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Un banquete por la abundancia y la variedad

Gastronomía

El origen que esconde Acción de Gracias

Personas de diferentes continentes, de distintas lenguas y tradiciones, celebraban haberse encontrado

La celebración del día de Acción de Gracias, de origen americano, se ha trasladado a todo el mundo dando lugar a una expectación inaudita. La magia del cine, en primer lugar, y la globalización después han conseguido el milagro. Sin embargo, fueron europeos los que celebraron aquella cena, europeos en tierras americanas. E indios, con ellos.

Aquellos europeos eran los pasajeros que llegaron el 11 de noviembre de 1620 a bordo del Mayflower, desde el entonces Reino de Inglaterra hasta la costa del Cabo Cod, algo desplazados del rumbo previsto, que era Plymouth. Eran puritanos, miembros de un movimiento religioso protestante que trató de eliminar todo pasado católico de la Iglesia de Inglaterra. En estas fechas, el invierno ya era una realidad y el frío y el hambre les atenazaron hasta el mes de marzo de 1621, cuando más de la mitad del grupo ya había fallecido.

Fue entonces cuando los nativos americanos se acercaron a aquellos hambrientos y desnutridos europeos y el jefe de la tribu Wampanoag, Massasoit (Pluma amarilla) hizo que uno de los miembros, Squanto, se quedara con ellos para enseñarles a sobrevivir en las tierras que hasta entonces les habían sido tan hostiles. Y las lecciones fueron provechosas, sin duda. Squanto tenía una larga historia tras él: había sido raptado por un inglés que lo vendió en Málaga, donde vivió y fue evangelizado y después llegó hasta Inglaterra, desde donde consiguió volver a América. Hablaba inglés y se convirtió en una ayuda fundamental en aquellas circunstancias.

The first Thanksgiving, Jean Leon Gerome Ferris, 1932

Así que, efectivamente, todo cambió para los recién llegados. El trabajo durante los meses más cálidos les proporcionó un nuevo otoño con abundantes cosechas; ya eran capaces de cazar y de pescar con buen provecho. Fue entonces cuando los colonos decidieron celebrar aquel día de Acción de Gracias. Disponían de casas, estaban recuperados de salud y tenían provisiones. Se celebraba una Acción de Gracias a Dios por los bienes recibidos y por la vida.

Era justamente el tiempo de celebrar este tipo de acontecimientos. En Europa era habitual hacerlo durante el otoño, era la época de las fiestas del fin del ciclo agrícola o de la cosecha, que ya se habían celebrado desde el mundo clásico. Aquello fue justamente lo que hicieron los peregrinos, bien instalados y protegidos gracias a la humanidad de los indios que les auxiliaron.

Las cosas son hoy muy distintas: se miran los escaparates y las pantallas para comprar y compartir comidas y regalos. Hay abundancia y diversión y un gran ajetreo en las calles. Nueva York o Boston, cercanas al antiguo emplazamiento se engalanan y se convierten en ciudades de ensueño. Pero el auténtico espíritu de aquel día se ha perdido, porque consistió en que aquel pequeño grupo de puritanos ingleses y generosos bienhechores celebraron una comida en común agradeciendo la providencia divina.

Aquella jornada fue especial por lo que ocurrió: personas de diferentes continentes, de distintas lenguas y tradiciones, celebraban haberse encontrado. Las fiestas de la cosecha fueron el motivo de que unos agradecieran la ayuda prestada y la supervivencia, los otros el gozo de ver cómo los recién llegados subsistían gracias a su ayuda. Era la fiesta de la cosecha, pero también la celebración humana de los bienes conseguidos, motivo de su agradecimiento a Dios por haberles permitido continuar con vida. Y no olvidemos que también los nativos, como los puritanos, tenían sus ceremonias rituales de agradecimiento al Creador.

Previamente a la comida, los jóvenes ingleses y los indios organizaron una partida para cazar aves acuáticas y ciervos, capturando cinco de ellos. Y el menú, que más parece un auténtico banquete por la abundancia y la variedad, duró varios días. Estaba compuesto de los animales apresados, con los que elaboraron recetas sencillas. Y también platos preparados con el grano sembrado y las hortalizas recolectadas por ellos mismos. Así, en aquella mesa había gansos, pavos y patos asados, carne de venado, anguilas, almejas y mariscos. También pan de maíz, además de diferentes verduras entre las que había puerros. De postre tomaron ciruelas y bayas, probablemente arándanos silvestres. Para beber habían elaborado incluso un vino de uvas silvestres muy dulce y fuerte, según los peregrinos.

A pesar de que la primera de estas comidas se realizó 1621, su celebración no se popularizó entonces. El banquete se repitió en 1623, aunque posteriormente cayó en el olvido. Aquel día terminó celebrándose a partir de 1777, en plena Guerra de la Independencia como un modelo del Día de la Humillación propio de los antiguos puritanos, cuando se ayunaba y se rezaba por el perdón.

Un espíritu en el que ningún norteamericano actual se reconocería. Y que se denominó la Primera Proclamación Nacional de Acción de Gracias, aunque apenas tuvo trascendencia, ya que era una fiesta local y de ámbito reducido. Su auténtica popularidad llegó durante la presidencia de John F. Kennedy (1961-1963). Y fue de tal éxito que creció como la espuma y se ha terminado convirtiendo en un auténtico hito en las celebraciones anuales americanas.

Un origen divergente de la fiesta actual, una celebración distorsionada por el tiempo y por el afán de consumo que impera pero que también tiene un objetivo final hermoso: la celebración del encuentro en familia, que siempre tiene como momento central el placer de disfrutar de la mesa.