosellas, moras de zarza, frambuesas.
- Verduras y hortalizas: col, zanahoria, perejil, cebolla, ajo, apio, espárragos, lechugas de hoja verde, judías verdes, aceituna.
- Frutos y semillas: almendra, avellana, nuez, anacardos, pistachos, piñones, castaña.
- Animales: cabra, oveja, cerdo, vacuno, pollo.
- Lácteos: todos, desde la leche a la mantequilla, nata y quesos.
- Especias: pimienta, canela, clavo, macis, anís, anís estrellado, nuez moscada, jengibre, mostaza.
- Hierbas aromáticas: romero, tomillo, estragón, lavanda, perejil, cilantro, azafrán, orégano, albahaca.
- Grasas: aceite de oliva, aceite de sésamo, grasa de cerdo.
Es suficiente observar las tablas y analizar sus respectivos contenidos para comprender. Con estos alimentos, España aportaba algo más que productos, con ellos entregaba su inteligencia. Es decir, el conocimiento para producir exitosamente y con provecho. Agrónomos griegos, egipcios, romanos, árabes y españoles habían colaborado en este proceso a través de los siglos. Además, con los sistemas agrícolas se trasladaron también a América los de producción, con sus técnicas y su maquinaria correspondiente: los ingenios para la transformación de la caña de azúcar, los molinos para moler el trigo. También el conocimiento de las huertas y la irrigación para hacerlas productivas, e incluso las fórmulas de conservación, transformación y preparado de alimentos.
A partir de esta fecha, América empezó un nuevo camino que les llevaría a disfrutar de una alimentación diferente y más completa, también España enriqueció la suya. Los recetarios de los siglos posteriores muestran este intercambio. Se fundieron e intercambiaron nombres de platos y todos ganaron en este proceso. Sí, no lo duden, hay que celebrar sin timidez alguna y con franco orgullo nuestra fiesta nacional, que es la de la Hispanidad. Incluso en la tierra y en la mesa, apostando fuerte por los lazos que nos unen, por el fructífero aporte español a la historia y por un patrimonio gastronómico enriquecido a través de los siglos.