Gastronomía
¿Qué vendían los mercaderes de Jerusalén en sus puestos?
A veces consistían en un animal, corderos y palomas principalmente, y en otras ocasiones eran oblaciones simbólicas con las que después se encaminaban al templo
Con la Semana Santa en puertas, el camino de Jesús hacia Jerusalén y hacia su destino se iba cumpliendo poco a poco. Llegaba a la ciudad de David para celebrar la Pascua judía con sus discípulos, penetrando en ella por la Puerta Dorada. Como el profeta Zacarías había augurado, iba montado a lomos del asno, figura que da origen a todas las procesiones de La borriquita, y a la alegría de las palmas. Después se encaminó hacia el Templo, donde los judíos hacían sus ofrendas para cumplir con la tradición de las fiestas pascuales.
En tiempos anteriores a Jesús, esas ofrendas las transportaba cada familia con gran esfuerzo, al menos una vez al año, para cumplir la obligación impuesta por el Talmud y el Tanaj. Como cultura agrícola, se ofrecían las primicias de las cosechas y de los ganados. A veces consistían en un animal, corderos y palomas principalmente, y en otras ocasiones eran oblaciones simbólicas: una torta de pan, unos granos de cereal o harina, aceite de oliva, vino o sustancias aromáticas del tipo del incienso.
Cuando había que sacrificar animales, estos debían tener ciertas características: que fueran domésticos y propiedad del oferente, debían ser puros y cumplir las prescripciones alimentarias generales. Y que no fueran defectuosos ni estuvieran enfermos. Una parte de la ofrenda se entregaba al templo, y otra se consumía entre los allegados, entre la familia y los conocidos.
Al ir creciendo el Pueblo de Israel y extenderse territorialmente, empezó a resultar complicado trasladar a los animales desde el lugar de origen hasta el Templo. De manera que, en las cercanías de la zona religiosa, se facilitó que las familias pudieran adquirir las ofrendas. Y para ello había un importante mercado en el que se podían encontrar desde animales para un holocausto a ofrendas de comunión o de acción de gracias. Eran estos mercaderes los que comerciaban con palomas y corderos, con trigo, panes, tortas y vino, principalmente, y así se podían adquirir los materiales para las ofrendas sin necesidad de transportarlos como sucedía tiempo atrás.
El entorno del Templo era una zona abigarrada, repleta de vida, ruido y color: peregrinos, vendedores, cambistas y hasta espacios dotados con instalaciones donde cocinar algunas de las ofrendas, de las cuales una parte se entregaba al Templo y otra se consumía. Aquel entorno, repleto de aromas de comida, animales, incienso y resinas convertía la zona en un auténtico laberinto, especialmente durante los días cercanos a la Pascua judía (Pesaj).
Aquel batiburrillo de gente deseosa de cumplir y de disfrutar de la fiesta, con niños, con ancianos, lo complicaba todo, y a la vez suponían el corazón de la celebración. Además de los sacrificios tenían que pagar el impuesto anual al templo, en siclos y no en otra moneda, lo que hacía que todo fuera más complejo. Todos aquellos peregrinos procedían de diferentes lugares, y por tanto se requería la presencia de cambistas. Había quién llevaba denarios romanos, o quizás dracmas griegos, incluso monedas menores, y por este servicio, los cambistas cobraban una comisión que se terminó convirtiendo en abusiva.
Es posible imaginar un entorno vivo, bullicioso, repleto de gentes de todas partes que querían hacer su ofrenda, pagar el impuesto y quizás visitar a familiares y amigos de la propia ciudad, y cómo no, disfrutar de alguna comida después de las obligaciones. Mercaderes que vendían sus palomas en grandes cajones, fieles que las adquirían; tortas blancas, de harina inmaculada; vinos y aceites de oliva para los oferentes, pasión, perdón, contrición y fe, en un tumultuoso entorno que lo complicaba todo.
Fue en aquel momento y en ese lugar donde Jesús protagonizó aquel episodio sorprendente, ese arranque intempestivo en el que «expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo», como dice Mateo, y que tanto revuelo ha organizado a lo largo de la historia. Sin embargo… ¿Cómo no comprender la ira ante el abuso de los cambistas hacia los peregrinos? ¿Cómo no entender lo que dijo Jesús, que aquel lugar era una casa de oración, y no una cueva de ladrones? Volaron palomas, revoloteando y asustando a la gente, se escaparon los corderos y saltaron en añicos recipientes con vino, con aceite. Las bosas repletas de monedas se esparcieron por el suelo. Muchas ofrendas se dejaron de hacer, y aquel suceso fue tan importante que aún se sigue hablando de él.