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Inteligencia Artifical

Los peligros de la Inteligencia Artificial en la alimentación

Hay muchos que piensan que nuestro nuevo depredador será la máquina, la gran máquina creada por nosotros mismos

Se está gestando una gran inquietud por las posibles capacidades de la inteligencia artificial, y a pesar de ser algo tan nuevo, es a la vez una cuestión ya antigua y muy pensada. Ya han sido imaginados y escritos, y rodados incluso, argumentos en los que las máquinas luchan contra el ser humano por la superioridad. Vuelvan a ver 2001, Odisea en el espacio, por ejemplo. O relean el Yo, Robot, de Isaac Asimov, o incluso el infeliz mundo de Un mundo feliz, de Aldous Huxley. El Fahrenheit 451 de Ray Bradbury imagina una sociedad en la que un despótico gobierno prohíbe los libros, porque el conocimiento provoca reflexión, y esta causa infelicidad. Ya ven, que quizás no estamos tan alejados, nuestro gobierno mutila la historia y la filosofía para recortar el pensamiento.

La obra de Huxley nos acerca a una espantosa distopía, a una decadencia de lo humano jamás imaginada antes, donde se carece de toda libertad, de capacidad de pensamiento, de creencias y hasta de alimentos. Describe un totalitarismo antihumano que clava sus dientes en una sociedad debilitada y sin capacidad de reacción.

No son los únicos, hay muchos que piensan que nuestro nuevo depredador será la máquina, la gran máquina creada por nosotros mismos. Quizás haya un constante sentimiento de miedo detrás del ser humano, es posible que se deba a una lejana herencia del mundo de las cavernas, cuando el miedo era necesario para sobrevivir. Y eso atenaza en una sociedad moderna, pero la máquina no es una enemiga, es una herramienta a disposición de un mundo mejor ¿o no?

No hay mundos perfectos, y siento desilusionarles, pero la máquina no vendrá a solucionar nada por sí misma, ni a arrogarse ningún tipo de superioridad. Son las personas: ingenieros, mecánicos, desarrolladores, investigadores… las que construirán y programarán máquinas que solucionen algunos de nuestros problemas. Y esa cuestión es parte del progreso, la era industrial conocerá un impresionante avance que ya está en marcha, más que balbuceando, existe. La cuestión es cómo haremos para que ese nuevo mundo esté al servicio del ser humano, en especial en cuestiones de alimentación, y haga más sencilla la vida cotidiana, más eficaces los procesos de producción, mejore el control sobre el agua, disponga de sistemas de distribución y venta más eficientes. Y, por tanto, haga que la vida sea más humana, amable y confortable.

La clave es siempre el factor humano, que debe seguir liderando la revolución industrial que tenemos entre manos. Y deberá tener en cuenta factores como el desplazamiento de los alimentos de su lugar de origen al de consumo, los ciclos de sequía y agua, las mejoras de las tierras, la más fiable predicción meteorológica y las ventajas de introducir en la dieta productos frescos y sin manipular, asequibles y para todos. Drones para vigilar y controlar plagas, recolección automatizada, recolectores mecánicos de fruta delicada, son ya algunas de las herramientas que estarán en marcha en poco tiempo. Y que podrán optimizar las cosechas, evitar plagas y maximizar los beneficios del agua, lo que mejorará necesariamente la alimentación.

Ingenieria alimentaria

La salud, el placer de comer bien, el precio, serán cuestiones importantes en este nuevo desarrollo de la ingeniería alimentaria. Pero si se olvida tener en cuenta factores como la tradición, el patrimonio y la vinculación humana que se produce en las cocinas entre distintas generaciones, no estaremos en el buen camino; si se olvida que la comida es mucho más que calorías, y que representa nuestra forma de pensar y de existir, no estaremos en el rumbo correcto. Es decir, el problema no será la máquina, que es únicamente una herramienta, será la forma en que los seres humanos utilizamos los avances tecnológicos. Como siempre lo ha sido.

Nadie es dueño de una bola de cristal, pero parece plausible augurar que unas cosas se harán bien y otras no, como sucede con todas las instituciones, descubrimientos, hallazgos y desarrollo tecnológico a lo largo de la historia. Es una característica de todo lo humano. No debemos esperar el apocalipsis ni tampoco la perfección absoluta. Si la máquina toma alguna vez el control será por nuestra causa, así que (a quien corresponda) programen bien y controlen los resultados. La cuestión es simple: o progresamos, o desaparecemos o incluso volvemos a las cavernas, la responsabilidad hacia cualquiera de los destinos solamente será nuestra. Pero esta es la cuestión que ha palpitado siempre, aunque ahora se invoque la fuerza y la inteligencia de la robótica. Somos nosotros, es una cuestión humana.

Elegimos, no es el azar, son nuestros actos, los de cada persona, aunque son sobre todo, las decisiones de los que nos desgobiernan desde cualquier capital del globo. Este nuevo tiempo necesita control, dominio sobre los nuevos parámetros. Es cierto que el mundo está en crisis, pero no es la primera. Apéense del miedo, elijan conscientemente, tomen sus propias decisiones y seleccionen los buenos alimentos en cualquiera de sus variantes. Pero no dejemos de manifestar nuestra propia naturaleza humana en relación con el alimento y su preparación. Hay que acercarse a los productos en directo, conocerlos, saber cómo se comportan y cómo pueden facilitarnos una vida mejor porque, en cualquier caso, alejarnos de nuestra propia naturaleza sólo aportará un mayor desequilibrio a la vida.

El futuro no está a la vuelta de la esquina, está justamente ante nosotros, y todavía podemos hacer elecciones, exigir, disponer, seleccionar y convertirnos en seres responsables en este nuevo mundo que amanece.